Desde hace un siglo, la ciudad de San Salvador no cuenta con una sede especialmente diseñada para alojar a su gobierno local y sus diversas dependencias.
En 1545, la villa de San Salvador ya casi había completado su traslado desde Ciudad Vieja, en los alrededores de Suchitoto, hasta su nuevo emplazamiento en el valle de Quezalcuatitán, su actual ubicación, donde la urbe fue establecida y dividida en lotes y manzanas, mediante trazos y cordeles acordes con la legislación española vigente.
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Ministerio de Cultura presenta moneda colonial encontrada en Suchitoto
El hallazgo se registró en octubre del 2018, en el terreno del sitio arqueológico Ciudad Vieja, la antigua villa de San Salvador fundada en 1528.
Uno de los primeros edificios civiles en ser construido fue el del Cabildo o sede del gobierno municipal, erigido con paredes de adobe, tejas de barro y maderas varias al sur de la plaza principal, ahora conocida como parque Libertad.
Con el paso de los siglos y luego de la devastación de varios terremotos, aquel cabildo colonial fue reorganizado y reconstruido muchas veces. Por desgracia, no ha llegado hasta nosotros una tan sola imagen de cómo lucía aquella estructura municipal.
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Entre 1811 y 1824, ese antiguo cabildo colonial fue escenario importante de diversos momentos dentro de las nuevas condiciones ultramarinas fijadas por las Cortes de Cádiz y su Constitución de 1812, el proceso independentista de España (con sus movimientos insurreccionales de noviembre-diciembre de 1811 y enero de 1814), las acciones políticas y militares contra la anexión al Imperio Mexicano del Septentrión, la promulgación de la república federal centroamericana y el establecimiento legal del Estado de El Salvador. Fue entonces cuando dejó de ser Cabildo para asumir su nuevo papel como Ayuntamiento de San Salvador, capital del nuevo estado y, eventualmente, de la república salvadoreña.
En la década de 1850, en la capital francesa, la memoria fotográfica del pintor salvadoreño Juan Francisco Wenceslao Cisneros (1823-1878) plasmó en una litografía el aspecto de la Plaza de Armas o Plaza del Ayuntamiento de San Salvador, con el antiguo Ayuntamiento en su costado sur. Casi por las mismas fechas, el terremoto del 16 de abril de 1854 provocaría serios daños en aquel edificio, que sería destruido en su totalidad por el megasismo de subducción del día de san José, el 19 de marzo de 1873.
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Gracias a lo establecido en el decreto ejecutivo del 21 de marzo de 1873, firmado por el presidente y mariscal de campo Santiago González Portillo, el siguiente mandatario, el médico Dr. Rafael Zaldívar, hizo posible la amplia construcción de madera y lámina de una nueva sede para la que ya para ese momento era denominado Palacio Municipal de San Salvador, inaugurado en 1877.
Muchos hechos importantes sucedieron en medio de aquellas paredes, corredores, salones y jardines. En 1881 fue establecido el Registro Civil, para poder asentar a los recién nacidos en la ciudad. El 10 de mayo de 1888 en uno de sus salones comenzó a funcionar la sala de reuniones y biblioteca de la Academia de Ciencias y Bellas Letras de San Salvador, primera institución cultural centroamericana que admitió a mujeres en sus filas intelectuales.
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Desde el 20 de noviembre de 1889, el Palacio Municipal capitalino fue sede del Poder Ejecutivo nacional, luego del incendio criminal que devastó al primer Palacio Nacional, por lo que el presidente y general ahuachapaneco Francisco Menéndez usó parte de la sede municipal para establecer sus propias oficinas. En noviembre de 1911, en conmemoración del primer centenario de la insurrección independentista de San Salvador, la Alcaldía fue uno de los edificios públicos y religiosos cuyas fachadas fueran iluminadas con decenas de focos eléctricos, gallardetes y otras simbologías festivas.
En la noche del lunes 24 de febrero de 1919, el Palacio Municipal de San Salvador fue devorado por las llamas. Desde entonces, el gobierno local de la capital salvadoreña no ha contado con un edificio construido de forma expresa para alojar a todas sus dependencias, entre las que se destaca su valioso archivo histórico-documental. Un siglo después de aquel incendio, quizá haya que abrir el debate ciudadano acerca de la necesidad de contar con una edificación así para la San Salvador del presente y del futuro.
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Lectura Recomendada:
-Herodier Samayoa, Gustavo. San Salvador, el esplendor de una ciudad 1880-1930 (San Salvador-Miami, Fundación “María Escalón de Núñez”-Aseguradora Suiza Salvadoreña, 1999).