Realizar frecuentes “acuerdos de paz” ha sido una de las lustrosas ocurrencias de los efemelenistas, que en tal forma buscan oxigenar su manchada imagen, aun antes de la contundente derrota sufrida en los últimos comicios.
Pero El Salvador es una República que se rige por un Orden de Derecho y aun cuando mucho se determina por leyes decretadas por la Asamblea, el rumbo del país debe ceñirse a lo que se define y establece en la Constitución.
Un Estado de Derecho fija los límites de lo que se puede hacer, pero en tal manera libera a la gente para buscar por sí misma su felicidad y su destino. Y esa es la enorme distancia que nos separa, como un Estado que se rige por la ley, de regímenes autocráticos y despotismos, entre ellos el socialismo del Siglo XXI, el nazismo y el islamismo extremista, que regulan lo que la gente hace hasta en sus menores expresiones.
O como en la novela de Orwell, “el Gran Hermano te vigila”, y ese “Gran Hermano” son las estructuras de coerción y espionaje que son la médula del socialismo totalitario, todo movido por el odio y la envidia.
Haciendo uso de las libertades públicas, individuos y grupos abusan y caen encima de entidades, partidos políticos y toda suerte de movimientos, como es el caso de las gerentocracias y pequeñas mafias que se apoderan de partidos.
ARENA ha sufrido de tal situación pero más los efemelenistas, cuya gerentocracia impone sus ideas tan fracasadas como su década en el poder y su apoyo a dictaduras militares fascistoides como las de Venezuela y Nicaragua.
La primordial tarea de los partidos democráticos es limpiar sus directivas y consejos de vividores, de minuspensantes, de los que están allí sin aportar ideas, electores o prestigio.
Cualquiera con alguna trayectoria política puede señalarlos.
Firmaron los acuerdos, pero nunca dejaron los odios ni la violencia
Los tiempos demandan líderes con carisma, vigor, trayectoria de trabajo y enfoques, precisos de cómo superar la calamidad en que hemos caído como país, lo que se convierte en terreno fértil para populistas.
No se trata tanto de realizar relevos generacionales cuanto de relevos mentales, relevos de actitudes, sea en nuevos miembros o en otros que se incorporen al esfuerzo, en personas afines a la mentalidad de libre mercado, de promover crecimiento y promover nueva inversión. Y esto, como señalamos, vale para todos los partidos democráticos en contienda. El Salvador necesita reponerse de los graves daños causados por el saqueo y la grave incapacidad del régimen saliente.
Los efemelenistas se presentaron en Chapultepec pero sin intención de dejar sus ofensivas, su guerra. Esa es la razón por la que continuaron secuestrando como los del PCS y matando como Belloso, que no renunciaran a sus alianzas con dictaduras militares fascistoides de izquierda ni a sus denunciados vínculos con los narcoterroristas de las FARC.
Con el saqueo fiscal, la masa de nueva burocracia, su voracidad, llegan al poder con despilfarro mientras el país está empobrecido, desorientado, martirizado y sin rumbo en asuntos tan vitales como controlar la violencia y atraer inversión. Y las principales víctimas de tal situación son las familias, los niños y jóvenes, la moralidad pública.