“Las melenitas”, un símbolo de la liberación femenina

“Una mujer que se corta el pelo está a punto de cambiar su vida”. Esa frase, atribuida a Coco Chanel (1883-1971), la siempre rebelde diseñadora francesa, resume uno de los primeros signos de la emancipación femenina.

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Por Carlos Cañas Dinarte

2019-02-22 6:24:16

La ciudad de San Salvador era un hervidero de ideas y emociones en la segunda década del siglo XX. Por influencia del sufragismo británico y de los encendidos discursos de la marxista Rosa Luxemburgo, algunas mujeres abrazaron la gesta de pelear por sus derechos civiles y conquistar el derecho al sufragio. Ni los partidos políticos ni el gobierno ni los tribunales parecían decididos a dejarlas avanzar mucho en sus más que nobles aspiraciones.

Entre 1912 y 1923, varias organizaciones femeninas dieron pasos significativos hacia la conquista de esos derechos. En parte, esa senda reivindicativa fue iluminada por la palabra y acciones de la sufragista María de Guillén Rivas.

Los tranvías eléctricos de San Salvador

Fuertes de presencia y de carácter, la señora de Guillén Rivas y sus seguidoras eran mujeres de su tiempo. Garbosas y siempre dispuestas a ayudar a su prójimo con resolución cristiana, también estaban orientadas a ser féminas modernas, de pensamiento progresista, por lo que no resultaba extraño verlas lucir sus pelos cortos en sus fotografías de época, moda que en 1923 había causado un revuelo social de proporciones mayúsculas en aquella San Salvador que buscaba su espacio en la historia del siglo XX.

Implantado y usado desde 1919 por la diseñadora francesa Coco Chanel, el pelo corto femenino, que se hacía en las barberías sansalvadoreñas con tijera y hojas de afeitar por los mismos barberos de siempre, había originado el apodo periodístico de “las melenitas” y motivado al clero nacional a condenar esas prácticas subversivas del orden universal establecido, pues, después de esas intenciones de lograr el voto y otros derechos ciudadanos, aquel gesto desafiante y público era otro paso más en la ruta en que las mujeres se parecieran en todo a los hombres, amos y señores de la creación universal desde los remotos y legendarios tiempos del padre Adán, según las prédicas religiosas del sistema heteropatriarcal.

Aquella presencia se convirtió en una aspiración para muchas mujeres: ser una intelectual o sufragista de cabello recortado, pero sin dejar de ser una muestra del donaire femenino, blanca o mestiza, sujeta a los halagos de los hombres de su tiempo, pero no sólo por su belleza física, sino más por su capacidad intelectual y sus aportes sociales en un terreno político que se resistía a los cambios.

¿Cómo se llamaba la joven mujer salvadoreña que, en 1923, se presentó entre la multitud del parque Bolívar (ahora Barrios), con un corte de pelo “a lo garzón” y provocó un tumulto social de adhesiones y demanda de cortes en las peluquerías masculinas de la capital? Por el momento, ese nombre se resiste a las indagaciones y pesquisas.

Desde su trabajo y vida en París, aquella joven salvadoreña se dejó influir por el pelo corto y labios rojos de Coco Chanel. Más adelante, la francesa recortaría la longitud de su falda, usaría pantalones y cigarrillos, introduciría bisutería y perfume, dando un nuevo significado a la elegancia.

Toda una revolución estética que no pudo esconder el trasfondo de dotar a muchas mujeres de confianza, identidad y las bases para trazar sus propios espacios y así lograr la emancipación del mundo masculino para enfocarse a forjar sus propios destinos.

Lectura recomendada
– Almela Boix, Margarita et al (coord.). Mujeres en busca de espacios (Madrid, Editorial UNED, 2013).
– Charles-Roux, Edmonde. Descubriendo a Coco (Barcelona, Penguin Random House, 2017).
– Morató, Cristina. Divas rebeldes: María Callas, Coco Chanel, Audrey Hepburn, Jackie Kennedy y otras mujeres (Barcelona, Penguin Random House, 2010).