Thomas Alva Edison y El Salvador

El “mago de Menlo Park” jamás estuvo en El Salvador, pero algunas de sus invenciones llegaron por transferencia tecnológica a la pequeña república centroamericana desde el último cuarto del siglo XIX.

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El inventor y empresario estadounidense Thomas Alva Edison (1847-1931). Foto EDH / Cortesía

Por Carlos Cañas Dinarte

2019-06-21 8:30:27

En septiembre de 1895, el bar y restaurante El Lempa, situado en el centro de la capital salvadoreña, anunció los servicios al público del “último sistema” de kinetoscopio y fonógrafo de cilindro de la marca Edison, con horarios determinados para apreciar las vistas -que se cambiaban a diario- y disfrutar de la música del otro aparato.

Ese anuncio comercial representa un hito importante en la historia de la tecnología en suelo salvadoreño. Aquel aparato era, en realidad, un quinetófono y su primera versión comercial fue presentada por Thomas Alva Edison y su colaborador William Kennedy Laurie Dickson en abril de 1895. Es decir, apenas cuatro meses antes de que sus vistas y grabaciones fueran presentadas en aquel local de placer en el centro capitalino de El Salvador.

Ensamblado en la fábrica Edison en West Orange (New Jersey, EE.UU.), cada quinetófono era una caja de madera que medía 69 X 46.5 X 123 cm en promedio y tenía un peso superior a las 225 libras. Aunque el precio final dependía del número de vistas y grabaciones, lámparas internas y baterías que se pidieran junto con el artefacto, el promedio oscilaba entre los 350 y los 2,800 dólares (en la actualidad, esos precios equivalen a 10,695 y 85,278 dólares), sin incluir el flete hasta puerto salvadoreño e impuestos de introducción. ¿Quién era el dueño de El Lempa para que pudiera afrontar esa enorme inversión?

Grabado metálico del interior de un kinetoscopio. Se destacan la película extendida en sus carretes de transporte (R), la lámpara (C), el visor (O) y el obturador de disco rotatorio (V). Imagen proporcionada por la Biblioteca Pública de Nueva York, NYPL. Foto EDH / Cortesía

Lo que sí revela aquel anuncio es que, gracias al café, había un público dispuesto a pagar por ver las secuencias grabadas y oír -con audífonos o sin ellos-, los cartuchos de audio que pretendían sincronizar aquellas imágenes con sus sonidos. ¿Cuántas filmaciones y cuántos discos tuvo aquel kinetófono de El Lempa? Quizá hoy resulte imposible saberlo, pero no fueron pocas. El precio más alto del aparato incluía 50 filmes y 50 grabaciones de música y sonidos.

Entre 1894 y 1897, la fábrica de Edison produjo poco más de mil ejemplares de kinetoscopios, pero sólo dio a conocer 45 kinetófonos. Uno de ellos fue el que llegó a San Salvador. Para ambos aparatos, el “mago de Menlo Park” y sus colaboradores crearon alrededor de 250 filmaciones, plasmadas en bandas de película de 14 metros de largo cada una, con temáticas cotidianas y sencillas, como bostezos, pasos de baile, risas, etc.

Dentro de cada kinetoscopio o kinetófono, el sistema se activaba mediante un motor eléctrico movido por 4 baterías 7D de 8 amperios y 8 voltios. La película de 19 milímetros de ancho circulaba en bucle durante unos 20 segundos delante de una lámpara eléctrica y debajo de un visor o cristal ampliador colocado en la parte superior de la caja. Entre la lámpara eléctrica y la película había un obturador de disco rotatorio con una estrecha ranura, que iluminaba cada fotograma y creaba la sensación de movimiento a razón de unas 40 imágenes por segundo (el cine actual lo hace con 24 cuadros por segundo).

Fundado en julio de 1895 por el intelectual y diplomático Román Mayorga Rivas, las novedosas ediciones en formato inglés del Diario del Salvador fueron seguidas por miles de salvadoreños y centroamericanos. Foto EDH / Cortesía

Tal y como lo había previsto Muybridge (cuyo paso por El Salvador, en 1875, ya se abordó en un artículo previo), ambos aparatos creaban en el cerebro humano la ilusión del movimiento. Esa es la sensación que se obtiene con el ejemplo de película de kinetoscopio conservada en la Biblioteca del Congreso (Washington D. C) y que puede verse desde este sitio web: https://www.loc.gov/item/00694192

El kinetófono de El Lempa seguramente perdió todo interés después de 1897, cuando llegaron a San Salvador las primeras vistas del cinematógrafo creado por los hermanos Lumière. Sin embargo, la presencia tecnológica de Edison se extendió un poco más en la sociedad salvadoreña.

Elogiado por el escritor salvadoreño Doroteo José Guerrero en su poema Maravillas del progreso democrático (incluido por Salvador Leiva Erazo en su antología Parnaso salvadoreño, Barcelona, Maucci, ¿1916?), Edison mantuvo correspondencia con el médico vicentino Dr. Darío González, introductor de los rayos X en Centroamérica.

Su lámpara incandescente se hizo popular en El Salvador desde 1890 y sus baterías Edison movieron a los tranvías eléctricos capitalinos a partir de 1919 y durante casi una década.

De esta misma manera, los clientes del bar y restaurante El Lempa debieron de usar el kinetófono para ver y oír las grabaciones de aquel doble aparato. Foto EDH / Cortesía

Cuando Edison murió, el lunes 19 de octubre de 1931, varios de los periódicos salvadoreños le rindieron homenajes. Todos ignoraron sus tretas poco éticas para adueñarse de invenciones ajenas o sus maniobras casi mafiosas para neutralizar a sus potenciales competidores. Ese lado muy oscuro del hombre que contribuyó a llevar luz, sonido y más a diferentes rincones del planeta.