Aquellas mujeres que salieron del círculo prescrito: un panorama internacional para nuestro día

“Pensaron enterrarnos. No sabían que éramos semillas”, Dinos Christianopoulus (Thesseloniki, Grecia (s. XX).

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Grabado de 1767 del artista japonés Suzuki Harunobu La Fidelidad, de la serie Cinco Virtudes Cardinales, que representa a Murasaki Shikibu. Art Institute of Chicago, EE. UU.

Por Katherine Miller

2019-03-09 4:42:18

En el marco del Día Internacional de la Mujer, aquí una panorama de algunas que salieron del círculo prescrito por sus sociedades en Asia, Byzantium, el Medio-Oriente, África, Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, El Salvador y Centroamérica. Unas eran famosas escritoras; otras no. Se les presenta, como una genealogía histórica, para que conozcamos a quienes abrieron el camino para lograr la posición actual de la mujer.

La Dama Murasaki Shikibu (ca. 973-ca.1014), del período Heian (794-1185) en Kioto (Japón), escribió lo que es considerada la primera novela de Asia: Genji Monogatari. Son más de mil páginas de relaciones amorosas e intrigas para alcanzar el poder, y fueron escritas cuando el clan Fujiwara—al que la dama Murasaki perteneció— estaba en el poder. Era un tiempo en que los amantes se comunicaban por medio de la poesía más delicada, y cuando la mirada de la muñeca desnuda de una mujer creó una lujuria de locura en el hombre que la vio.

En el período en que escribió Murasaki hubo un florecimiento de escritoras, quienes escribieron en japonés, mientras que los hombres eruditos se comunicaban en el lenguaje de la antigua China. Una mujer quien escribió en japonés lo que era, en última instancia, una novela política como Genji Monogatari, podía capturar el olor, la esencia y el poder de sus tiempos, y proyectarlos hacia nosotros por medio de esta novela del siglo XI.

Al otro lado de Asia Central, llegando a Constantinopla en el Imperio Bizantino, otra mujer estaba escribiendo, en 1148, una extraordinaria biografía de su padre, el emperador Alejo I Comneno: La Alexíada. Ana Comneno (1083-1153) nos enseña los tiempos de la primera Cruzada, predicada por el Papa Urbano II en Clermont-Ferrand (1095), y nos cuenta como un enorme grupo de civiles no armados y sin caballos ni entrenamiento militar llegó como una masiva plaga de langostas a Constantinopla, en el año 1096, con el objetivo de “liberar a Jerusalén” de los “infieles”.

Comneno describe con horror las columnas de los francos bárbaros, en tal vez la primera descripción de europeos vistos por los ojos de alguien de Bizancio en Asia Menor—en este caso fue Ana, una elegante princesa de Bizancio.
Pero su objetivo principal, en esta increíble y elocuente historia, era la de inmortalizar la vida de su padre, el emperador de Bizancio, Alejo I Comneno. En el prefacio de este biografía-historia, La Alexíada—traducción del español al griego del siglo XI, y que fue apremiada hace 10 años— nos cuenta, en las palabras de la princesa bizantina que a continuación abordaré, y que además, hay que tomar nota de que habla en primera persona:

“El río del Tiempo, irresistible, siempre moviéndose, carga y transporta todos los asuntos que nacen y los entierra en la oscuridad completa, ya sean hechos de ninguna importancia o hechos que son fuertes y dignos de conmemoración. (…) No obstante, la ciencia de la historia es un gran baluarte contra este riachuelo de Tiempo, porque el flujo irresistible lo agarra en un puño apretado para que no le permita caer en las profundidades del olvido. Yo, Ana, hija del emperador Alejo y la emperatriz Irene, habiendo estudiado profundamente el lenguaje griego, la retórica y leído los tratados de Aristóteles y los diálogos de Platón y habiendo fortificado mi mente con las ciencias—yo, habiendo entendido los efectos del Tiempo, deseo, por medio de mis escritos presentar los hechos de mi padre para que no sean víctimas del río del Tiempo y llevados a un océano de No-Recordarse, deseo remembrar todos sus éxitos”, La Alexíada.

Detalle del fresco de Piero della Francesca, data de 1452 a 1466. Leyenda de la Santa Cruz, escena donde la reina de Saba visita al rey Salomón. Basílica de San Francisco en Arezzo, Italia.

Siguiendo la Ruta de la Seda, llegamos a Yemen, ubicada al final de la península de Arabia, que junto con Etiopía, en el cuerno de África pre-islámico, formaba el Reino de Saba. Esta región era gobernada por la mujer que la Biblia denomina la Reina de Saba, pero conocida en África como Makeda. En la Biblia y en el Corán es presentada como increíblemente bella y rica, ya que estaba en la ruta comercial donde pasaban mercaderes y caravanas. Estamos viendo un paisaje de aproximadamente el siglo VIII a.C. El rey Salomón, en ambos textos demanda que ella se presente a él no solamente por su riqueza si no por su belleza y sabiduría. Su vida es envuelta en las neblinas del mito, pero no menos importante para el estudio de la cultura por ello.

Como el vuelo de un pájaro, viajamos al norte a lo que sería Alemania, donde, en el siglo X, encontramos el grande y rico convento de Gandersheim (en Saxony), donde la Abadesa era una mujer aristócrata de nombre Hroswitha von Gandersheim, una humanista cristiana que gobernaba su convento benedictino de una manera independiente, con el permiso del papa, y gozaba hasta del poder de levantar un ejército para defenderlo.

Hroswitha, en el dialecto sajón del siglo X significa “rosa blanca” (white rose), gobernaba su enorme convento de monjas con mucha educación, pues había estudiado a Virgilio, Terencio y Ovidio, entre otros. Escribió, como la primera dramaturga y poeta de Alemania, dramas que fueron leídos a voz alta para la educación de sus religiosas. El título más sobresaliente que desciende de la historia de este género es Dulcita, sobre la dulzura del martirio de dos hermanas, quienes se niegan a dar su virginidad a un emperador romano.

Aquí en las palabras de Hroswitha, escuchamos su voz y su mente:
“Yo no niego que por medio de la gracia del Creador, he adquirido algunos conocimientos de las artes. Me ha dado la habilidad de aprender porque yo soy una criatura que puede recibir enseñanzas. Sin embargo, por medio de mi misma, no iba a conocer nada. Él me ha dado una mente lista, pero una que queda vacía y perezosa si no es cultivada”.

Hroswitha y Hildegaard von Bingen (también abadesa alemana) junto a otras superiores medievales son las maestras a quienes tenemos que dar gracias por sus dramas, poesías y las scriptoria de sus conventos, donde las monjas de Ganderscheim y Bingen, bajo la dirección de ellas copiaban manuscritos de los textos clásicos de los griegos y romanos, que están disponibles para nosotros en el siglo XXI.

Christine de Pizan (1364-1430), presenta sus Epístolas del debate sobre el Romance de la Rosa a la reina Isabel de Baviera. Miniatura del British Museum de Londres. Foto AFP

Christine de Pisan nos saluda, primeramente, desde Pisa, donde nació en 1364, y después desde París donde siguió a su padre, un canciller del rey Carlos IX de Francia. Christine, después de la muerte de su padre, se casó con el secretario royal del rey, Étienne du Castel, quien sucumbió a la peste negra y la dejó sola, como extranjera (italiana), sin ingresos, en la corte de Francia con sus tres hijas.

Ella tomó su pluma y se apoyó así misma y a sus hijas por medio de numerosas publicaciones. Es la primera mujer que conocemos que vivió de su pluma, en una situación donde no tenía ningún otro apoyo económico.De sus muchas obras, se presenta, resplandeciente ante nuestros ojos, su tratado sobre el buen gobierno durante las guerras civiles en Francia: La Ciudad de Mujeres (La Cité des Dames, 1405). En esta obra Christine nos muestra una ciudad simbólica y pregunta si las virtudes de los hombres son iguales de buenas a las de las mujeres. Francia, cuando ella escribió estaba inmersa en la Guerra de los Cien Años contra Inglaterra—una especie de guerra civil, dado que el Imperio Angevin (de la dinastía de Anjou de Inglaterra) abarcó la mitad de Francia.

Junto a Alain Chartier (famoso, erudito y sabio escritor político) y Jean Gerson (pensador político y rector de la Universidad de París) Christine de Pizan abogó para un gobierno sabio y en contra de la guerra.

Christine aportó muchas otras obras políticas en apoyo a Francia durante este período, uno de los más sangrientos y complicados. Todas sus obras se basan en sus principios políticos, en apoyo a su país adoptado (Francia—Christine era italiana) y para ayudar y educarse a ella misma y a sus tres hijas. Las madres solteras sin apoyo no son un fenómeno nuevo y Christine brilla fuertemente en sus escritos ante la historia. Murió en 1430, a la edad de 66 años, una vida muy larga para aquellos tiempos.

Ya que estamos viendo los años que constituyen el Renacimiento en Europa Occidental, es tiempo de tomar nota del estudio de los griegos y romanos de los árabes, y en qué consiste este estudio en África hoy.

Comenzamos con Caius Salustius Crispus, conocido como Salustio (86-35 a. C.), un erudito amigo de Cicerón, quien escribió una monografía—desde el punto de vista romano—de La Guerra de Jugurtha (111-185 a. C.). Jugurtha era rey de Numidia en la Magrib, en el norte de África y que conformó una provincia de Roma. Este territorio—ahora Argelia y Tunisia—fue el hogar de los nómadas por muchos siglos. Ellos se denominan los bereberes, quienes se insurreccionaron contra Roma bajo el liderazgo indígena del berebere, Jugurtha. Salustio era un historiógrafo romano que escribió de esta guerra con sarcasmo frío, pero con palabras bellas. Su enfoque era que la África del norte estaba destruyendo los valores, políticos y moralidad de Roma. Este, de por sí, es el punto de vista romano.
Pero en nuestro siglo, Jugurtha es hoy un héroe de los niños del colegio, las universidades y las asociaciones bereberes de Argelia y Tunisia. Ellos lo celebraban como héroe cultural de identidad.

En 2005, en París una escritora reconocida en el mundo magrebí, Houaria Kadra-Hadjadji, publicó la biografía de Jugurtha, presentándolo desde el punto de vista de los pueblos de la Magreb, es decir, viendo al soberano como un héroe y ejemplo nacional de los bereberes. El libro se llama Jugurtha, rey de Numidia: un berebere contra Roma (Jugurtha: roi de Numidie: un berebere contre Rome).

La autora es muy reconocida en el mundo árabe por su contribución hacia un entendimiento que, aunque los victoriosos escriban la historia, viene el día cuando los que celebran su cultura tienen la palabra.
Salustio es ahora no más importante que Jugurtha. Houaria Kadra- Hadjadji, una mujer de Argelia, reclamó con su investigación y publicación de su libro la otra mitad de la historia de esta guerra.

Escritora nicaragüense-salvadoreña Claribel Alegría.

Con la visión dialéctica vertical que nos presenta esta mujer de Argelia—es decir, del victorioso vis-a-vis los que sucumbieron y desaparecieron de la vista, podemos prestar la metodología y escribir, siguiendo el ejemplo de las mujeres presentadas en una historia desde nuestro punto de vista. Imposible terminar sin las poetas centroamericanas—solo algunos ejemplos: Claudia Lars, Gioconda Belli, Claribel Alegría.

La autora nicaragüense-salvadoreña Claribel Alegría (1924) murió el año pasado, dejando muchos libros de luces poéticas de amor y política, pues perteneció a la “Generación comprometida”. Su poesía busca la democracia y la denuncia de la opresión. Terminamos con su voz:
Mi camino eres tú
Yo soy tu espejo.