Para algunos parece una idea descabellada, para otros es una forma de revolucionar la educación sexual.
La pornografía es un tema espinoso y de vieja data. En la década de los 70, esta industria tomó más fuerza gracias a la cinematografía y al espíritu de libertad que se vivía, definiendo ese momento como la “Revolución sexual”.
Entendida como todos aquellos materiales (literatura, fotografías, videos, esculturas, pinturas) que representan actos sexuales o eróticos con fin de provocar una excitación sexual, el porno también se ha ido transformando a raíz de los cambios culturales. Y Europa es el máximo ejemplo de ello.
De acuerdo con el rotativo El País, Suecia ha sido el país pionero en “impulsar la educación sexual a través de la industria del cine para adultos”. Pero a él se ha sumado Alemania con una iniciativa que, para muchos, sería pasmosa y chocante: el alcalde de Berlín, Michael Müller, incluyó en el presupuesto destinado al cine berlinés un monto para el “porno ético”.

Pero ¿de qué trata esta tendencia?
En definitiva es la antítesis del porno común y dominante. En esta corriente prevalecen medidas de seguridad e higiene, que los artistas siempre se sientan cómodos y que exista una atracción real entre ellos, si no: no se filma. Además, en esta industria los actrices y actores cuentan con las mismas condiciones salariales. Pero un punto clave son las producciones hechas por y para mujeres, “anulando el papel dominante del hombre blanco que cosifica a la mujer”.
Y es que aunque no se quiere observar así, el papel de la pornografía es fundamental en la educación sexual. Según información de la Asociación Psicológica Estadounidense, entre el 50 % y 99 % de los hombres consumen pornografía, las mujeres de un 30 % a un 86%. Y la edad promedio de los jóvenes que se acercan a este rubro es entre los 9 y 14 años, según datos del sitio online Pornhub. Ante tales números, es evidente que el contenido “influirá en la sexualidad de los adolescentes y condicionará la calidad de sus relaciones durante su vida adulta”, de acuerdo con El País.
Por ello, Europa considera que el “porno ético” puede contribuir a una vida sexual más sana.
El terapeuta matrimonial y autor de “El porno de él, el dolor de ella”, Marty Klein ha señalado que si el porno se pone en perspectiva y se usa como una fantasía adjunta puede ser beneficioso.
Y si se suma a esta corriente alternativa, los espectadores se enfrentarán a perspectivas más amplias del deseo, el placer, la belleza, el respeto y el lenguaje sexual como actividad erótica.