A inicios del siglo pasado, en 1902, un neurólogo judío que por su religión y sus atrevidos postulados teóricos habría sufrido una especie de ostracismo profesional, empezó a convocar, en Viena, a un reducido grupo de intelectuales los miércoles por la noche en su apartamento de la calle Berggasse 19.
“Un pequeño círculo de colaboradores y simpatizantes me otorgan el gran placer de venir a mi casa a la tarde (8:30 p.m. después de la cena) para discutir temas de interés en psicología y neuropatología…. ¿Sería tan amable de unirse a nosotros?” rezaba la invitación. Esas reuniones de los miércoles se fueron convirtiendo en ritual, al punto que, 6 años después, ya no serían “La Sociedad Psicológica de los miércoles” sino que se darían el nombre de “Asociación Psicoanalítica Vienesa”.
Sigmund Freud, el anfitrión, enfrentó entonces el disgusto de sus colegas médicos, quienes le recriminaban que invitara a personas sin formación universitaria en medicina. Freud, hombre de fuerte personalidad, se mantuvo: llegarían quienes tuvieran interés y mostraran competencias para aprender el psicoanálisis, teoría y práctica revolucionarias para su tiempo. Lou-Andreas Salomé, por ejemplo, la inteligente escritora rusa de espíritu libre y ardorosa personalidad (íntima amiga de Rilke, Nietzsche, Rée, Freud entre otros famosos) no habría tenido cabida en ese estrecho círculo si Freud no se hubiera mantenido firme. (Regálese un viajecito por Google Maps, copie la dirección Berggasse 19 y visite el bello “Museo Sigmund Freud”, aunque sea por satélite. Para mantener vivas las esperanzas de recuperar el Centro Histórico de San Salvador).
Guardando las distancias, algo parecido está pasando actualmente con el Coaching, anglicismo para referirse al proceso de transformación dirigido a la toma de conciencia, el descubrimiento y el crecimiento personal y profesional que ayuda a personas y organizaciones a mejorar su rendimiento y obtener resultados extraordinarios: psicólogos y psiquiatras ven con algo de desdén esta práctica, por otra parte, ya aceptada y difundida en el mundo de los negocios, industrial y empresarial por los éxitos que ha conseguido. Los argumentos de una y otra parte no son antojadizos ni despreciables. Las suspicacias se mantendrán por un tiempo pues no todos se comportan con igual ética, pero he llegado a creer que son disciplinas de distinta naturaleza, que atienden mercados diferentes, que emplean técnicas y buscan objetivos que se traslapan sólo en algunos aspectos.
El año pasado, gratamente impresionado por la manera en que la maestra Ely Machado había presentado la primera “Certificación Internacional en Coaching Ejecutivo” escribí el artículo “Cherchez la femme”. Lo terminaba ofreciendo escribir éste para comentar sobre la calidad del curso y lo hago hoy. Durante más de ocho meses, 29 inquietos profesionales con el común deseo de crecer personalmente para mejor ayudar a otros, pero con distintas edades, experiencias vitales y profesionales (médicos, ingenieros, psicólogos, abogados, administradores de empresas, pastores) se embarcaron en ese proceso de formación teórico y práctico de ciento veinte horas, que resultaría más intenso de lo esperado. Sería por la seriedad y altura con que ISEADE organiza sus cursos, por las escrupulosas exigencias que la IAC (International Association of Coaching) impone para otorgar estas certificaciones de Coach, por la calidad de los profesores que Corporativo Blemac de México se encargó de conjuntar para esta primera certificación, o por todas las anteriores razones, lo cierto es que la experiencia fue magistral: el grupo logró una sinergia estupenda, buen intercambio emocional y grandes deseos de aprender.
Los estándares teóricos y prácticos de la IAC son difíciles de cumplir para quienes tienen, además, responsabilidades familiares y laborales. El examen final consiste en reportar por escrito un buen número de sesiones de coaching y otras tantas de observación junto con el vídeo de una sesión de coaching conducida por el candidato. El material es escrupulosamente revisado por dos distintos jueces IAC (que el candidato no conoce), quienes evalúan si las 9 competencias básicas de un coach se demuestran durante esa sesión. Cuatro de esos 29 candidatos están aún completando el proceso, otros 25 recibieron la certificación esta semana. Para estos, mis sinceras felicitaciones; para aquellos, mi entero apoyo y disposición a colaborar si lo requieren. En suma: la certificación se ajusta a y cumplió con requisitos muy exigentes.
Se ha conocido que, aprovechando de la creciente demanda comercial de esta ocupación, otras instituciones también organizan procesos de formación que, lamentablemente, arrojan dudas sobre la calidad de sus productos. Esto obligará a empresarios, industriales y gerentes de recursos humanos de las empresas que contratan servicios de coaching a afinar el lápiz y poner cuidado en las personas a quiénes seleccionan para ofrecerlos, pues, como en toda ocupación, los encontrará buenos y mejores, pero también regulares y malos.
Una segunda Certificación en Coaching Ejecutivo ha abierto ya sus puertas en ISEADE. Quienes estén interesados, harán bien en apresurarse y llamar o informarse en la página www.iseade.edu.sv . Entiendo que los cupos serán limitados y la demanda es creciente.
Psicólogo