No es que Jatzel Román sea especialmente pesimista. De hecho, su trayectoria revela lo contrario: una constante apuesta para fortalecer las instituciones democráticas por medio del activismo y solidaridad internacional.
Sin embargo, este joven político dominicano evita realizar diagnósticos simplistas sobre el estado de la democracia en América Latina, la cual empezó a construirse a finales de los ochentas con la caída de los regímenes autoritarios y los conflictos armados de la segunda mitad del siglo XX.
Este crecimiento no fue lineal, advierte Román. Es por eso que hoy vemos algunos países que han fortalecido sus sistemas políticos y otros que constantemente están sumidos en ciclos de autoritarismos y violaciones sistemáticas de derechos humanos.
Por ello, advierte el experto entrevistado por El Diario de Hoy, “no hay finales felices de cuentos de hada en los procesos democráticos de la región”.
Los casos de Nicaragua y Honduras
Es imposible tocar el autoritarismo en la región sin hablar de Nicaragua, afirma el coordinador de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia (Red JuventudLAC).
Este activista destaca que este país celebró este año el cuadragésimo aniversario de la caída de la dictadura de la dinastía Somoza. “Parecía que con la caída de la dictadura venía la democracia pero no fue el caso”, dice y recuerda que el mismo Frente Sandinista que triunfó en la revolución es el que ha concentrado el poder y fomentado un régimen que sirve como espejo de las dictaduras de hace décadas.
Un pilar autoritario del sandinismo es la permanencia en el poder. Román afirma que como red les “preocupa mucho la interpretación de la reelección indefinida como un derecho humano que no resiste cuestionamiento y limitación”.
Gracias a esta interpretación, Ortega se reeligió en 2011 y 2016, además de retirar la personería jurídica a los partidos opositores, destituir a diputados opositores y su sustitución por funcionarios afines. “El año pasado además hubo un completo destape de la careta autoritaria con el asesinato de cientos de jóvenes nicaragüenses que se oponían en las calles”, añade.
Lo peor, a juicio del dominicano, es que este caso no es aislado. Este vicio de permanencia en el poder va más allá del tema ideológico y prueba de ello es que el gobierno que encabeza Juan Orlando Hernández en Honduras ha pretendido quedarse en el poder usando de artilugios legales y reprimiendo duramente a quienes protestan la medida.
Ambos regímenes, el de Ortega y el de Hernández, podrían encontrarse en las antípodas ideológicas en muchos temas, pero el autoritarismo es “ambidiestro”, menciona Román.
Venezuela y Cuba, los “malos referentes ” de siempre
Si bien Honduras y Nicaragua son referentes de un descalabro democrático en los últimos años, hay dos países que marcan la senda del autoritarismo regional: Venezuela y Cuba.
Román recuerda que el régimen chavista ha perdido fuerza con la caída de los precios del petróleo, lo cual le impide financiar a gobiernos y movimientos afines alrededor del mundo como en su momento hicieron. “Por eso, sus aliados cercanos comenzaron a perder influencia, poder y hasta elecciones”, recuerda.
Sin embargo, esto no implica que dentro del país la situación vaya en una mejora. Al respecto, este experto dominicano señala que la cúpula chavista, con presuntos vínculos con grupos criminales, sigue manteniendo poder a lo interno y que el cambio más destacado es el consenso regional de que ahí existe una dictadura.
Este régimen no solo tiene consecuencias locales. Román recuerda que la profunda crisis humanitaria y la represión han motivado a millones de venezolanos a buscar refugio en países vecinos, lo cual está generando nuevos problemas en toda la región.
Por otro lado, señala a un país como el responsable de auspiciar esta ola antidemocrática: Cuba. El gobierno de la isla es el “arquitecto, administrador y jefe de lo que sucede en Venezuela”, destaca el activista.
“Aun si cae el chavismo, mientras se mantenga el régimen castrista, seguirá la amenaza (de autoritarismo)”, sentencia, y recuerda que pese a los llamados a reformas, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel “sigue casado con un mundo que no debe existir”.
Este mundo contempla, por ejemplo, que se siga considerando como “enemigo de la revolución” a quien adverse al régimen comunista en la isla.
“Se trata del mismo totalitarismo y el mismo sistema que durante seis décadas ha apresado a un pueblo, a una nación hermana. Eso no puede seguir pero tenemos que seguir luchando porque América Latina así como de manera tardía reconoció el problema en Venezuela reconozca que lo que sucede en Cuba es inaceptable e intolerable”, opina Román.
El fin del optimismo
En 1990, tras la caída de la Unión Soviética, el politólogo Francis Fukuyama publicó un popular ensayo titulado “El fin de la historia”. En este, destacaba cómo la derrota del comunismo suponía, además, el triunfo de la democracia liberal.
Al ser consultado por este medio sobre estas esperanzas, Román lamenta que a lo largo de los noventas se diera por sentado que la institucionalización iba a resolver múltiples problemas en la región. Esto, añade, llevó a élites políticas a celebrar el triunfo de la democracia mientras crecían tensiones sociales. Esto produjo una total desconexión entre gobernantes y gobernados, advirtió.
Además de tal desconexión, la corrupción se configuró como otro factor de frustración y desconfianza con el sistema, indica. Todo esto ha llevado a una ola antipolítica y que desafía los pilares de la democracia liberal que se intentó construir sobre la cooperación, el comercio y las instituciones. Ese, lamenta, es el punto donde se encuentra la región, que superó graves desafíos pero no ha encontrado “un final feliz”.