“Cuando venía la máquina ponía la bandera roja para que pararan”

Gregorio Vásquez reparó las vías del tren durante 40 años en Sonsonate.

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A sus 95 años de edad aún recuerda la rutina de trabajo, ???Salía a las cuatro de la mañana a pie desde la estación, revisando la línea, uno debía llegar antes que el tren???, agregó. Gregorio dedicó toda su vida a desyerbar los rieles y cambiar madera, aunque señala que hacía de todo, nivelar los rieles eran de las tareas más difíciles. Foto EDH / Jessica Orellana

Por María Navidad

2019-07-06 10:53:30

Durante 40 años Gregorio Vásquez recorrió 13 kilómetros diarios caminando en los rieles bajo la oscuridad, antes de la salida del tren, para reparar las vías del ferrocarril en Sonsonate.

A las cuatro de la madrugada en punto, Gregorio partía con la única compañía de una lámpara y un agotador bolsón repleto de herramientas para limpiar y verificar que las líneas estuvieran en buen estado para dejar libre el paso de los vagones.

A sus 95 años de edad aún recuerda la rutina de trabajo: “salía a las cuatro de la mañana a pie desde la estación, revisando la línea, uno debía llegar antes que el tren”, aseguró este hombre.

Vásquez dedicó toda su vida a desyerbar los rieles y cambiar madera, aunque señala que hacía de todo, nivelar los rieles eran de las tareas más difíciles.

A pesar de los años, las marcas de las llagas en sus manos reflejan la dura faena de los trabajadores de las vías ferroviarias.

El Departamento de Vías y Estructuras, como era denominada el área donde trabajaba, también se encargaba de notificar a los conductores sobre algún daño en la línea o troncos caídos.

En caso de un percance en el tramo o árboles caídos, Gregorio debía notificarlo con rapidez. En la estación le habían dado una bandera roja y una lámpara como señal de precaución, la cual significaba que el tren debía detenerse.

 Gregorio Vásquez 
Foto EDH / Jessica Orellana

“Cuando venía la máquina ponía la bandera roja y la lámpara para que pararan”, recordó Vásquez.

En las épocas de invierno el trabajo era más pesado porque los vientos derribaban árboles grandes y la lluvia inundaba ciertos tramos.

“En invierno se inundaban las vías, pero al salir me encomendaba a Dios y un perrito me acompañaba”, expresó el ferrocarrilero.

Recuerda que una novia le regalo una perrita que parecía loba y desde ese momento se convirtió en su fiel compañía.

La mascota de Gregorio Vásquez se llamaba Turca y caminaba a su lado todos los días sin importar el fuerte sol o la lluvia.

Vásquez fue ferrocarrilero hasta que el tren dejó de funcionar, ahora le invade la nostalgia al regresar y ver la estación convertida en un museo.


“Mi primer trabajo fue de telegrafista”

A casi 60 años de haber dejado la estación del tren, el rítmico sonido del telégrafo aún resuena en la mente de Julio Alfredo Mina, quien se desempeñó durante 16 años como telegrafista en diferentes estaciones del ferrocarril.

Con 90 años de edad, Mina sigue añorando la época de oro del tren. El 16 de octubre de 1946 entró a trabajar a la estación de Sonsonate para hacer un interinato.

Mina aprendió la profesión a los 18 años por insistencia de su padre. El uso del telégrafo le resultó una tarea fácil y en menos de un año ya había aprendido todos los códigos, con esmero logró asimilar el lenguaje Morse y el funcionamiento del aparato.

“El telégrafo lo aprendí en el gobierno. En esa época, en cada departamento habían oficinas telegráficas y telefónicas, aprendí en la oficina situada en Sitio del Niño porque de ahí soy”, recordó Mina.

Para tener una plaza fija en el ferrocarril le tomo varios años de aprendizaje en diferentes lugares, lo que se convirtió en un logró para su carrera por el prestigio que este cargo conllevaba y el salario que recibiría.

En cada estación ferroviaria había dos aparatos, uno para trasmitir y otro para recibir los mensajes. Dos líneas aéreas, una telegráfica y una telefónica, conectaban a los municipios de Sonsonate y San Salvador.

“Cada terminal tenía una llamada en letras, por ejemplo la llamada de San Salvador era TS que quería decir despacho de San Salvador; la de Apopa, PO; Nejapa, P; Quezaltepeque una X y Sitio el niño una N”, aseguró el telegrafista.

En 1953 Mina fue enviado a Nejapa para cubrir las vacaciones del jefe del departamento. Un Sábado de Gloria, Mina recuerda haberse tomado unos cuantos tragos y luego ir a trabajar, sin pensar en lo complicado que sería operar el telégrafo en ese estado.

“Recibí una orden telegráfica en cuadruplicado, ósea que era para dos trenes, en relación con un cruzamiento de un tren que venía en sentido opuesto y por cierto era una bala y olvide poner la bandera”, contó Mina.

Colocar la bandera evitaría el choque entre los dos trenes, pero Mina olvidó poner la señal, este error pudo ser grave; aunque el jefe de la estación ya lo había notado y se encargo de transmitir la orden.

“En la transición se notaba que estaba borracho y en vez de reportarme envío la orden el jefe”, explicó el telegrafista.
Actualmente, Mina aún guarda un aparato de telégrafo en su casa, como el tesoro más apreciado.

A casi 60 años de haber dejado la estación del tren, el melodioso sonido del telégrafo aun resuena en la mente de Julio Alfredo Mina, quien se desempeñó durante 16 años como telegrafista en la estación del ferrocarril en Sonsonate.
Foto EDH / Jessica Orellana