La hepatitis es tan peligrosa como prevenible

Millones de personas desconocen que padecen la enfermedad del hígado. Cada 28 de julio se celebra el Día Mundial contra la Hepatitis, cuyo objetivo es detectar y acabar con esa afección. El lema de este año: “Es hora de invertir en la eliminación de las hepatitis”.

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Foto Por Shutterstock

Por Mireya Amaya / Agencias

2019-07-27 8:00:58

La hepatitis es una inflamación del hígado que, por lo general, está causada por cinco tipos de virus, denominados con las letras A, B, C, D y E. Sin embargo, no todos revisten la misma gravedad, los más peligrosos son el B y el C, indica Salud.

De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), este padecimiento representa una elevada carga de enfermedad y mortalidad a nivel mundial. De ahí que uno de los grandes objetivos de la lucha es detectar los casos ocultos a fin de tratarlos y evitar que los virus lleguen a producir daños tan graves en el hígado que pongan en peligro la vida.

El diagnóstico temprano brinda la mejor oportunidad para lograr un apoyo médico eficaz. También permite a las personas infectadas adoptar medidas para prevenir la transmisión de la enfermedad a otras personas, por ejemplo, con la adopción de prácticas sexuales seguras. También facilita la adopción de precauciones en el modo de vida; por ejemplo, mediante la eliminación del alcohol y ciertas drogas, para proteger el hígado de un mayor daño.

"hoy en día se considera que las hepatitis víricas son un grave problema de salud pública que requiere una respuesta urgente. Hay vacunas y medicamentos para combatirlas, y la OMS se ha comprometido a velar por que todas las personas que necesitan estas herramientas tengan acceso a ellas",

Doctora Margaret Chan, directora general de la OMS.

Para que tengas una idea, a continuación te decimos en qué consiste cada uno de los tipos:

Hepatitis A (VHA): de acuerdo con la Organización Mundial de la salud (OMS), este virus se encuentra en las heces de las personas infectadas y la forma más común de transmisión es por vía fecal-oral, esto es cuando una persona ingiere alimentos o agua contaminados por las heces de una persona infectada.

Los síntomas suelen ser de carácter moderado o grave, y comprenden fiebre, malestar, pérdida de apetito, diarrea, náuseas, molestias abdominales, coloración oscura de la orina e ictericia, esto es una coloración amarillenta de la piel y la esclerótica ocular.

Es importante destacar que los infectados no siempre presentan todos esos síntomas, de hecho, los adultos desarrollan signos y síntomas con mayor frecuencia que los niños. De igual manera, la gravedad de cada caso, así como la mortalidad aumentan con la edad.

Según la OMS, a veces la hepatitis A puede recidivar, esto es que una persona que acaba de recuperarse vuelve a caer enferma con otro episodio agudo, aunque posteriormente vuelve a recuperarse. No obstante, la institución también indica que los pacientes adquieren inmunidad de por vida.

Sobre el tratamiento no hay alguno que sea específico para el VHA. Los síntomas ceden conforme pasan las semanas o meses, pero sí es importante evitar medicamentos innecesarios como los que evitan las náuseas o el vómito, así como el paracetamol. Tampoco es necesaria una hospitalización, pero si hay dudas lo mejor es consultar con tu médico.

El suministro de agua salubre, la inocuidad de los alimentos, las mejoras del saneamiento, el lavado de las manos y la vacuna contra la hepatitis A son los medios más eficaces para luchar contra la enfermedad.

Hepatitis B (VHB): se transmite por la exposición a la sangre, semen u otras secreciones corporales que causan la infección. También de las madres infectadas a los hijos en el momento del parto, o de un familiar a un lactante durante la primera infancia.

Otra manera de contagiarse es por medio de las transfusiones de sangre y productos sanguíneos contaminados con el VHB, por inyecciones contaminadas durante intervenciones médicas y por el uso de drogas inyectables.

De hecho, lo anterior conlleva un riesgo para los trabajadores de la salud que sufren lesiones accidentales por pinchazos de agujas al atender a pacientes infectados por el virus.

La OMS explica que la mayor parte de los afectados no experimenta síntomas durante la fase de infección aguda, aunque algunas personas presentan un cuadro agudo con síntomas que duran varias semanas e incluyen coloración amarillenta de la piel y los ojos (ictericia), orina oscura, fatiga extrema, náusea, vómitos y dolor abdominal.

En algunos casos, el VHB puede causar también una infección hepática crónica, que posteriormente puede dar lugar a cirrosis hepática o cáncer de hígado.

Tampoco hay un tratamiento específico contra la hepatitis B aguda. Pero si se debe procurar el bienestar del paciente y un equilibrio nutricional adecuado, especialmente la reposición de los líquidos perdidos por los vómitos y la diarrea.

La infección crónica por el virus de la hepatitis B puede tratarse con medicamentos, en particular agentes antivirales orales. De esta manera se puede ralentizar el avance de la cirrosis, reducir la incidencia de cáncer de hígado y mejorar la supervivencia a largo plazo.

Este tipo de hepatitis es prevenible por medio de inmunización, que es segura y eficaz. Cuando se aplica la serie completa de vacunas se generan anticuerpos que alcanzan niveles de protección superiores al 95% en lactantes, niños y adultos jóvenes, indica la OMS. Esta protección dura por lo menos 20 años, y probablemente toda la vida.

Hepatitis C (VHC): causada por el virus del mismo nombre, se transmite por contacto con sangre infectada a través del consumo de drogas inyectables, de prácticas de inyección o de atención sanitaria poco seguras y de la transfusión de sangre y productos sanguíneos sin analizar. También es posible la transmisión sexual, pero es menos frecuente.

No se contrae por medio de la leche materna, los alimentos o el agua, ni por contacto ocasional, por ejemplo, abrazos, besos y comidas o bebidas compartidas con una persona infectada.

De acuerdo con la OMS, el virus puede causar hepatitis, tanto aguda como crónica, cuya gravedad varía entre una dolencia leve que dura algunas semanas, y una enfermedad grave de por vida.

El período de incubación puede variar de dos semanas a seis meses, y tras la infección inicial, un 80% de los casos no presentan síntomas. Otras personas en cambio pueden tener fiebre, cansancio, inapetencia, náuseas, vómitos, dolor abdominal, orina oscura, heces claras, dolores articulares e ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos).

La hepatitis C no siempre requiere tratamiento, porque en algunos pacientes la respuesta inmunitaria elimina la infección de forma espontánea y no llegan a presentar daño hepático. Otros, sin embargo, pueden desarrollar cirrosis o cáncer de hígado.

De momento no existe una vacuna contra la hepatitis C, pero hay antivíricos que pueden curar más del 95% de los casos, lo que reduce el riesgo de muerte por cáncer de hígado y cirrosis. Sin embargo, la OMS advierte que el acceso al diagnóstico y el tratamiento es limitado.

Hepatitis D (VHD): esta enfermedad hepática puede adoptar formas agudas o crónicas, y requiere la presencia del VHB para replicarse.
Por lo mismo, puede ocasionar una enfermedad más grave e incluso fulminante, con un peor desenlace. De hecho, esta se considera la forma más grave de hepatitis vírica crónica, dada su progresión más rápida hacia el carcinoma hepatocelular y la muerte por causas hepáticas.

Las vías de transmisión son las mismas que las del VHB: por contacto a través de la piel o sexual con sangre o productos sanguíneos infectados. La única forma de prevenir la infección por el VHD es la vacunación contra la hepatitis B.

La vacuna PCV10 es ampliamente está registrada en más de 117 países alrededor del mundo y es la vacuna de elección en 53 programas nacionales o regionales de inmunización,

En casos de hepatitis fulminante y hepatopatía terminal puede ser necesario el trasplante de hígado.

Hepatitis E (VHE): al igual que el VHA, se transmite por via fecal- oral al consumir agua o alimentos contaminados.

La infección suele remitir espontáneamente y desaparecer en dos o seis semanas, pero, a veces, causa hepatitis fulminante (una insuficiencia hepática aguda), una enfermedad grave que podría ser mortal.

Al principio puede presentarse fiebre leve, disminución del apetito (anorexia), náuseas y vómitos, que duran pocos días. Algunas personas pueden tener también dolor abdominal, prurito (sin lesiones cutáneas), erupciones cutáneas o dolores articulares. También ictericia (coloración amarillenta de la piel y la esclerótica de los ojos) acompañada de orina oscura y heces claras, y un ligero aumento del tamaño del hígado, con dolor al palparlo.

Para este tipo tampoco hay un tratamiento, y como la enfermedad suele ceder espontáneamente, no es necesario hospitalizar al paciente, pero sí se aconseja no administrar medicamentos innecesarios.