La violencia desangra a pueblo de Morazán

En Chilanga, municipio del departamento de Morazán, entre el 18 de enero y el 21 de abril, al menos 17 personas murieron de forma violenta, ya sea en supuestos enfrentamientos con policías, asesinados por grupos de pandillas o sacadas de sus viviendas por grupos de hombres armados.

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Vivienda abandonada de Alfredo Cruz, de 62 años, que fue asesinado junto a su hijo en el caserío Veracruz, de Chilanga, Morazán. Foto EDH/ Lissette Lemus

Por Jorge Beltrán Luna

2019-04-26 9:01:14

A la orilla de la calle polvorienta que recorre el caserío Veracruz, del cantón Piedra Parada, un puñado de vacas con sus terneros mugen o engullen cualquier cosa que les parezca comida. Echados más al fondo de una casa pintada de verde, con techo de teja, cuatro perros parecen esperar que sus amos regresen.

Pero los dos hombres que vivían en esa casa, dueños del ganado y de los perros ya no regresarán. El lunes anterior fueron enterrados por gente que tuvo compasión de ellos y se armó de valor para llevarlos al cementerio. Eran Alfredo González Alvarado, de 72 años, y su hijo, Alfredo González, ambos asesinados el pasado 20 de abril con pocas horas de diferencia entre cada crimen.

Alfredo, el anciano, era un reconocido ganadero de Chilanga. Un hombre trabajador. Además del ganado, cultivaba sus tierras y criaba cerdos. Pero todos esos animales han quedado sin dueño. Desde el domingo anterior nadie se ha ocupado del ganado ni de los perros. Algunos vecinos que por temor hablan bajo, entre dientes, dicen que solo tenía una hija que tal vez por temor no ha querido asomarse a la vivienda y atender las vacas.

Estos dos Alfredos son dos de las personas de por lo menos ocho que fueron asesinadas entre el jueves Santo y el sábado de Gloria, en Chilanga, municipio de 9,700 habitantes (Censo de 2007).

La vivienda donde fue cometido el ataque esta localizada en el barrio Concepción, en Chilanga, Morazán. Foto EDH/ Lissette Lemus

Sí, en solo tres días, Chilanga tuvo que encajar ocho muertes violentas, la mitad de todas las ocurridas durante este año. El asesinato de ambos es, probablemente, el que más indignación ha causado entre los habitantes de ese municipio.

Los dos eran hombres trabajadores y se asegura que no tenían vínculos con pandilleros que están sembrando el terror en todo el municipio.

Lo más probable es que los pandilleros los hayan matado por no “colaborarles”, un eufemismo que los lugareños usan para evitar la palabra extorsión.

“Porque en estos lados, casi todo mundo paga extorsión” refiere en voz baja un hombre que se atreve a cruzar no más de 50 palabras con el equipo de periodistas, el martes anterior.

De momento no se sabe qué va a pasar con el ganado y demás propiedades de los Alfredo. El miedo en el caserío Veracruz es evidente. Se siente. La presencia de pandilleros o de sus colaboradores es a lo que temen los vecinos trabajadores.

¿Cuántos pandilleros tienen en zozobra a Chilanga? La policía local no se atreve a hablar de eso. “No está el jefe y sólo él puede hablar de esos casos”, asegura un agente policial. Tal vez tampoco resultaría confiable lo que diga la policía si se toma en cuenta que su mapeo de delitos está desactualizado. En un croquis o mapa del municipio solo hay dos puntos rojos que simbolizan los homicidios.

Pero hay gente que se atreve a hablar. Gente que está sumida en la desesperación, en la desesperanza. Personas que temen ser los siguientes en las estadísticas de homicidios.

Son entre 15 y 20 pandilleros. A lo sumo 25, los que andan sembrando el temor en la zona rural de Chilanga, especialmente en los cantones Piedra Parada, Las Lajitas y El Chaparral.

De estos, Piedra Parada al cual pertenece el caserío Veracruz, es el más peligroso según calificaciones de lugareños. La gente no recomienda a foráneos ir hasta el propio cantón. La policía titubea cuando se le pregunta que diga, en una escala del uno al 10, qué tan peligroso puede resultar ir a ese cantón.

Después de mover los ojos de un lado a otro y fruncir los labios, se atreven a decir: Un seis. Pero ahorita no creo que haya mucho riesgo, terminan por decir.

Los lugareños, en cambio, son tajantes. Recomiendan no ir hasta Piedra Parada. “O sepan bien lo que van a decir porque ellos quieren saber todo; preguntan todo”, dice una joven que habla un poco sin dejar de ver para todos lados como para cerciorarse de que nadie la escucha o la ve hablando con extraños.

Vivienda en la que fueron asesinados Nidia del Carmen Osorio Galdamez, de 18 años, y sus padres Luz Hermelinda Galdámez, de 42 años, y Alfredo Enrique Osorio en el barrio Concepción, de Chilanga, Morazán. Foto EDH/ Lissette Lemus

Una mujer con discapacidad masacrada

Un día antes de que mataran al ganadero y a su hijo, en el barrio Concepción, un grupo de hombres llegó a una casa donde acribillaron a balazos a tres personas: un hombre y dos mujeres; padre, madre e hija. La madre era una mujer con muchos padecimientos, el más notable era su discapacidad de movilidad.

Los familiares no recuerdan si fue el sarampión o la polio que le causó estragos en sus extremidades al punto de tener que usar una silla de ruedas o muletas para movilizarse. Ella era Luz Hermelinda Osorio quien fue asesinada en la hamaca donde ella pasaba la mayor parte del día y donde dormía.

La hija, de 18 años, se llamaba Nidia del Carmen Vásquez Osorio. Tenía planificado marcharse a Estados Unidos el martes de esta semana. Pero la muerte le llegó en forma de cuatro hombres a bordo de una camioneta del tipo Corolla, aseguran testigos.

El padre de ella, Alfredo Enrique Vásquez Sorto, también de 42 años, peleó con los asesinos. Al parecer, armado con un tubo de hierro intentó defender a su esposa y a su hija. Pero después de siete balazos, uno de esos en el rostro, ya no pudo hacer nada más que hacerse el muerto. Y los asesinos se lo creyeron.

Alfredo Enrique vio cuando sus verdugos arrastraron a su hija del pelo hacia el patio de la casa y allí la mataron de múltiples disparos.

El hombre, aún con siete balazos, sobrevivió varias horas. Cuando llegaron a auxiliarlo, solo pedía que lo acostaran en una hamaca. Murió varias horas después en un hospital público.

¿Grupo de exterminio o eliminación de testigos?

La noche del 23 de enero de este año, a menos de 100 metros de la casa de estas tres víctimas, un grupo de hombres vestidos de negro llegó a una casa a sacar a dos menores de edad y una mujer adulta, madre de una de las menores; las llevaron a la cancha de fútbol. Uno de los verdugos le dijo a la mujer adulta que regresara a su casa a ver cómo estaba el bebé de una de las menores.

La mujer no obedeció y se fue a esconder a la casa de Luz Hermelinda quien en un santiamén les narró lo que ocurría.

Luego se escucharon múltiples disparos de fusil. Habían matado a Hazel Marisol y a Beatriz Azucena, de 14 y 16 años, esta última era madre de un bebé de un año, del que los verdugos se acordaron y mandaron a la madre de Hazel Marisol a que fuera a traerlo.

Tal vez creyendo hacer bien, Nidia del Carmen tomó su teléfono para informar a la policía lo que estaba ocurriendo. Pero no hubo reacción inmediata de las fuerzas policiales.

Familiares creen que eso fue lo que selló el destino, no solo de ella sino también el de sus padres.

La misma noche de la vela de Hazel Marisol y a Beatriz Azucena, Nidia del Carmen comenzó a recibir amenazas, a tal punto que el martes de esta semana se iba a ir a Estados Unidos. Nadie de la familia sabía eso. Se los dijo el novio de la joven, con quien tenía planeado reunirse en aquella nación.

¿Familiares de pandillero? Sí.

La familia de estas tres víctimas no niegan que uno de los suyos se hizo pandillero. Que lucharon por evitar que se involucrara con esos grupos pero todo fue en vano.

“Nosotros no tenemos culpa de lo que él ande haciendo. Tenemos más de un año de no saber nada de él”, dice una de las tías del pandillero. El abuelo del delincuente también parece resuelto sobre este caso: Nosotros quisimos recuperarlo pero es el camino que él eligió. Desde el 2017 no sabemos nada de él”, asegura.

Perfil de la víctima

Nombre: Alfredo Alvarado González, de 72 años.


OCUPACIÓN: Ganadero y agricultor


OTROS DATOS:


Fue asesinado por pandilleros el 20 abril en su casa en caserío Veracruz, cantón Piedra Parada. Al percatarse de que el único hijo que vivía con él no estaba en casa, salieron a buscarlo; horas después lo mataron a balazos y machetazos. El ganado ha quedado abandonado.  


En Chilanga, según fuentes policiales, no hay rivalidades entre pandillas porque solo hay de la Mara Salvatrucha (MS-13). Por lo tanto, dicen, no hay muertes porque haya una lucha entre pandillas.

Los familiares descartan que el asesinato de tres de los suyos haya sido por rivalidad entre pandillas.

Pero hay algo que les inquieta.

Después de escuchar la disparazón, habitantes del barrio Concepción vieron que una camioneta (aseguran que era una Toyota Corolla) salió a toda velocidad que hasta atropelló a un perro que se les atravesó.

La gente llamó a la Policía pero tardaron 45 minutos en llegar, a pesar de que el puesto policial de Chilanga no hubiese tardado ni cinco minutos en llegar si se hubiese desplazado en vehículo; a lo más 15 si lo hubiesen hecho a pie.

Pero no llegaron los policías del puesto de Chilanga sino una patrulla de la delegación de San Francisco Gotera, que está a siete kilómetros.

La familia de los tres masacrados aseguran que están amenazados pero no tienen para dónde desplazarse y evitar más muertes. “Yo esperaría que aquí pare esto; somos gente pobre que no tiene para dónde irse”, afirma una mujer.

Según los reportes de la Fiscalía General de la República, durante este año, han sido 17 las personas que han muerto de forma violenta.

De los otros tres asesinados entre el 18 y el 21 de abril, aunque los familiares dicen que no tenían vínculos con pandillas, lugareños afirman que sí, que, por lo menos, algunos eran amigos de pandilleros y que tal vez por eso los mataron.

GALERÍA DE FOTOS:

La desolación que dejó la matanza una familia completa en Chilanga, Morazán

Nidia del Carmen Vásquez Osorio, de 18 años, fue asesinada en su vivienda junto a su madre Luz Hermelinda Osorio y su padre Alfredo Enique Vásquez Sorto en el barrio Concepción, en Chilanga, Morazán. Ellos son parte de las 17 víctimas de asesinato en este municipio, en lo que va del año.