Con la llegada del siglo XX, el desplazamiento del centro de San Salvador hacia el poniente y el oriente se consolidó. Muy pronto, los edificios metálicos del Hospital Rosales -empotrados desde 1902 en el suelo de la antigua finca cafetalera San Diego- dejarían de ser la última frontera urbana de esa capital dispuesta a crecer no sólo en población, sino en diversas infraestructuras privadas y estatales.
Las antiguas áreas conurbanas de la ciudad fueron construidas y usadas para trasladar las residencias y villas de la clase más privilegiada y extranjeros -edificadas hacia el final de las calles del Hospital y del Comercio, actuales Arce y Rubén Darío- o al oriente, cerca de las estaciones de los ferrocarriles, en los alrededores del Paseo Independencia, con residencias abiertas para un estrato medio compuesto por burócratas y empleados de casas de comercio. De esa manera, decenas de árboles y predios arborizados sucumbieron ante los acelerados afanes urbanizadores.
¿Adónde debía trasladarse esa creciente masa poblacional para divertirse en sus momentos de solaz y esparcimiento?
Una opción era el Campo de Marte e Hipódromo Nacional, construido e inaugurado en octubre de 1892, con ocasión de los festejos del cuarto centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América. El problema era que algunos de los eventos desarrollados dentro de ese enorme espacio público -carreras de caballos o de automóviles, actividades deportivas de competencia, desfiles militares o escolares, etc.- eran de paga o implicaban ser parte de grandes cantidades de personas de diversas extracciones sociales.
Esto no resultaba atractivo para ciertos sectores urbanos, que deseaban tener acceso a un sitio más íntimo, más en contacto con la naturaleza, donde pudieran darse eventos de menor público, pero más en contacto con la naturaleza y las bellas artes. En ese sentido, las plazas del centro capitalino iban perdiendo su atractivo a medida que pasaban los años y la capital crecía y se expandía hacia el norte, el oriente y el poniente.
Conocido desde hace seis mil años, el cáñamo, maría, mariguana, monte, mota, hierba, pategallina, yerbabuena, espinaca… es una de las drogas más consumidas en este mundo globalizado.
La siguiente opción surgiría en la década de 1930, de la mano de la construcción del primer gran escenario deportivo de la ciudad: el Stadium o Estadio Nacional de la Flor Blanca. Para engalanar toda esa zona, potencialmente sujeta a contar con más y mejor infraestructura habitacional y gubernamental, también se hizo necesario contar con un espacio público trazado desde nuevos lineamientos del urbanismo.
Fue entonces cuando se pensó en realizar los primeros pasos de la San Salvador del futuro, lejos de la traza colonial hispanoamericana y con la vista puesta en una urbe moderna y comprometida con la conservación de la tierra y sus recursos.
Con la construcción del Estadio Nacional llegó también la necesidad de expandir el trazado de la Doble Vía, esa importante arteria vial que a partir de 1945 pasaría a denominarse Franklin Delano Roosevelt, en homenaje al presidente estadounidense que dirigiera buena parte de la estrategia aliada durante la Segunda Guerra Mundial.
La Doble Vía se conectaría en la zona de la Cruzadilla con importantes avenidas y calles, trazadas dentro de la nueva Ciudad Jardín de 200 manzanas, planificadas por el gobierno encabezado por el brigadier Maximiliano Hernández Martínez. Aquel fue el origen de la colonia San Benito, concebida para albergar a la nueva clase pudiente del país, a diplomáticos extranjeros y a una clase media emprendedora y plutócrata, involucrada en negocios internacionales, la construcción y las exportaciones e importaciones de productos industrializados, pese a los estragos causados por la crisis bursátil internacional de 1929.