Los bueyes de mi compadre

Quizá deberían colgar en todos los despachos de funcionarios públicos un mensaje con aquel refrán de “haz lo que yo digo, pero no hagas lo que yo hago”

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31 de julio de 2019: Galardonados por la Asamblea Legislativa, el fotoperiodista Francisco Campos (izquierda); y Mario González, editor de El Diario de Hoy (derecha) junto al presidente de la Asamblea, Norman Quijano, de ARENA.

Por Enrique Anaya

2019-07-31 4:35:04

PUESIESQUE…las acciones, omisiones, actitudes, conductas y discursos de varias de nuestras autoridades estatales me hicieron recordar la narración “Los bueyes de mi compadre”, cuyo origen y autor desconozco, pero sé es muy popular en México.

La casi historieta va de esto (para darle toque de realidad añadiremos algunos nombres, sin ningún vínculo con la realidad): “Durante los inicios de la república, en un alejado pueblo de la sierra, llamado El Santísimo, existía el problema que los bueyes andaban sueltos por las polvorientas calles del centro, así que el alcalde —don Ambrosio— dispuso y ordenó al único policía municipal —el joven Columbano— que debía retener a todo buey suelto y, para entregarlo al dueño, este debía pagar una multa de diez pesos. Pues al día siguiente, el policía agarra a un cabestro y lo amarra a un poste. Llega muy enojado el dueño —don Nepomuceno— y reclama, a gritos, que le devuelva el ex toro. Don Nepomuceno dice que no pagará nada, que es compadre del alcalde. El jovencito Columbano duda, pues ya sabe cómo funciona el compadrazgo en el pueblo, así que mejor lleva a don Nepomuceno con el alcalde. Y éste, ante el reclamo de su compadre, contesta: “Lo siento, Nepo…es la ley, y la ley se cumple. Si querés que te devuelvan el buey, pagá la multa”. Columbano quedó muy impresionado por la institucional actitud del alcalde. Pues dos días después, Columbano agarra dos ejemplares bovinos que circulaban por el parque central, y al ratico llega don Ambrosio, el alcalde, a reclamar la devolución de sus bueyes. El joven policía municipal, tomando en cuenta lo sucedido anteayer, le dice: “Con gusto, señor alcalde, pague la multa de veinte pesos, porque es la ley”, a lo que don Ambrosio contestó: “Mirá, ¡@*&!, si querés seguir en el empleo, me das ya los bueyes y no pago ninguna multa…¡¡que la ley se cumpla en los bueyes de mi compadre, no en los míos!!”.

Pues esa es la incoherente conducta que descubrimos en algunos funcionarios públicos.

La nueva administración presidencial acusa, defenestra y despide a empleados públicos por imputar nepotismo en la anterior administración, pero nombra parientes y amigos en importantes cargos públicos; con algo así como: “tu nepotismo, malo; el mío, bueno”.

O, en otro caso, hace cuatro años la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (SCn/CSJ) anuló un listado de candidatos a magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), porque el Consejo Nacional de la Judicatura (CNJ) no adoptó la decisión mediante una deliberación y votación pública y a través de un acto motivado, ordenando hacer una nueva elección; pero hace unos quince días, la CSJ elaboró cuatro ternas de candidatos a magistrados del TSE, pero no existió ni deliberación ni votación pública, ni tampoco se motivó el acto. Así, pues, en esencia, nos dicen: “Si el CNJ no es transparente, eso es muy malo; si la CSJ no es transparente, no hay ningún problema”.

Ese comportamiento incoherente de algunos funcionarios públicos nos muestra que muchos están dispuestos a defender y reclamar valores, principios y normas jurídicas —constitucionales y legales— hasta que éstos no vayan en contra de sus propios intereses, pues así sí cambia frontalmente la perspectiva y la conducta.

Quizá deberían colgar en todos los despachos de funcionarios públicos un mensaje con aquel refrán de “haz lo que yo digo, pero no hagas lo que yo hago”; o los ciudadanos debemos recordar a aquellos una frase que este servidor leía todos los días en el bachillerato: “Las palabras convencen, el ejemplo arrastra”.

Abogado constitucionalista