David fue baleado por pandilleros y estuvo al borde de la muerte, ahora representará a El Salvador en los Juegos Lima 2019
Cuando tenía 14 años David Chávez sufrió un ataque, hoy, a los 20, el deporte le da revancha. El joven salvadoreño va por medalla en lanzamiento de jabalina en los Parapanamericanos
La bala todavía está ahí, en el medio de su espalda.
“No sentía dolor, era como una brasa, algo caliente que estaba en mi cuerpo. Me dejaron varias horas en el consultorio. El doctor me dijo ‘acá están las placas’ y que no me podían operar porque la bala estaba en la vértebra, había cortado la vértebra y quedó incrustada allí”.
David Chávez cuenta su historia sin dramatismo, como el que acepta el destino pero no se resigna. Al contrario, se propone sobresalir. Habla en la previa de su entrenamiento de lanzamiento de jabalina, en su silla de ruedas, en el estadio Mágico González. El sol impiadoso de la media mañana parece afectarnos a todos menos a él. Será uno de los 14 atletas paralímpicos que representarán a El Salvador en los Parapanamericanos de Lima 2019. Tras la charla empezará a lanzar jabalinas, una tras otra, buscando esos centímetros que lo puedan ubicar en el olimpo de los Juegos en Perú.
Palabra autorizada
"El tiene un gran talento y actitud, que es lo principal para estos deportes. Ha pasado por baloncesto y pesas y esto le ha dado gran experiencia a pesar de su juventud"
Jessica Cornejo, entrenadora
Sus sueños de ser bombero quedaron truncados aquel 7 de enero de 2015. El obstáculo de la vida se lo pusieron unos seis pandilleros que lo cruzaron en la calle pasadas las 6:00 p.m. “Me robaron y me desnudaron, querían ver si tenía algún tatuaje en mi cuerpo. Me pusieron la pistola en la frente y me decían que me iban a disparar. Después, me pidieron que empezara a caminar y cuando había caminado tres metros, sentí un rozón en el estómago; ya no me pude levantar. Él me quería seguir disparando, pero creo que se le encasquillaron las balas en la pistola”.
Todo fue muy rápido en aquella tarde que no olvidará. “Recuerdo que después vino un carro, iluminó donde estábamos y ellos se fueron corriendo. De ahí, me auxiliaron y me llevaron al hospital Rosales”.
David trabajaba y estudiaba. Era un miércoles cualquiera en el que salía de estudiar; lo interceptaron cuando iba al taller a trabajar “para ayudarle a mi papá a hacer muebles. Aprendí con él carpintería y a pintar muebles… Me gustaba”.
Las deliberaciones en el hospital parecían interminables. Los médicos insistían en que si lo operaban, David podía quedar “en modo vegetal”. Los riesgos eran muchos si se intentaba destrabar las vértebras para poder sacarle la bala. Los papás decidieron no operarlo, aunque la decisión conllevaba una consecuencia dolorosa: David no volvería a caminar…