Tres maneras de gobernar

La esperanza de todos es que el futuro mandatario gobierne con la cabeza. Que se preocupe por conocer las limitaciones y necesidades del país que recibe y tenga un verdadero sentido de las prioridades

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Albert Camus (1913-1960). / Foto Por EDH-AFP

Por Teresa Guevara de López

2019-05-19 4:05:05

Saltando dos semanas para la toma de posesión del nuevo presidente continúa el clima de expectación e incertidumbre ante la falta de información en temas vitales, como la conformación del nuevo gabinete, que debe estar constituido por profesionales de reconocida experiencia y probidad, para sacar adelante el país destrozado que deja en herencia el Frente. Y preocupación porque no se aprovecharon los 4 meses desde la elección para una seria labor de transición para que los nuevos funcionarios se enteren del estado de las carteras que reciben.

Como se desconoce cuál será el estilo de gobernar del creador de Nuevas Ideas, se pueden considerar tres diferentes: con el corazón, con el hígado y con la cabeza. Se gobierna con el corazón, cuando sin mayor preparación ni experiencia pero con mucha buena voluntad y entusiasmo, el gobernante quiere terminar definitivamente con la pobreza, generando programas sociales para hacer realidad los sueños e ilusiones de los más necesitados.

Perfecto ejemplo de gobierno/corazón fue el de Eva Perón, quien lamentando su infancia miserable, quiso resolver de inmediato los problemas de sus descamisados. Durante sus 6 años como Primera Dama -en realidad el poder tras el trono- organizó a los descamisados en sindicatos; las mujeres tuvieron derecho al voto; construyó más de mil orfanatos y sitios de recreación en las lejanas playas, para los niños que nunca habían visto el mar; más de mil escuelas; 60 hospitales; centros para ancianos; paquetes de ilusión para recién casados y canastilla para sus bebés. Ante la escasa población argentina, el séptimo hijo de toda pareja tendría a Perón y Evita como padrinos y derecho a educación gratis toda su vida. Y aunque suene maravilloso y conmovedor, la triste realidad es que dejó en quiebra a la Argentina, porque el populismo jamás es sinónimo de progreso.

Gobiernan con el hígado aquellos que al llegar al poder, lo aprovechan para cobrarse antiguo agravios, en plan de revancha, felices de poder hundir a quienes consideran sus enemigos. Se creen omnipotentes, se rodean de una camarilla de incondicionales aduladores, que servilmente se rinden ante sus caprichos y no toleran ningún tipo de críticas, aunque sean positivas y redunden en beneficio de la población. Se opone a cualquier iniciativa si viene del partido contrario, para demostrar que aquí mando yo, olvidando que el poder que ostenta le ha sido otorgado por el pueblo soberano, a quien tiene que dar cuenta de su administración. El ex presidente prófugo/exilado llena el perfil de este tipo de mando, con las consecuencias que todos conocemos y padecemos.

Y la esperanza de todos es que el futuro mandatario gobierne con la cabeza. Que se preocupe por conocer las limitaciones y necesidades del país que recibe y tenga un verdadero sentido de las prioridades. Que se olvide de quienes le ayudaron a conquistar el poder, con la esperanza de componerse mediante un importante cargo en el gobierno. Que tenga la visión y la humildad para entender la diferencia que existe entre una adulación y un sano consejo, en reconocer que las cualidades más valiosas en un funcionario son la honradez, la responsabilidad y el verdadero sentido de la virtud de la austeridad. Pero que acepte que en su equipo de trabajo necesita personas que puedan complementar su experiencia en áreas de planeación estratégica, finanzas y formulación de proyectos de infraestructura.

Hasta el momento, el presidente electo ha sido una figura invisible, presente únicamente a través de las redes sociales, muchas veces con expresiones que no están a la altura del Presidente de la República de El Salvador. ¿Podemos esperar un cambio?

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