En estos días de estreno de gobierno hay quien se cuestiona acerca de qué rumbo tomará el país. Recurriendo a viejos clichés vale preguntarse si tenemos un régimen de derecha, izquierda, disruptivo, anárquico, populista, demagógico, socialdemócrata… y suma y sigue.
Más: algunos de los viejos políticos de izquierda no se han contenido denunciando que ha regresado “la derecha” al poder; al mismo tiempo que el pasado rojo (aunque, para ser justos, también habría que incluir el naranja y el turquesa) hace que la oposición de derecha esté convencida de que comenzamos un período de gobierno de izquierda más o menos “light”.
Todo sumado se ve que el nuevo gobierno está más bien lejos de un socialismo/marxismo franco, y más cerca de responsabilizar a cada ciudadano por sus logros y su trabajo: “El cambio vendrá de cada uno de nosotros, cada uno de nosotros vamos a hacer nuestra parte y cada uno de nosotros vamos a cambiar El Salvador”, dijo en su discurso inaugural el presidente.
Es verdad que eso de izquierdas y derechas cada vez tiene menos actualidad y que lo que ahora abunda es la anti-partidocracia que termina en populismo. Un populismo que no tiene inconvenientes en ser de izquierda (AMLO) o de derecha (Trump).
Sin embargo, un gobernante que prime al ciudadano por encima del Estado seguirá siendo de derecha; y otro que ponga a la persona al servicio del Estado no podrá dejar de ser de izquierda… aunque sea populista. Como también es verdad que los caudillismos (con su nefasta tetralogía: corrupción, nepotismo, autoritarismo y castración de las instituciones) medran cuando el carácter del que gobierna induce a sus seguidores y adláteres al culto personal. Y entonces, el ciudadano y el Estado resultan al servicio del cacique.
Considerando lo dicho, busqué algunas ideas fundamentales que caracterizan una corriente político-social, que me parece útil para pensar, con optimismo, por dónde podrían ir las cosas. Los comparto:
El progreso social debería basarse en una sola palabra: propiedad, entendida como propiedad privada de los medios de producción.
Un verdadero ordenamiento social eficaz comporta que el único modo de enriquecerse es el de proporcionar al prójimo aquello que éste piensa que necesita.
Los hombres sólo pueden consumir si trabajan y sólo lo que su trabajo ha producido. La característica específica de una sociedad que progresa es, precisamente, que transmite a cada miembro de la sociedad este impulso al trabajo.
El gobierno quiere eliminar la indigencia y la pobreza, empeño en el que los ciudadanos son protagonistas y el Estado garante de libertades.
La función del aparato estatal consiste en garantizar la protección de la vida, la salud, la libertad y la propiedad privada contra todo abuso y ataque violento.
Esta forma de pensar reclama que se supriman los privilegios, y que la estratificación por clases sociales ceda el puesto a un nuevo orden en el que sólo existan ciudadanos con iguales derechos.
El gobierno debe ser responsable de todo el pueblo, y no sólo de algunos sectores; no se liga a grupos restringidos ni defiende intereses personales.
El edificio social de la cooperación humana, se construye con ideas. Sobre el fundamento de ideas falsas y engañosas, no se puede construir una estructura social duradera.
Bien. Si todavía no ha identificado la procedencia de esas propuestas, le comento que es una sinopsis del libro “Liberalismo. La tradición clásica.” publicado por Ludwig von Mises en el año 1927, obra en la que el autor retrata la esencia de la filosofía liberal.
Considerando los nombramientos ministeriales, el talante de las órdenes vía Twitter y un vago discurso inaugural, va a resultar cierto lo que alguien dijo: que el presidente, mientras se decía de izquierda para ganar votos, habría terminado ¡rebasándonos a todos por la derecha!
Ingeniero @carlosmayorare