“Tintino” es la primera danza y obra teatral inclusiva que verá El Salvador. Niños y jóvenes con síndrome de Down y personas regulares se juntaron para declarar, a través de esta pieza, que el arte transforma y que en el país puede haber una “inclusión real”.
La historia detrás de “Tintino” comienza con los actores de teatro Melissa Córdova y Roberto Medrano Biggit. A ella le cambió la vida cuando su hija nació con el síndrome Down y él decidió cambiar su residencia en New York para regresar a su país natal y trabajar con personas con discapacidades. Pronto, la vida los unió y tras encuentros y pláticas nació en 2018 el proyecto artístico: Entre colores y sombras.
Córdova y Medrano creen férreamente en que el arte puede sensibilizar y generar un cambio de visión en otras esferas de la vida, no solo en las artes. Por ello, ambos decidieron que su primera puesta en escena no tendría como temática central la discapacidad, ni apostarían por el discurso de “apoyen la causa”. No, los fundadores desean que el público “venga a ver buen teatro y punto”. Esa es inclusión real, según Medrano.
Y tras estar claros en su línea de trabajo, escogieron ejecutar una coreografía basada en el cuento “Tintino”, autoría de la propia Córdova.
“No es un cuento infantil, es una temática social fuerte: migración, medio ambiente y guerra, y que bueno que jóvenes con discapacidad lo representen, que no solo sea: ‘hablemos de la discapacidad’”, explicó la actriz salvadoreña.
De esta manera, Manuela Romero se convierte en la joven Tintino. Ella vive en Diversinglis, un lugar armónico. No todo es perfecto, pero sí existe la capacidad de resolver conflictos. Sin embargo, los seres de metal llegarán a destruir esa tierra llena de colores y calma.

Exiguos diálogos y mucha fuerza en las coreografías. Así será presentado este cuento que tiene un elenco que sobrepasa los 15 artistas. Y la decisión fue sencilla: la expresión corporal es la mayor potencialidad que tiene este grupo de artistas, según Córdova.
“Ellos nos han regresado a lo simple, a lo directo. Y en este tema, uno de los grandes retos que tuvimos es que cada uno de ellos es distinto. Hemos aprendido a conocerles”, aseguró.
Así que desde hace un año y en jornadas de casi tres horas de ensayo, Manuela Romero, Fernando Díaz, Diego Figueroa, Eunice Medrano, Fabiola Castillo, Diana Beltrán, Alicia Chong, Mario Guardado, Nancy Vásquez, Ely Valdéz, Gabriel Pinto, entre otros artistas, han seguido las indicaciones del coreógrafo Michael Henríquez.

A pesar de que las directrices están establecidas, Córdova no descartó que más adelante serán los propios actores y bailarines con síndrome de Down quienes propongan narrativas, escenas o diálogos. La protagonista (Romero) planteó cómo podía ser una de sus escenas y acordaron que así se realizara; en otras ocasiones estos chicos han dirigido calentamientos y ensayos.
“Podemos crear un producto precioso y que aporte a la sociedad”, aseguró Medrano, sobre el esfuerzo que ha supuesto montar esta danza y obra que debutará el 6 de septiembre, en la Gran Sala del Teatro Nacional de San Salvador.
Desafíos y sueños inclusivos
Medrano y Córdova han viajado a Perú, Costa Rica y Guatemala para extender su conocimiento en torno al arte inclusivo y compartirlo.
Nuevas herramientas, métodos pedagógicos, propuestas artísticas y transformaciones en las visiones de vida han atesorado tras su compartir con otros colectivos que trabajan bajo el esquema de respeto a personas con diferentes discapacidades.
Estos actores aseguraron que la sociedad puede renovarse y evolucionar a partir de esta corriente artística. Medrano no quiere ser parte del único grupo de arte inclusivo en el país y Córdova espera visibilizar a esta población para que la Ley de Inclusión avance, y que quienes toman las decisiones en este país vean potencial en estos jóvenes.
“A partir de acá nace una asociación que se va a dedicar al arte inclusivo, porque todos tenemos algo único que darle al universo y al arte. Y yo creo en el arte como una herramienta para difundir amor. El amor se ha dejado fuera de la conversación intelectual y se ha dejado exclusivo para las religiones, pero lo necesitamos mucho en este mundo”, concluyó Medrano.
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