La sabiduría y otros asuntos de la Antigüedad

La sabiduría y otros asuntos de la Antigüedad están conformados solamente por la historia deformada, o sea, son remanentes que, por casualidad, han escapado al naufragio del tiempo. Dio Chrisostom (40-115 C.E.) en lo que es ahora Turquía. Orations.

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Vista panorámica de la Abadía de Melk, en Austria, templo religioso benedictino que es considerado uno de los monasterios cristianos más famosos del mundo. Foto EDH / Shutterstock

Por Katherine Miller

2019-04-20 7:04:40

Si se plantea la premisa de que en la Antigüedad las bibliotecas cumplían funciones religiosas, políticas, educacionales y comerciales para el estado en el que existían, ¿cómo, y de qué manera efectuaban estas funciones? ¿Hay parámetros que se pueden prestar de esos tiempos que les servirían ahora a los funcionarios gubernamentales?

La sabiduría de la Antigüedad no vivió solamente en las instituciones de Atenas y Constantinopla, ya que la ciudad dorada de Alejandría, ubicada junto a Egipto, en la coyuntura de todo el mundo conocido, fue fundada por Alejandro Magno como parte de su campaña militar para conquistar las tierras desde el Oriente hasta la India.

La Biblioteca de Alejandría almacenó el total de la sabiduría del mundo antiguo porque, como Alejandro estaba consciente —según dice uno de sus contemporáneos—, los misterios del pensamiento quedaban no en el horizonte de los territorios geográficos todavía no conquistados, si no en la mente. Los contenidos de esta gran Biblioteca estaban exclusivamente en griego, como parte del proyecto de Alejandro de helenizar el mundo entero. Los que laboraban en la Biblioteca tradujeron y almacenaron (en griego) la Biblia Hebrea, la Torá y el Corán para el estudio.

Pero antes de Alejandría, en el Irán preislámico, tenemos las bibliotecas de Mesopotamia, Siria, Asia, Nineveh, Persia, Creta y Sumaria. El último rey importante de Asiria fue Ashurbanipal, 668-627 a.C, quien creó una biblioteca estatal conformada por tablas de barro, almacenando la filosofía, ciencia y teología útil para la administración del imperio Sasánida, después de la muerte de Alejandro Magno. La biblioteca de Ashurbanipal fue construida en la ciudad de Jerwan, cerca de los ríos Tigris y Eufrates, dentro de los jardines del palacio real de la ciudad, para almacenar los escritos de Sumaria, incluyendo el primer código de leyes: el Código de Hammurabi (1712 a.C). Escrito en cuneiforme, las 282 leyes propuestas por Hammurabi tenían como objetivo la estabilidad y prosperidad del reino. Además, incluye la primera épica de la civilización occidental: La Épica de Gilgamesh.

El Código de Hammurabi sobre tableta de arcilla en escritura cuneiforme promulga: “Él que quiebre esta tableta (de barro), o la ponga en agua hasta que no se pueda leer (…) que los dioses metan la carne de su cuerpo en la boca de un perro”.

Tenemos hoy estos documentos porque fueron salvaguardados en la institución real de la biblioteca de Ashurbanipal. Tan importante es la conservación de esta sabiduría, que promulgó la siguiente ley: “Él que quiebre esta tableta (de barro), o la ponga en agua hasta que no se pueda leer (…) que los dioses metan la carne de su cuerpo en la boca de un perro”.

Con estos trozos de información como comienzo, examinaremos el papel que han jugado —y pueden jugar todavía— las bibliotecas como instituciones en el estado al que servían. Iniciaremos con un bosquejo de las funciones de las bibliotecas en la Antigüedad para ganar una perspectiva histórica como parámetro, para examinar las funciones que se propone que puede cumplir una biblioteca hoy en día, si los funcionarios de un gobierno se acercan para leer y utilizar la sabiduría que contienen. (¡Es posible soñar en una república en que esto es posible!)

Pongamos un poco de carne histórica sobre los huesos del bosquejo de bibliotecas antiguas presentadas. Después de la muerte de Alejandro Magno en el siglo III a.C., las bibliotecas eran fenómenos urbanos, funcionando en ciudades como Atenas, Constantinopla y Alejandría, en Egipto, donde Alejandro levantó la gran Biblioteca de Alejandría en el modelo de un santuario para las Musas, hijas de Zeus y Mnemosina (la personificación de la Memoria). Por eso el edificio principal fue denominado el Museion. El director del Museión era un general militar a quien el Faraón delegado pedía la garantía de que se rindiera culto a las Musas, que es claramente una fusión religiosa que reconocidos eruditos llevaron acabo, además, de un diálogo intelectual con la ciudad de Alejandría, con el estado de Egipto y con el mundo conocido afuera en ese entonces.

Estos eran solamente las funciones y los ritos ceremoniales de la gran Biblioteca. Hay que tomar nota que uno de los salones del edificio del Museion llevaba en su lintel una inscripción que rezaba: “Para el cuidado del alma”. Y la tarea para las nueve Musas era de cuidar las almas: la Musa Caliope por medio de la poesía heroica, Clío por medio de la historia, Erato por la poesía lírica, Euterpe por la música, Melpómene por medio de la tragedia, Urania por la astronomía, y demás.

Representación artística del interior de la antigua Biblioteca de Alejandría, con base en algunas evidencias arqueológicas (O. Von Corven).

La función principal del director de la Biblioteca de Alejandría, según las órdenes del faraón Ptolomeo II, era convocar matemáticos, astrónomos, historiadores, filólogos, poetas y filósofos del mundo de la Cuenca del Mediterráneo, para que llegaran a Alejandría a trabajar en el santuario del Museion con estipendios del estado, sin tener que pagar impuestos sobre la renta. Vivían y comían a costa del estado mientras se ocupaban de la producción intelectual útil para la administración del estado. Es decir, que la Biblioteca de Alejandría proveyó un ambiente civilizante opuesto a las bibliotecas de los baños públicos, por ejemplo, o de las tabernas.

La producción intelectual consistía en discutir, clarificar, escribir, editar, copiar, traducir al griego, promulgar y almacenar los textos producidos que servían al estado no en un sentido rígido, si no en el sentido de filtrar influencias por medio de las ideas en los textos, para brindar gloria y prestigio a Alejandría, influenciar grupos de intelectuales y administradores, ministros del estado, con una oferta de ideas en textos para la lectura, comentario y aplicación. La mera existencia de especialistas en el conocimiento y en el uso de la lectura y de la escritura conformaba un elemento fundamental para el desarrollo y el mantenimiento de una estructura política. Mediante esta acumulación de ideas, textos e influencias, los griegos de Alejandría gobernaron e instruyeron los pueblos, y produjeron las ricas cosechas de trigo y granos básicos para Grecia, Roma y todo el Mediterráneo, a fin de prevenir la hambruna de toda una civilización. La producción de trigo (igual de rico como el petróleo de hoy) contribuyó al financiamiento del Museion.

Un equipo egipcio-polaco de arqueólogos, trabajando en excavaciones en la región de Bruchion de Alejandría en el 2004, publicó el descubrimiento arqueológico de trece salones de lectura en los que cabían más de 5,000 personas. El equipo asevera que estos salones formaban, estructuralmente, una parte original de la Biblioteca-Museión. Descubrieron, también, una inscripción que data del año 56 d.C. que reza que el director de la biblioteca funcionaba “supra Museum et ab Alexandria Biblioteca”. De eso se puede entender que la dirección de la biblioteca tenía responsabilidad para el conjunto de las bibliotecas de la ciudad, así como para una academia, parte del Museion, para promulgar ideas a los funcionarios del gobierno y las cortes. Que sirvió al sistema judicial de Egipto es cierto, ya que en uno de los salones había esculturas en las paredes de jueces sin manos, con sus cabezas volteadas hacia el Faraón. La moraleja es que sin manos no podían aceptar mordidas.

Harina de otro costal serían las bibliotecas que siguieron: de Timbuktu en África, de las madrasas de los musulmanes en Bagdad, Palermo y Córdoba, que tradujeron los textos griegos de Constantinopla (Platón, Aristóteles, Eurípides, Galeno, Hipócrates y otros útiles para el manejo de su imperio conquistado después de la muerte de Mohamed y la primera Jihad), de los romanos y griegos, de Pergamum, de la gran biblioteca del senador romano Cassiodorus (Vivarium) en el siglo VI, de la enorme biblioteca de Celsius en Éfesus, de las bibliotecas de Cicerón que almacenaron lo que se necesitaba para ser Cónsul y gobernar a Roma, la biblioteca de Adrián en Atenas, hasta la biblioteca del Monasterio de Bobbio cerca de Pavia, conformada en el 612 d.C. por San Columbano, el irlandés.

Lectura recomendada por la especialista.

Brincamos a los Renacimientos de Europa, el Medio Oriente y Asia en el siglo XV, cuando el humanismo cívico propuso el regreso ad fontes (el regreso a las fuentes de la sabiduría del pasado). Ahora estamos en la tierra de la imaginación y la memoria nuevamente. Acompañamos a los humanistas florentinos como Francesco Petrarca, Giovanni Boccaccio, Coluccio Salutati, Leonardo Bruni y Poggio Bracciolini, quienes no solamente sirvieron en puestos de gobiernos, si no que viajaban buscando en los scriptoria y sótanos de los monasterios de Europa textos en manuscritos de los clásicos griegos y romanos para ir ad fontes (regresar y estudiar las fuentes de las ideas). Los monasterios habían guardado estas obras maestras en griego y latín en sus bibliotecas, encadenados a los estantes —tan valiosos que eran.

Poggio nos escribe que los libros, al verlo pasar, gritaban y lloraban por su libertad, así como que fueran presos en un penal o pacientes en un hospital.

Ahora, consideramos la premisa original sobre las funciones de las bibliotecas en sus estados. Es la lectura por los que gobiernan una república. Si no los leen, los libros, literalmente, quedan mudos. Pero si los leemos y platicamos con ellos, los políticos como alcaldes, diputados, ministros, presidentes, pueden llegar a humanizarse por medio de la lectura y abarcar positivamente con soluciones creativas para cualquier gobierno de turno y evitar polarizaciones contenciosas. Estas funciones (cosechadas de la lectura) podrían multiplicarse en la influencia a favor de negociaciones, apoyar a las artes y el teatro y buscar soluciones creativas y no violentas, para tratar situaciones de tensión; además, para educar a la población —enfrentando así el concepto de la costumbre de actuar antes de pensar.

Las bibliotecas más sobresalientes eran las de los monasterios. Y la biblioteca monástica que brilla más en la mente de nosotros, los lectores del siglo XXI, es la misteriosa biblioteca del Monasterio de Melk en la obra maestra de Umberto Eco: El nombre de la rosa. Por ahora, podemos imaginarnos que se plantea en el salón donde copian libros para el monasterio de Melk (en Austria, históricamente). Es la noche después de la quema de la biblioteca rica y fabulosa de aquel monasterio. El narrador nos cuenta lo siguiente: “Hace frío en la scriptoria. Dejo este manuscrito, no sé para quién. Ya no sé de qué trata: stat rosa pristina nomine, nomina nuda nuda tenemus (la esencia de la rosa persiste por su nombre, más nosotros solamente tenemos el nombre desnudo de la rosa)”.