El fútbol playa provocó mucha alegría el pasado sábado. El debut definitivo (y positivo) de la Selección Femenina de Playa y una exhibición especial del plantel masculino nos hicieron el día, y la noche. Los dirigidos por Rudis Gallo no se reservaron nada, y le pasaron encima a Islas Vírgenes Estadounidenses con una demostración de fuerza y acierto; pero también con mucho corazón y honor.
Las chicas iniciaron un tanto nerviosas, pero el aliento del público y las instrucciones del cuerpo técnico hicieron lo propio para que ellas recuperaran la confianza, las ganas de mostrarse y regalar a la hinchada una victoria, la primera en la historia de torneos oficiales. Vaya que resolvieron con un alto grado de responsabilidad. Una de ellas, Carolina Pérez, quien se gastó un auténtico partidazo, lloró en zona mixta; gesto que denotó alivio, y por qué no, el escape de una lógica presión por cumplir.
El fútbol playa transmite un carácter vintage a quien lo vea. Más allá de las victorias es impresionante entender, comprender y asumir, que la energía que emanan futbolistas tanto del plantel femenino como del masculino es pura y sincera. Esta gente destila sonrisas y lamentos genuinos, sin caretas, se muestran tal cuales son, mucho bien les hace no estar atados al viciado fútbol once, manchado por apuestas, arreglos de partidos y otras atenuantes que lo degradan y hunden cada día. Estos atletas de las arenas demuestran que sin ganar cientos o miles de dólares mes a mes, son muy felices, son muy comprometidos. Y dejan claro que El Salvador cuenta todavía con un capital humano en el cual uno aún puede tener esperanzas de felicidad.
Una esperanza también de ver fútbol en general como el de antes, distante de tantas situaciones que en la actualidad le atañen: tatuajes, peinados exóticos, accesorios, zapatillas costosas, fama, salarios ridículos entre varias cosas más. Fútbol como el de antes, tan añejo, tan particular, con atletas luchando por defender un escudo, unos colores, y no luchar por la mera ansiedad de tener estatus, lujos, y de presumir de ellos.
El fútbol playa tiene ese aroma vintage del que solo gente arriba de los cuarenta conoce y entiende mucho más. Que entre moralismos, lágrimas y recuerdos de mejores días, intentan esbozar en anécdotas ocasionales que nosotros tantas veces hemos despreciado por desconocimiento puro. Los atletas del fútbol playa mantienen la llama inicial del deporte rey en este país, esa llama a la que llamo “espíritu deportivo”, otros le llaman huev… la capacidad del compromiso asumido primero con ellos mismos, y luego con el resto de su entorno. Emociona, toca las fibras sensibles, conmueve, reconforta. Gracias chicas y chicos, gracias.