En 1882 llegaron las primeras locomotoras a El Salvador. Desembarcaron en el Puerto de Acajutla, en el departamento de Sonsonate. Por su dimensión, fue necesario desarmarlas a bordo para facilitar su descarga. Eran las American Tai traídas de Inglaterra.
La empresa inglesa The Salvador Railway Construction Co. empezó la travesía con la locomotora número uno, esta llegó con las locomotoras dos, tres, cuatro y cinco; más tarde ingresó otro grupo, de la 6 a la 14, explica don Rafael Aguilar, maquinista con más de 40 años en este servicio.
En la actualidad solo la número 8 sigue en pie y está en exhibición en Sonsonate, en el Monumento a los Ferrocarrileros, el resto, explica, “se destruyeron, fueron vendidas a una fundidora en San Salvador llamada Tinetti, en Ciudad Delgado”.
Estas tenían una capacidad de 125 toneladas. Las maquinas de vapor fueron sustituidas en 1974, cuando llegó al país la primera locomotora diésel – eléctrica que fue la 201 de procedencia Alemana. “Las diésel – eléctricas ya tienen una capacidad para mover hasta un máximo de 1,800 toneladas, al rededor de 40 o 45 vagones”, explica el sexagenario que hoy por hoy opera el tren que hace su recorrido al interior de la estación de Fenadesal.
La línea férrea contaba con 141 estaciones, entre estas las más pequeñas – “de champita”, dice don Rafael – y aquellas de agencia que constaban de una estructura más grande, con personal de planta. De acuerdo a una investigación de la universidad Albert Einstein titulada “El valor de la arquitectura ferroviaria”, publicada en 2015, de las 141 se mantienen en pie 18 estaciones, cuatro de estas ahora reviven como museos.
Revolución comercial
Este era el inicio de una industria que marcó una fuerte actividad comercial en el país, la que no solo potenció el desarrollo y la economía nacional, sino también transformó la forma de hacer negocios.
El ferrocarril nació con la finalidad de conectar los puertos con los puntos de consumo más importantes dentro del territorio salvadoreño. Facilitó el transporte de pasajeros y de carga, y potenció importantes acuerdos comerciales, como el primer tratado con Estados Unidos, firmado en 1853, cuando el principal producto de exportación era el café.
Fueron ingleses los que iniciaron con la industria ferroviaria en aquella zona del país; después llegaron norteamericanos para ampliar la vía férrea. En algún momento ingleses y norteamericanos se unieron para formar un solo circuito que atravesaba todo El Salvador. Eran 555 kilómetros de rieles que recorrían desde la frontera de La Virgen, en Ahuachapán, hasta el Puerto de Cutuco, en La Unión. Estaban separados en tres distritos, todos conectados entre sí.
El ferrocarril empezó operaciones en el Puerto de Acajutla cuando en junio de 1882, el presidente Rafael Zaldívar inauguró oficialmente el servicio con la llegada a Sonsonate de la primera locomotora que conducía un convoy de pasajeros y carga.
La construcción de la primera línea férrea (en Sonsonate) dio paso a la creación de la Sociedad Compañía del Ferrocarril de Acajutla, fue así como el Diario Oficial publicó en 1882 el primer reglamento de los servicios de ferrocarriles.
Estación del ferrocarril en Ateos, La LibertadEn noviembre del mismo año, el subsecretario de gobierno, el doctor Antonio J. Castro, y don Francisco Camacho firmaron la construcción del ferrocarril de Sonsonate a Santa Ana. Este acuerdo le dio al contratista privilegios exclusivos por 50 años además de la cesión gratuita de los terrenos nacionales necesarios para su construcción no obstante, el contrato, en el que también figuraba la sociedad The Salvador Railway Construction Co., no tuvo aplicación pues la Asamblea Legislativa no le dio aprobación por considerarlo desventajoso para el Estado y facultó al Ejecutivo para tomar las riendas del ferrocarril.
EL DATO
Se construyó la primera tranvía que conectaba San Salvador con Santa Tecla.
En 1987 el ferrocarril pasó a manos del Estado y para 1912 el segundo tren fue dado en concesión a International Railways of Central América (IRCA), una empresa norteamericana, la cual extendió el tramo entre La Unión y San Miguel, pero en 1971 el IRCA pierde la concesión por incumplimiento de contrato y el tren pasó a manos de el Estado.
“En 1971 sucedió lo mismo con AIR, no renovaron flota, no le dieron mantenimiento a los vehículos”, señala el historiador de Fenadesal Alfredo Arias.
Según la tesis del doctor en jurisprudencia y ciencias sociales, Eduardo Antono Solórzano, publicado en 1977 y compartido en la página web de la Corte de Cuentas, la AIR no hizo las inversiones necesarias para el mantenimiento de las maquinas y las instalaciones los cuales a la fecha se encontraban en un estado de deterioro progresivo, asimismo la situación financiera de la empresa desde hacía unos años estaba en decaimiento, por lo que la expropiación del Estado fue inminente.
Desde 1974 se unieron las dos empresas adoptando el nombre de FENASAL (Ferrocarriles Nacionales Salvadoreños) y desde 1975 pasó a llamarse Ferrocarriles Nacionales de El Salvador (FENADESAL).
Otro de los mayores impactos que sufrió la industria fue durante el conflicto armando, el daño a infraestructura, la falta de decisión política para su reconstrucción y modernización así como al creciente tráfico vehicular por las carreteras fueron los principales retos que se debían enfrentar.