En 1944, el asesinato de José Wright marcó la caída de Hernández Martínez

Hace 75 años, el 7 de mayo fue un día marcado por la mala suerte. Era domingo 7 y el año, bisiesto. La superstición popular de una tragedia inminente rondaba a la capital salvadoreña.

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Foto EDH / Archivo

Por Carlos Cañas Dinarte

2019-04-26 8:18:32

Aquel domingo, San Salvador estaba casi en silencio. Desde el 28 de abril, estudiantes universitarios, profesionales, ferrocarrileros, trabajadores y empresarios de fábricas, cientos de mujeres y muchas personas más participaban en la huelga general contra la larga dictadura del brigadier Maximiliano Hernández Martínez.

Las principales bartolinas, cárceles y penitenciarías de la capital estaban abarrotadas de presos políticos. Por ellos, sus familias y amigos libraban esas largas jornadas de resistencia pacífica, fundamentadas en los principios de la no violencia marcados desde la India por el Mahatma Gandhi. Nadie se reunía en grupos, pero muchas personas se hacían circular —de mano en mano— las diferentes hojas sueltas en que se denunciaban los cada vez más crecientes desmanes de la dictadura.

Tras la hora de la comida, en la casa marcada con el número 65 en la intersección de la Primera calle poniente y la 15ª Avenida norte, en el barrio capitalino de Santa Lucía, un adolescente de 17 años decidió salir para buscar algunos amigos, dirigirse al Campo de Marte y divertirse juntos. Cruzó la puerta de la casa familiar y se dirigió hacia la esquina de la residencia del doctor Chamorro, situada a escasos metros.

·2 El 18 de mayo de 1944, El Diario de Hoy rindió tardío homenaje al joven Wright Alcaine, debido a la censura gubernamental impuesta contra la prensa por el tambaleante régimen martinista. Foto EDH / Archivo

Aquel joven se llamaba José Roberto Wright Alcaine. Había nacido el 1 de octubre de 1926, en el hogar formado por el estadounidense John T. Wright y la salvadoreña María Teresa Alcaine Cáceres. Él era un emprendedor dedicado a los agronegocios y ella descendía de varias familias de linaje e historia dentro de la sociedad salvadoreña del siglo XIX.

Mientras José Roberto y varios amigos se juntaban en un pequeño grupo para iniciar la marcha hacia el Campo de Marte, varios militares y policías los rodearon y comenzaron a interrogarlos, a la vez que les señalaban que los grupos estaban prohibidos por la vigencia del Estado de Sitio.

Los jóvenes comenzaron a moverse, pero a sus espaldas sonó un tiro de fusil. Juan Arnoldo Reyes Baires, agente de la Policía Nacional, había descerrajado un tiro con su Mauser e impactado en la nuca de Chepito Wright. Amigos y transeúntes lo trasladaron a su residencia, donde los cuidados urgentes del médico Dr. Otelo Finzi nada pudieron hacer para salvarlo. Su muerte fue certificada a las 17:00 horas. El rumor del asesinato corrió raudo y la indignación popular contra el régimen se desbordó. La casa familiar y la de sus tías en la calle Arce se llenaron de flores y de personas solidarias con aquel dolor.

·1 Partida de defunción de Chepito Wright, conservada en el archivo de la Alcaldía Municipal de San Salvador. Foto EDH / Cortesía

A la mañana siguiente, el sepelio del joven se convirtió en una enorme ceremonia silenciosa de repudio. La multitud llenó calles y avenidas rumbo a la Sección de Hombres Ilustres del Cementerio capitalino.

Pocas horas después, el embajador estadounidense Walter Thurston le indicaba al presidente Hernández Martínez que había llegado el momento para que se marchara del Poder Ejecutivo, lo cual hizo efectivo al día siguiente.

El lunes 22 de octubre de 1945, tras la vista pública ante un jurado de conciencia, el doctor José Ramón Flores, juez Primero de lo Criminal de San Salvador, condenó a Reyes Baires a varias décadas de prisión por aquel crimen, que el gobierno martinista quiso dejar impune al manipular las pruebas. Menos de tres años más tarde, el expolicía volvió a estar en un banquillo como acusado, porque durante una visita íntima en la Penitenciaría Central (después parque John F. Kennedy y hoy predio del Fondo Social para la Vivienda, FSV) asesinó a cuchilladas a su esposa. También fue condenado por ese nuevo delito de sangre.

·0 Aspecto actual de la tumba del joven Wright Alcaine, en Los Ilustres del Cementerio General de San Salvador. Foto EDH / Francisco Campos

En 1950, la empresa La Colonial, de los hermanos Ferracuti, fue la encargada de levantar un mausoleo en homenaje al joven Wright Alcaine. Durante varios años, fue objeto de visitas para recordar a los caídos en las jornadas cívicas de abril y mayo de 1944. Al cumplirse el 75 aniversario de aquel crimen terrible que se convirtió en el último jalón para derrocar a un tirano (aunque no necesariamente eso trajera la paz deseada a la patria, porque el martinismo operativo y mental aún persiste), ojalá que no falten flores y recuerdos en esa tumba.

(Agradecimientos especiales para el fotoperiodista Francisco Campos y Eva Peñate por proporcionar imágenes y documentación para esta publicación).