Los dramáticos reportajes de El Diario de Hoy sobre la realidad del trabajo doméstico en nuestro país obligan a reflexionar, porque las difíciles condiciones en que trabajan muchas de estas mujeres son únicamente el eslabón final de una larga cadena de problemas existentes. La dolorosa historia de Marta, que tuvo que dejar a sus ocho hijos, el último de 11 días de nacido, a cargo de la hermanita mayor de 11 años, obliga a analizar las causas de esta situación y los diferentes actores responsables.
Machismo reinante cuando el compañero de Marta la echó a la calle con sus hijos. Su falta de escolaridad no le permite desempeñar otro trabajo. Su única opción es viajar a la capital, y dormir adentro, por la lejanía de su cantón en Tacuba. Organizaciones de derechos humanos y los sindicatos SIMUTHRES y UNSITRASER están trabajando para lograr mejores condiciones de trabajo para este sector de la población, pero existe una barrera de dificultades para lograrlo, que no siempre depende de los empleadores.
Comenzamos con una pobre conexión vial en un territorio de apenas 21,000 kilómetros cuadrados, con cantones totalmente aislados. Sin desarrollo industrial en la mayoría de cabeceras departamentales, deben buscar trabajo en la capital. Si son analfabetas, no pueden aspirar a trabajos mejor pagados, incluso dentro del sector doméstico, y aunque los patronos quieran afiliarlas al ISSS, absorbiendo el porcentaje de la empleada, muchas lo rechazan por el mal servicio de la institución: largas horas de espera, varios meses para cita con el especialista y carencia de medicamentos. El ISSS no tiene la capacidad ni para absorber a los hijos de los derecho habientes hasta los 18 años.
También hay seria responsabilidad en los desarrolladores de conjuntos habitacionales, incluso los de lujo, donde el área de servicio es una vergüenza. Una habitación donde cabe una mini-cama y para acceder a ella y al servicio sanitario hay que atravesar el traspatio donde están la pila y el lavadero y mojarse si está lloviendo. Y la justificación para esta injusticia es el costo por metro cuadrado y mayores beneficios económicos.
El Código de Trabajo señala para trabajo doméstico un salario de $242.42, aunque el reportaje afirma que reciben un salario entre $130 y $200 como máximo, aunque en las colonias de nivel alto en San Salvador, el salario de una empleada está entre $200 y $350 y la mayoría goza de prestaciones como aguinaldo, vacaciones y salidas semanales.
Pero también hay muchos hogares en las zonas periféricas del gran San Salvador, de madres solteras que ganan entre $300 y $500, y no tienen la capacidad de pagar un sueldo mayor, pero necesitan de ayuda doméstica para poder salir a trabajar.
Pero de nada servirá un contrato firmado estableciendo condiciones laborales justas, si el patrono y sus hijos adolescentes, se consideran con derecho de abusar sexualmente de una empleada porque no tiene cómo defenderse ni tampoco denunciar por temor. Urge una campaña para dar al trabajo doméstico la dignidad y la importancia que merece y dejar de considerarlo humillante. Es una labor de servicio, indispensable y necesaria, que realizada con amor y sentido profesional, puede llenar de satisfacción a quien lo desempeña, consciente de que si su patrona es una profesional exitosa, puede desempeñar bien su trabajo gracias a que deja lo más valioso que tiene: su casa y sus hijos, en manos de una persona de confianza a la que quiere y agradece.
Debe también promoverse la capacitación en los diferentes ámbitos del trabajo del hogar, que ya se imparte en muchas instituciones, para dignificar esa labor y que quien la desempeña se sienta orgullosa de realizarla.
Maestra