El 25 de mayo de 1939 nació en Inglaterra Ian Murray McKellen, meses antes de la explosión de la Segunda Guerra Mundial y paralelo al auge de uno de los grandes superhéroes del cómic: Batman.
Ambos hechos marcaron la vida de este histrión, quien reveló en una ocasión que los bombardeos nazis ejercieron un fuerte impacto psicológico en él. Y al parecer también el héroe enmascarado amante de los murciélagos lo influenció, he ahí la tendencia a su personaje con capa, Magneto, de los “X-Men”.
Desde niño supo muy bien lo que más anhelaba en la vida: ser actor. Siempre se esforzó por cumplir su sueño, luchó contra viento y marea hasta terminar en la prestigiosa Universidad de Cambridge, donde estudió interpretación.

Sin duda, su primer amor fue el teatro, incluso hace unos tres años durante una charla en Cuba se autodefinió como “actor de teatro”, aunque cree que hacer películas es la cosa “más maravillosa del mundo”.
A inicios de sus 20 debutó en las tablas a nivel profesional, aunque su debut oficial fue con el rol de Eduardo II de Inglaterra, en la obra “Eduardo II”, de Christopher Marlowe. En los años 70 creó su propia compañía de teatro y después ingresó en la Royal Shakespeare Company, legendaria compañía de teatro británica.
Entretanto, su romance con la gran pantalla no se formalizaba. Tras varias apariciones y papeles secundarios, poco a poco su rostro se fue familiarizando para el público.

En la década de los 90 su nombre ya era conocido en la industria estadounidense, participó en filmes como “Seis grados de separación” (1993), “La sombra” (1994) y “Richard III” (1995).
Pero definitivamente se consolidó en 1998, con las películas “Dioses y monstruos” y “El aprendiz”. Las buenas críticas fueron arrolladoras, fue en este tiempo que recibió su primera nominación al Óscar a Mejor actor.
El nuevo milenio le tenía preparada una grata sorpresa a este histrión, a sus 61 años interpretaría el papel que lo dio a conocer a nivel mundial: Erik Lehnsherr, mejor conocido como Magneto en la saga cinematográfica “X-Men”.

La industria comercial estaba haciendo de las suyas con esta celebridad, a quien no le bastó con todo lo que conllevó su rol de villano. McKellen también quería ser de los buenos, y aceptó el papel de Gandalf de “El señor de los anillos”.

Luego llegó toda una serie de secuelas por parte de ambas sagas, y en todas ella participó.
Al mismo tiempo trabajó en otras cintas como “El código Da Vinci” (2006) y “La brújula dorada” (2007). Como dato peculiar, pocos saben que este profesional de la actuación rechazó ser Albus Dumbledore, en “Harry Potter”.
Hoy, a sus 80 años, sigue trabajando frente a las cámaras y también luchando a favor de los derechos de la comunidad LGBTIQ.