Durante 40 años Gregorio Vásquez recorrió 13 kilómetros diarios caminando en los rieles bajo la oscuridad, antes de la salida del tren, para reparar las vías del ferrocarril en Sonsonate.
A las cuatro de la madrugada en punto, Gregorio partía con la única compañía de una lámpara y un agotador bolsón repleto de herramientas para limpiar y verificar que las líneas estuvieran en buen estado para dejar libre el paso de los vagones.
A sus 95 años de edad aún recuerda la rutina de trabajo: “salía a las cuatro de la mañana a pie desde la estación, revisando la línea, uno debía llegar antes que el tren”, aseguró este hombre.
Vásquez dedicó toda su vida a desyerbar los rieles y cambiar madera, aunque señala que hacía de todo, nivelar los rieles eran de las tareas más difíciles.
A pesar de los años, las marcas de las llagas en sus manos reflejan la dura faena de los trabajadores de las vías ferroviarias.
El Departamento de Vías y Estructuras, como era denominada el área donde trabajaba, también se encargaba de notificar a los conductores sobre algún daño en la línea o troncos caídos.
En caso de un percance en el tramo o árboles caídos, Gregorio debía notificarlo con rapidez. En la estación le habían dado una bandera roja y una lámpara como señal de precaución, la cual significaba que el tren debía detenerse.