INFOGRAFÍA: La riesgosa operación de cerebro que cambió la vida de Miguel

Miguel Antonio Servellón, de 27 años, sufría de fiebres altas y convulsiones sin saber que estos síntomas se debían a una malformación en las venas de su cerebro, problema con el que nació y que no se llegó a manifestar sino hasta su juventud.

descripción de la imagen
Foto EDH/Lissette Monterrosa

Por Violeta Rivas

2019-05-27 4:00:43

Miguel Antonio Servellón Ayala, de 27 años, es un joven que siempre llevó una vida normal y no se enfermó gravemente sino hasta los 23 años, cuando tuvo un episodio donde presentó fiebre alta y convulsiones.

Miguel manifiesta que en esa ocasión, cuando reaccionó, solo le preguntó a sus familiares qué le había pasado, pero optó por no consultar con ningún médico, sobre todo porque no volvió a ocurrirle.

Luego de esos síntomas, y cuatro años más tarde, en marzo del 2018 Servellón comenzó a tener fiebres altas y dolor de cabeza.

“Me comenzaron fiebres, un dolor de cuerpo intenso y así estuve tres días y así asistía a mi trabajo, que hasta me estuve inyectando para el dolor. Ya para el tercer día no soporté el dolor y fue cuando fui al hospital Policlínico Zacamil del Seguro (Social)”, cuenta el paciente.

Al pasar consulta en el hospital del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), le indicaron dos exámenes, uno de sangre y otro de orina, y que esperara los resultados.

“Fui al laboratorio, me tomaron las muestras y mientras esperaba me senté y convulsioné. Cuando vine a reaccionar, porque no recordaba nada, era como si me había desmayado. Estaba en la sala de emergencia rodeado de médicos, me quise levantar y sentí un fuerte dolor en el brazo. Entonces los doctores me acostaron nuevamente”, comenta Miguel.

El paciente explica que el dolor era por un suero anticonvulsivo que le habían colocado. Ahí le preguntaron si ya había sufrido en otra ocasión una convulsión.

Miguel les comentó que años atrás sus familiares le dijeron que había convulsionado en una ocasión, pero que lo relacionó con las fiebres altas que había tenido.

“El médico me dijo que un niño menor de dos años convulsiona por fiebre, pero que en un adulto la razón era otra y me dijo que tenía que revisar cuál era la razón de la convulsión. Me dejaron ingresado por seis días y me comenzaron a hacer los estudios. El primero fue una punción lumbar”, cuenta.

Foto EDH/Lissette Monterrosa

Miguel explica que los médicos querían descartar la existencia de un parásito en el cerebro o una meningitis, ya que esto sería grave. Al descartar esta enfermedad le dijeron que tenían que continuar haciéndole otros estudios.

Luego fue trasladado para el Hospital General del ISSS donde le realizaron una Tomografía Axial Computarizada (TAC) y una resonancia y fueron esos exámenes que encontraron la razón de las convulsiones: Miguel tenía una malformación arteriovenosa cerebral.

A partir de ese resultado inició las consultas con la doctora Dania Trinidad, especialista en neurocirugía endovascular, quien realiza las operaciones en el ISSS junto al médico Rafael Chang, neurocirujano.

La malformación es una anomalía entre una vena y una arteria, es como una fuga, un corto circuito que se origina en una especie de ovillo de lana que se forma en las venas y arterias del cerebro, explica la doctora.

“Yo lo vi a él en Emergencia, y al ver el TAC le dije que él ya había sangrado en su cabeza y le comenté que se le haría una resonancia para evaluar si se podía dar tratamiento o no. Así fue como posteriormente le hicimos todas las evaluaciones, una arteriografía arterial diagnóstica y comenzar a prepararlo para la operación y planear todo”, comentó Trinidad.

La especialista expone que existía la posibilidad de realizarle la operación a través de la arteria (una embolización), pero que actualmente el país no cuenta con el medicamento llamado Onyx, que se utiliza para realizarla.

El problema de las malformaciones de este tipo, dice la especialista, es que como son vasos anómalos, débiles. Conforme pasan los años y la persona va creciendo, añade, desarrollan hipertensión arterial, se va estirando el tejido, los vasos se vuelven más frágiles y sangran.

“El sangrado que tuvo el paciente por suerte fue leve; usualmente cuando una persona tiene un sangrado difícilmente llega al hospital, o cuando llegan a la atención en las primeras dos semanas fallecen en un buen porcentaje”, dice Trinidad.

La doctora explica que de 10 pacientes con este padecimiento seis fallecen y en muchas ocasiones se desconoce la razón, porque no se ha realizado el diagnóstico.

De los cuatro pacientes que restan, uno vive con secuelas, otro muere durante las primeras semanas, otro vive con secuelas moderadas y el último queda con secuelas mínimas, si no son operados de la malformación.

“Las secuelas dependen del área del cerebro donde se produzcan. La lesión de Miguel era en la región parietal del cerebro, la parte que se encarga de la asociación del lenguaje, del habla en el sentido verbal, mímico, visual y escrito. Es el área que se encarga de decir cómo se llama un objeto, para qué sirve y cómo se usa. Al paciente le explicamos qué es la enfermedad que tiene, si se le puede o no tratar y qué riesgos puede correr él con la operación”, explica la especialista.

Foto EDH/Lissette Monterrosa

Un aspecto importante que destaca la doctora es que los síntomas usualmente aparecen en la edad productiva de las personas, entre los 20 y los 40 años.

Debido a la ubicación de la malformación en el cerebro del paciente, al momento de la operación tuvieron que colocarlo de una forma especial utilizando un equipo médico llamado Cabezal de Mayfield para poder fijar la cabeza para que no tuviera movimiento y poder realizarle el corte en el cráneo. Luego proceden a retirar el ovillo de los vasos sanguíneos, una operación que se realiza a través de un microscopio con instrumentos microquirúrgicos: algunos de estos tienen solo un milímetro de tamaño.

Esta operación tiene un costo aproximado, en el sector privado, de $20,000, y al momento en que se hizo el procedimiento a Miguel, en noviembre de 2018, en el ISSS no se realizaba desde hacía más de 10 años.

“Al momento de la cirugía solo pensé en mis creencias, tener fe en Dios de que todo saldría bien, porque nada ocurre si no es la voluntad de Dios, entonces mi decisión no fue tan difícil. Aunque mientras estuve en el proceso antes de la operación en mi mente indagaba bastante pensando si no iba a salir con vida de esto; pensaba también en mis hijos, tengo dos niños pequeños”, comenta Miguel.

En cuanto a los riesgos de la operación, la doctora sostiene que los más básicos van asociados a la anestesia general, que la herida se pueda abrir, lo cual tiene que ver con los cuidados del paciente, o que se infecte, problemas que raramente ocurren.

Los riesgos graves son que el paciente presente un sangrado masivo, debido a que las venas y las arterias del cerebro tienen un flujo de sangre extremadamente grande y sale a una presión tan alta que en el lapso de un minuto puede haber sangrado un litro.

La malformación es como un tumor vascular, explica la especialista, donde no se entiende qué es vena y qué es arteria, y tiene una forma de cono. Durante la cirugía se va retirando el ovillo de venas, las cuales se van disecando, para al final colocar una gasa especial que absorbe el cuerpo y el espacio vacío con el tiempo se va restaurando.

Otros riesgos tras la operación son que el paciente tuviera un coágulo grande que le aplastara el cerebro o una secuela neurológica como problemas para hablar, para identificar de los objetos, para qué sirven, qué se puede hacer con ellos.

En estudios que se le realizaron al paciente antes y después de la cirugía, se concluyó que esta resultó como se había planeado.

El paciente ahora solo tiene que permanecer con cuidados, como evitar padecer estrés para no producir dolores de cabeza.

De no haberse realizado la operación, el paciente siempre corría el riego de tener un sangrado masivo, sin control, el cual podía dañar de forma indiscriminada el cerebro y aumentar las convulsiones.

“Con esta operación él está curado de las convulsiones, curado del riesgo de sangrado por esta enfermedad”, dice la doctora Trinidad.