Conoce los rituales del amor en El Salvador de principios del siglo XX
Como dijo el poeta mexicano Octavio Paz, el amor erótico y la pasión sexual entre seres humanos forma una “doble llama” a la que iglesias, gobiernos y sociedades han tratado de atar desde hace milenios.
Los rituales del amor galante surgieron hacia el siglo XX, en los campos de la Provenza francesa, gracias a los juglares y los juegos eróticos de damas y caballeros, como ya se fijaba en los textos del Arcipreste de Hita en su Libro de buen amor, mucho más delicados que las descripciones cuasi pornográficas de Giovanni Boccacio y su Decamerón.
Desde entonces para acá, las diferentes formas de cortejo han constituido un amplio territorio imaginado entre caudales de sentimientos y ríos de tinta, tanto para escribir versos como para redactar contratos de convivencia legales y eclesiásticos, bajo condiciones trazadas por los lineamientos de sociedades heteropatriarcales, excluyentes y buscadoras de sus propias satisfacciones y reproducciones de poder y estatus social.
Entre 1872 y 1876, un belga oriundo de Jodoigne puso en funcionamiento un estudio fotográfico y una academia artística en la capital salvadoreña.
Durante su viaje por tierras de la Provincia de San Salvador en el Reino de Guatemala, el arzobispo guatemalteco Pedro Cortés y Larraz, en 1770, constató que estas tierras eran poco menos que las bíblicas localidades de Sodoma y Gomorra. La gente andaba desnuda o semidesnuda por las calles, copulaban por doquier, había cierto predominio del “pecado nefando” de la homosexualidad masculina y muchas personas cedían ante las “bajas pasiones” y al consumo intensivo de bebidas alcohólicas.