Iglesias antiguas de El Salvador, entre el deterioro y la fe
Algunos templos neogóticos de El Salvador, considerados de gran valor patrimonial, se enfrentan a la titánica tarea de preservar sus edificaciones y tener siempre planes de emergencia. Con presupuestos escasos deben imponerse a un contexto inclemente.
Es un día nublado de mayo y la Catedral de Nuestra Señora de Santa Ana, en el departamento de Santa Ana, tiene el mismo aire imponente que cualquier día de resplandeciente sol. Cubierta por una mezcla blanca natural, la fachada del templo oculta los daños por más de un siglo expuesta a la inclemencia del tiempo, al vandalismo y los apretados presupuestos para su restauración.
Han sido alrededor de 50 años los que ha tomado la completa edificación de esta catedral, iniciada en 1906. Y a través de ellos la fusión de corrientes arquitectónicas es evidente para los expertos. Neogótico, detalles renacentistas y un estilo colonial son las características que describen esta iglesia de 2,500 m², según el arquitecto Julio Nájera, quien ha estado al frente del comité técnico de la Asociación Pro Restauración de la Catedral de Santa Ana.
“Existen vestigios aquí en catedral de que el estilo no sería así, y fue cambiando. De gótico tiene poco, exceptuando por los arcos ojivales y el interior es una sorpresa, porque el gótico es piedra, pero acá uno ve repellos simulando granito verdoso, rosadoso y gris. Es una reinterpretación gotizante”, expresó Nájera ante la insistencia de si esta construcción está marcada por el neogótico, estilo que inició en la segunda mitad del siglo XVIII.