La plástica siempre ha representado la historia, y en el marco de la rebelión del pueblo francés (1789) hacemos un recorrido cronológico por las obras que escenificaron el suceso.
El martes 14 de julio de 1789 fue un día que cambió la historia de Francia y que, poco a poco, tuvo importantes repercusiones mundiales. Dicha fecha se conoce como la toma de la Bastilla porque el pueblo francés irrumpió una fortaleza, destinada como prisión, que fue considerada el máximo símbolo del despotismo real, liderado por el rey Luis XVI.
Detrás de esa rebelión, en realidad lo que estaban exigiendo los ciudadanos franceses era menos privilegios a las clases más altas de la sociedad, quienes no pagaban impuestos. Querían que todo el pueblo fuera igual ante la ley.
Ese levantamiento popular significó el inicio de la Revolución Francesa, período que conllevó a la “Declaración de los Derechos del Hombre”, donde se establecieron principios que regirían un nuevo Estado: los ciudadanos nacen y permanecen libres e iguales en derecho, todos los ciudadanos son iguales ante la ley, la base de toda soberanía reside en la nación, la libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudique al otro, entre otros privilegios.
Algunos de estos principios ahora forman parte de los Derechos Universales de todo ser humano, proclamados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 1948, en La Declaración Universal de Derechos Humanos.
Como es usual, el arte, sobre todo la pintura, retomó este importante suceso para exponerlo al mundo. Algunos artistas se enfocaron en la rebelión que sucedió en la cárcel, otros anticiparon a los sucesos del propio 14 de julio, los que revelan qué desató en realidad esa inconformidad de los franceses con el Estado absolutista real. Otros retrataron aquella plena “libertad” de la que gozarían los franceses tras la toma de la Bastilla.
Para comprender mejor este hecho histórico, te presentamos siete pinturas que reflejan la cronología de este suceso histórico que hoy cumple 230 años.
Retrato del mundo rural: cuando Francia estaba regida por la monarquía, las clases sociales estaban representadas por el clero (la Iglesia recibía el 10 % de las cosechas de los campesinos y no pagaba impuestos), la nobleza, representada por la gente rica, dueña de la gran mayoría de tierras francesas sin pagar impuestos, y por el estado llano, es decir el resto de población que trabajaba intensamente y pagaba impuestos. Esas desigualdades nunca eran reflejadas en el arte. En la pintura (izq.) de Thomas Gainsborough se idealiza el mundo rural como un espacio de ocio y paz. Los ricos querían obras donde se reflejara orden, estabilidad, comodidad y encanto para “racionalizar y legitimar su esfera de control”.