Una espectáculo en todos los sentidos, adentro y afuera del campo de juego.
A confirmar todo en Monterrey
En Alianza hace tiempo que se esperaba la noche del 20 de febrero. El rival, la expectativa, la ilusión de ser protagonista en un nuevo certamen de alto nivel internacional. Y no defraudó. Fue una fiesta impecable. En la grama y en las gradas.
Afuera todo salió a la perfección. El público acompañó: alrededor de 20 mil personas llegaron al Cuscatlán a pesar del incómodo horario establecido por la TV internacional. El recibimiento al equipo fue tremendo, con fuegos artificiales incluidos. Y el comportamiento fue notable. Algunas bolsitas tiradas al campo de juego no empañaron el respeto de la mayoría, que apoyaron a su equipo muy lejos de la violencia.

Adentro, el equipo se mostró a la altura de una exigente competencia. El escenario no le quedó grande al equipo. Es cierto que Rayados jugó sin algunos de sus titulares pero se llevó un lindo susto de un equipo, a priori, muy inferior.
Alianza fue un equipo ordenado, aguerrido, incómodo. Pero, por sobre todo, fue intenso. Una intensidad a la que el medio salvadoreño no está acostumbrado a ver en sus torneos locales. Apretó en todos los sectores y nunca le permitió hacer su juego al Monterrey; lo dejó inconexo en su generación de juego. Los mexicanos pocas, muy pocas veces, pudieron progresar en su juego. Y generaron poco peligro, por no decir casi nada.
Partido intenso y aguerrido del Alianza. Jugó mejor que Monterrey, lo controló en la mitad de la cancha pero le faltó profundidad en los últimos metros. Aquellos que pronosticaron una goleada mexicana se equivocaron feo. pic.twitter.com/aq6inm6v76
— Gustavo Flores (@Gusflores21) 21 de febrero de 2019
Alianza fue regular en todas sus líneas. Rafa García fue un espectador; la defensa se lució, los laterales (Marroquín-Jiménez)se destacaron y los centrales respondieron con firmeza (Romero-Mancía). La doble contención (Portillo-Orellana) funcionó, Benítez se lució y Cerén fue pesadilla. Quizás se esperaba más de Sosa y Bladi. Un equipo sólido y compacto que dejó en el papel las diferencia de valores de los planteles. Y que mereció más que un empate.
Le viene lo más difícil: deberá revalidarlo en una semana, allá en Monterrey.