Unos tacos parecen no tener ningún propósito sobre el techo que cubre el banquillo de Sonsonate ¿Cábala? No sería descabellado pensarlo. El Sonso ganó esa noche al Metapán un reñido encuentro. Foto: EDH/Jorge Reyes
Los futbolistas de las reservas cocoteras, con sus respectivos uniformes casuales, van de un lado a otro con sus refuerzos alimentarios tras el juego. Este esfuerzo nutritivo también alcanza para quienes devuelven los balones al terreno de juego. Por cierto, los balones para el calentamiento, así como el resto de instrumentos como conos y otros, parecen bien haber recibido el sol de al menos dos eras geológicas; en el Sergio Torres pasó lo mismo.
Saltan al engramillado los futbolistas de Sonsonate y Metapán con sus uniformes de combate; una banda de corte militar toca el Himno Nacional previo al juego. Para desgracia del paisaje acústico del momento fue una pena que la gente congregada en los graderíos no estuviese en la misma sintonía de quienes con sus instrumentos, su fuelle pulmonar y su entrega, se fajaran para hacer sonar con fuerza las notas del mejor himno del mundo.
Dentro del grupo de fotógrafos hay uno que resalta por su vestimenta, el joven está identificado con un atuendo de trabajo que lleva los colores de la bandera de la ciudad: verde, blanco y azul. El uniforme le fue dado, pero está ahí, la faena es por pura pasión al equipo no más. En el banquillo cocotero alguien dejó unas zapatillas rosas justo encima del techo, algo que bien pudo ser interpretado como una cábala, ya que la lógica dictaba que no tenía un propósito o utilidad. Y bueno, si fue así, la cábala “funcionó” para el equipo sonsonateco al final del reñido encuentro.
Monserrat Argueta es una aficionada cocotera de toda la vida. Aún recuerda cuando el equipo se denominaba “Tiburones” gracias a los relatos de sus familiares. La llevaban a ver al equipo en Tercera División y en Segunda, pero más en la liga de plata. Su primer recuerdo del verdusco equipo fue en la famosa cancha UTF.
– ¿Cambió mucho el ambiente ahora a comparación de cuando subió el Sonso a Primera?
– Sí, ahora la gente ha abandonado al equipo, piensan que no tiene sentido ir a gastar su dinero para ver al Sonso acostumbrado a pelear el descenso
– ¿Hubo barras organizadas?
– Sí, una era la Marea Verde, se ponían en distintos sectores, cantaban cosas diferentes con otra que había. Hubo fricción entre ellas, pero había buen ambiente en la vuelta a la Primera
– ¿Estuvo en alguna barra?
– No, nunca
– ¿Qué opina de la gente que apoya al equipo en todo momento?
– Es normal no estar de acuerdo con decisiones de la directiva, pero si quieres ser reconocido como un verdadero aficionado debes ser como la gente de Firpo, que aunque el equipo iba mal, lo apoyaron en todo momento. Incluso ayudaron de forma directa a los jugadores con colectas y otras cosas. No podés ser resultadista con un fútbol que atraviesa una crisis en nuestro país. Si queremos que cambie la afición debe poner de su parte, dar el primer paso, el ejemplo.
– Veo que no involucran a los niños en los actos protocolarios y otras cosas parecidas
– Creo que es demasiada seriedad la que quieren tomar por parte de la dirigencia. Ves que llegan los militares a tocar el himno, y está bien, pero es muy poca la integración con los niños. Creo que es un error porque a los niños hay que atraerlos para que vengan al estadio. Tal vez haya gente que no sea experta en mercadeo deportivo, pero es también un poco de lógica incluir a los más pequeños. Así como hace Alianza o Águila. Solo buscan a la gente que se pueda pagar, eso no los deja ver más allá de donde están encerrados.
– El estadio no luce muy bien en algunos sectores ¿siempre fue así?
– Jaaa, pero antes era peor. Ahora se mejoró bastante, antes no ni había baños, era de tierra alrededor de la cancha. Ahora los camerinos están mejores, está asfaltado alrededor de la cancha, y eso gracias a la alcaldía, porque es la que administra el estadio.
– ¿Qué quisiera cambiar en el equipo?
– Que no hubiese compadrazgos en la gente de dirección, que no solo trabajen para sus intereses. Hay gente de la dirigencia que no deja que otra gente colabore y no ven más allá del equipo, siento que no hay crisis de dinero, hay crisis de administración.
– ¿Hay gente que quisiera ayudar al equipo y no puede?
– Hay un grupo que hace rifas para ayudar a los jugadores, pero hay gente fuera del país a la que no le dan oportunidad de aportar.
– ¿De qué es lo que más se queda la gente?
– Lo administrativo, que ya hablamos, y la gente se queja también de que los jugadores que llegan no están comprometidos o no reaccionan positivamente a la presión, porque Sonsonate es una plaza bien dura. Sonso trae jugadores que no son del departamento, debería pescar gente de Racing o de Brujos, gente que siente más lo que significa ser alguien de esta tierra.
– ¿Por qué no se le apuesta al sonsonateco?
– Favores, intereses, la gente de la directiva ve solo los beneficios propios. La identidad nace cuando te sientes bien en un lugar, pero la misma situación económica hace que los jugadores no rindan, y mucho menos asuman esa identidad que se necesita, y no es culpa de ellos. No logran esa identificación con el club y menos con la ciudad.
– ¿Cómo ve el trato a los reservistas?
– La prioridad siempre será los futbolistas de la mayor. Pero deberían de ayudar a los reservistas porque tienen un trato diferente, ahí es donde nace la identidad y el amor por el equipo, por el escudo y lo que representa. Deberían mejorar las condiciones para ellos, como tener un salario. Porque ellos juegan también partidos de Primera o Copa y ayudan al equipo.
– ¿Qué mejoraría del estadio?
– Los baños, los banquillos, el engramillado; de ahí el resto está más o menos. Creo que es una necesidad techar aunque se juegue de noche, porque también llueve y la gente busca no enfermarse.
Zé Paulo, exfutbolista de Sonsonate, quien juega ahora en Metapán; es un futbolista veloz destacado por su buen arribo en ofensiva y poseedor de una notable capacidad para asociarse. La primera característica en cuestión le trajo varias faltas en contra, como regularmente le pasa; en una de esas parece que el brasilero no parece estar cómodo con un calzado traicionero. Pidió tiempo para cambiarse el par de zapatillas y se puso otras en impecable estado, mas siendo francos el cambio no le trajo mayor provecho.
Los futbolistas no ayudan mucho al ornato de la cancha, y en cada rehidratación las evidencias quedaban cerca de la línea de cal, compuestas esencialmente por bolsas plásticas que tuvieron agua; tampoco nadie de los banquillos o los recogepelotas se encargó de ayudar en dicho apartado. Pero volviendo un poco a la acción, hay que decirlo, fue un juego con mucho roce entre Sonsonate y Metapán. Hubo algunas faltas pasadas de tono, pero en general fue bastante peleado, ello provocó que ambos cuerpos médicos, bien equipados, salieran una y otra vez con sus instrumentos respectivos para tratar molestias físicas y varios golpes intensos.
El juego terminó con marcador de 2-1 a favor de Sonsonate, y una muy reducida compañía calera se mostró decepcionada con el resultado. En el sector del estadio destinado al conjunto visitante, platicaron unos minutos Paolo Suárez y Ricardo Ferreira, el primero cumplía una sanción y el segundo fue expulsado en el segundo tiempo. Los graderíos en los que estaban ambos, más una decena de aficionados caleros, quedaron sucios tras el juego; más insalubre que el sector techado de la tribuna cocotera; los basureros, si de excusas proponemos, no abundaban para la causa. Sonsonate a fin de cuentas tiene voluntad y recursos para hacer las cosas bien, la pena, es que los salarios del plantel no estuviesen al día.
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La mayoría de estadios tienen precarios muros que separan la calle de la cancha, o de las tribunas; viejas mamparas llenas de ladrillos despintados, manchados con ilícito spray o simplemente humeados por la contaminación de cualquier vehículo. Pero ese no es el caso del Estadio Vicentino, recinto que alberga los juegos como local del Audaz, que juega con los colores de Independiente. Buena parte del muro del estadio fantasma (y ya saben, no es que esté en abandono total) cuenta con varios chalets provistos de techos de hojas secas de palmeras, como con unos cuatro metros de largo aproximadamente cada uno; venden frescos, licuados, pupusas o antojitos. Por tratarse de un día de semana, no operaban la mayoría, pero la idea da un colorido importante a las afueras del estadio, y, ante todo, da una imagen de ornato. Incluso llega hasta recordar el ambiente contiguo a cualquier playa del país; aunque esté bastante lejos, ciertamente.
El sol y sus rayos bombardearon sin cesar toda la tarde con una fuerza atómica, se ve cómo lo reciente el engramillado y todo lo que compone el estadio; los únicos que parecen inmunes ante la colosal fuerza solar son algunos árboles bien adaptados y preparados para resistir tan lumínico y térmico poder: árboles de mango, aguacate, entre otros. A los futbolistas de ambos equipos no les demoró mucho entrar en calor, pero demás está decir que están acostumbrados al tórrido clima; se jugaba el Audaz-Jocoro, que el 23 de marzo se enfrentaron por la vuelta de las semifinales en Copa El Salvador . La espina para Jocoro, quien quedara eliminado en dicha instancia a manos de Audaz, aún dolía, y eso se percibía por lo que se comentaba entre los futbolistas morazánicos; esas ganas de vencer al rival estaban a flor de piel, eso se escuchaba en cada palabra tanto en jugadores como cuerpo técnico. Su sed de victoria era más fuerte quizás que el clamor mismo por humedad que pedía la tierra seca ubicada en los alrededores del estadio, las ganas de triunfar de percibían inmensas, y por fin, los delirios de pagar los puntos que adeudaban tras una sanción de 6 en total impuesta por la Fesfut debido a la no inscripción en tiempo de la categoría Sub 17 del equipo.
Chalets. Una buena idea para evitar que las paredes exteriores del estadio sean manchadas y de paso generar oportunidades de emprendimiento. Foto: EDH/Robbie Ruud
Algunos aficionados se sientan en rocas a la espera del juego, sentarse en los graderíos podría acarrear molestias renales a las 3:00 p.m. Foto: EDH/Robbie Ruud
Los reservistas, quienes jugaron poco antes del duelo de la categoría mayor, pasaron desde la cancha hacia las tribunas con algo semejante a un choripán envuelto en papel aluminio y una soda en botella entre manos. El refrigerio de recuperación correspondiente, o llamado también en el caló popular como: “mata hambre”, precede a una alimentación más completa.
En el micro calentamiento se mostraron los jugadores con los chalecos impecables; los aditamentos ocupados para hacer piques saltos y más estaban en óptimas condiciones, conos, discos y demás. Había un ritual particular previo al juego, y es que los jugadores del Independiente pusieron en el suelo, frente a su correspondiente banquillo todas sus espinilleras, como si esperaran a que el calor las secara, algo que no pude confirmar; pero que pareció colorido y poco común. La gran mayoría de futbolistas previo al calentamiento ya se habían cambiado, y tan solo unos pocos liquidaron dicha labor logística dentro de los camarines, que parecían unos auténticos saunas.
La costumbre de arrojar bolsas plásticas que contuvieron agua estuvo presente por parte de ambos equipos, sin embargo, miembros del cuerpo técnico y hasta los jueces de línea, aprovechaban para retirar de la cancha esos restos. Una actitud interesante que no había visto al menos en los juegos anteriores, y que por supuesto, es plausible para la imagen del juego mismo. Dieron el ejemplo.
El ojo engaña a muchos que piensan que los tableros son electrónicos, más bien son hechos de madera y los colores a utilizar dan esa sensación óptica. Foto: EDH/Robbie Ruud
Reservistas del Audaz se retiran del estadio con el refrigerio entre manos. Ninguno utiliza una equipación que les identifique tras el duelo. Foto: EDH/Robbie Ruud
Este fue otro juego más en el que pude constatar la ausencia de botargas. Metapán tiene, pero solo utiliza su jaguar cuando juega de local. Ni un fantasma, y menos una enorme y colosal “llama” o fogón aparecían en el paisaje; quizás cuando los equipos jueguen de noche ocurra, pero eso no se ve muy probable ni a largo plazo. Una ausencia que pude constatar, ciertamente muy curiosa, fue la de Cruz Roja o Cruz Verde para brindar asistencia. No tuve claro quién tomaría la camilla si se necesitaba en el partido, esta se encontraba recostada en la malla metálica que se extendía para dividir el acceso a los camerinos. Pese a que hubo tres expulsados y varias faltas fuertes cometidas, nadie salió nunca en camilla, nadie; y no quedó claro si fue porque no la necesitaron los jugadores lesionados, o porque no había quien la tomara para utilizarla; el objeto hizo presencia únicamente.
En el estadio llamó la atención la falta de protección ante las lluvias, ningún graderío cuenta con un techo para el respectivo resguardo. Existe únicamente una protección, un techo de lámina, exclusivo para periodistas, televisión, futbolistas y acompañantes de futbolistas, nadie más puede estar a salvo empero si lleva una sombrilla o un buen chubasquero. En la tribuna más utilizada el sol era sumamente feroz, la mayoría de aficionados se concentraban en los escalones y espacio cerca de los camerinos, donde había una sombra que avanzaba conforme a los minutos. Esto no beneficiaba a mostrar “colorido” frente a las cámaras, ya que la transmisión era incapaz de mostrar a la mayoría de aficionados reunidos. En la tribuna, que en términos prácticos podría considerarse como el sector de sol general, había una persona con sombrilla casi frente a la línea del centro del campo, mientras que en el mismo bloque estaban más alejadas unas cinco personas que aprovechaban el refugio inestable que daba una publicidad de telefonía instalada con angostas banderas.
A la entrada del estadio se ubicaba un emprendedor que respondía al nombre de Daniel Ramírez, un señor de 68 años de edad que vendía unos objetos muy particulares y de una importante utilidad para los aficionados locales y visitantes.
– ¿Qué es lo que vende, chamacón?
– Estos son cojines que he hecho, para que no le dé mal de orín
– Qué genial ¿usted los hace?
– Sí, seguro, yo los hago
– ¿Hace cuánto los hace?
– Vine este año a venderlos, adentro tienen pura tela (con revestimiento de papel). Hay gente que le pone desperdicio de otros materiales como plástico, hule o madera, pero yo les pongo tela para que la gente se sienta cómoda.
– ¡Y si no quieren que ablanden el suelo entonces! ¿no?
– Así es, jaja.
– ¿Cuánto cuestan?
– Dos coras (cincuenta centavos de dólar)
– Ahh, está bien, deme uno ¿se venden mucho?
– Sí, olvídese, más que acá cuesta encontrar sombra en los partidos.
– ¿Desde cuándo los vende?
– Desde que el equipo está en Primera
– ¿Se refiere al Audaz o al Independiente?
– No, desde que juega con los colores del Independiente, es que yo apoyo a los fantasmas. Así que en la rebúsqueda (generación de ingresos) me vine para poder también ganar unos centavos.
– Nunca había visto esto en ningún lado, me parecen muy curiosos estos cojincitos
– ¿Ya ve? A la gente le sirve, nadie más se preocupa por esto
– ¿A qué otra cosa se dedica?
– Ayudo a un conjunto a transportarse para hacer presentaciones, se llama “La Clave”, y es de acá de San Vicente, de la cabecera. Todo lo que hay que cargar de instrumentos, cuestiones del sonido, todo eso.
– ¿Está optimista con Audaz en la final de la Copa El Salvador?
– Sí hombre, por supuesto, ya los verguiamos acá este año aquí, así que estoy seguro que les podemos ganar de nuevo ¿quién dice que no?
– ¿Siente que la gente apoya al equipo lo suficiente?
– Lo que pasa es que a la gente no le gusta asolearse, si usted ve todo el frente está vacío por eso, la gente busca la sombra para poder ver el partido, sino no viene a sacrificarse.
– Bueno, lo dejo con los cojincitos entonces, no quiero quitarle tiempo para que los venda
– Déjeme decirle algo, estos cojines antes los vendían en los partidos del Alianza, y dicen que se los prohibieron, esos los agarraban para sentarse en sol (la tribuna de graderíos).
– ¿Pero por qué, qué pasó?
– Es que les daban fuego y los tiraban a la cancha, por eso se los prohibieron.
Daniel Ramírez vende cojines de fabricación propia en el Estadio Vicentino para que la gente no sufra el rigor del sol al sentarse, o peor aún, que padezca luego de una enfermedad renal. Foto: EDH/Robbie Ruud
Acá se muestra el espacio previo a los camerinos en el Estadio Vicentino. Entre cachivaches y otras cosas se instala un sujeto que controla el sonido ambiente del recinto. Foto: EDH/Robbie Ruud
En el Estadio Vicentino hay una franja importante para el tránsito del lado de “sombra”, aunque la sombra entre de lleno ya bien por la tarde, pasadas las cuatro y media de la tarde. Mucha gente se queda casi pegada al muro para resguardarse del sol, y hay quienes ya ubican grandes rocas para poderse sentar y ver el juego, aunque se trate de una distancia considerable hasta la cancha. Son pocos quienes eligen los cojines de Daniel para resguardar sus posaderas del calor contenido en el cemento, los graderíos han recibido sol de casi todo el día, y es difícil que se enfríen para el momento del partido. En el camino encontré a una niña con huacales llenos de agua, en ellos intenta preservar frías las bolsas con agua. Es la opción más económica para hidratarse en el estadio. Cerca hay planchas donde asan fríen carne y venden hamburguesas con curtido (chucrut, col o repollo fermentado).
La consola del equipo de sonido del estadio se encuentra al pie de los vestuarios, instalado en una esquina junto a un montón de cachivaches, una hielera, una bolsa gigante con agua embolsada, una escoba artesanal, trapos, huacales, cajas, un trapeador, una mesa y una carpa de vinilo entre otras cosas. El fornido personaje que encarna la voz se sienta en una silla enana para amenizar y dar la bienvenida, todo esto forma un cuadro sin armonía que bien podría representar cómo se organizan varios equipos semana a semana.
Cerca de los banquillos se pueden ver en el suelo muchas bolsas que contuvieron agua, parece que es cábala para algunos equipos tener muchas tiradas en el suelo, sobre todo cerca del banquillo. También hay cerca unas pelotas con un desgaste importante en la superficie, una de ellas está en la mesa plástica que ocupa el cuarto árbitro para tener el famoso “tablero” que funciona para las sustituciones y el tiempo añadido. Dicho objeto es de madera y se manipula como si de un juego de antaño se tratara, lo componen dígitos que simulan a los lejos ser los pertenecientes a un tablero electrónico, ya que los números muestra un color rosa y amarillo fluorescente.
Ya en los banquillos se puede calcular sin dificultad que no alcanzan en cuanto a dimensiones para mantener a todos los futbolistas y cuerpo técnico sentados cómodamente. Son muy chicos. De lado de Jocoro hubo parte del cuerpo técnico sentado sobre una pila de pelotas contenidas en una malla, a otros les “platicó” en el puro suelo, y otros más en un par de hieleras. En el banquillo de Audaz preferían estar parados quienes no lograban asiento ¿al menos esto les impedía relajarse demasiado y no estar preparados para la acción?
El Estadio Vicentino tiene banquillos chicos. Unos jugadores del Jocoro se sientan en el suelo y algunos miembros del cuerpo técnico se las ingenian para descansar sobre cosas que llevan. Foto: EDH/Robbie Ruud
Los cuerpos médicos de los equipos se mostraron muy eficientes y notablemente equipados con lo necesario para atender cualquier eventualidad, incluso con un tanque de oxígeno. El doctor encargado del Jocoro tenía una especie de compartimiento de tela semejante a una hielera de tela, y en ella tenía dibujado con lo que parecía una imagen prediseñada del catálogo de Microsoft Word a un cirujano operando; debajo de la ilustración se mostraba el nombre del médico así como su teléfono, contacto entre otras cosas.
No sé si es por la construcción de una nueva identidad o una clara ausencia de sentido de pertenencia, pero la gente en los graderíos no emboca ni un solo cantito, nadie tiene instrumentos, y lo único que se escucha es esto: una avalancha eterna de insultos para los jugadores, en especial para la cuarteta arbitral, a la que dedicaban una diversidad de groserías por cada cosa que pitaba en contra del Audaz. La afición local carecía de alegría y entusiasmo, era un mar de amargura que se agitó en un maremoto de improperios tras el pitazo final, Audaz perdió 1-2 contra Jocoro y de paso tuvo a tres futbolistas expulsados. La carencia tocó a los vicentinos en todos los niveles y categorías ese día.
Lea acá la segunda entrega: “La pobreza en la Liga Mayor (II parte)
La entrega definitiva está en este enlace: “La pobreza en la Liga Mayor (capítulo final)”
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Nota aclaratoria
Las intenciones del texto narrado tienen como uno de sus objetivos fundamentales describir todas aquellas situaciones y objetos que suelen pasar inadvertidos por el sediento hincha de fútbol. En ningún momento se busca perseguir otro fin que el de resaltar todos los escenarios de pobreza material, moral, así como las pésimas o nulas gestiones de las juntas directivas que dominan el actual panorama del balompié en la Liga Mayor. Algunos nombres de las fuentes citadas son ficticios para salvaguardar identidades y evitar represalias. Esta crónica buscó también acercar a las personas que no tienen la posibilidad de ir a un estadio en El Salvador, para así ponerlas en contexto y brindarles información que no se consigna en los afanes periodísticos cotidianos. El fin último y más ambicioso de este retrato escrito es que ni las autoridades del fútbol, ni los futbolistas, ni los aficionados, ni cualquier otro actor del máximo circuito del deporte rey baje los brazos ante los panoramas acá descritos. Todos estamos en la obligación de velar -desde donde nos corresponda- por un mejor trato y ambiente tanto para voluntarios como para empleados y público en general. Por último, se omitieron los estadios Arturo Simeón Magaña así como el Héroes y Mártires del 30 de julio de 1975 por no ser los recintos recurrentes de FAS y Santa Tecla, tampoco se juntaron mayores detalles sobre el Estadio Cuscatlán -recinto donde juega Alianza- por superar de forma sobrada los cánones de pobreza esbozados en este escrito.