Cada 1 de enero, las puertas de una ramada, que es una armazón de bambú cubierta de palmas secas, se abren para que cientos de feligreses lleguen a venerar la imagen del Milagroso Cristo Negro de Juayúa, en Sonsonate, que está en un altar rodeado de flores y papel de colores.
El humilde recinto está al costado poniente de la iglesia Santa Lucía, que fue construida entre 1953 y 1956. En la estructura temporal, las personas son recibidas con pequeños trozos de marquesote y bebidas, como café, horchata y fresco de tamarindo.
Pero detrás de esta sencilla celebración están los miembros de la Cofradía del Milagroso Cristo Negro de Juayúa, que resurgió hace 19 años para continuar con esta tradición que había decaído.
La mayordoma de la cofradía, María Elena Chachagua, contó que la imagen, que es distinta a la que se encuentra en el altar de la parroquia, era propiedad de Lucio Alcántara, quien residía en la colonia Santa Marta.
El señor, quien ya era de avanzada edad, había manifestado su intención de regalar la imagen tras haber estado por muchas generaciones dentro de su familia.
Él recordaba que entre los propietarios estuvieron los bisabuelos de su padre; pero probablemente, ellos la habrían recibido de sus antecesores.
La mayordoma expresó que la intención del propietario era que cuando muriera, la imagen no quedara en abandono.
El párroco de la iglesia en ese entonces, padre Humberto Ayala, escuchó sobre las intenciones del señor Alcántara, por lo que junto a un grupo de seis feligreses lo visitaron en su humilde vivienda para pedirle que fuera donada a la iglesia para que resurgiera la cofradía.
Aunque en un primer momento desistió de entregar la imagen, finalmente el anciano aceptó la propuesta tras haber pedido la dirección, en oración, al Cristo Negro que por décadas había tenido su familia.
La primera mayordoma, a partir de entonces, fue Dorita Barrilla de Pocasangre y luego la responsabilidad pasó a María Elena, hace siete años, a petición de Lucio.
“Él, aún ya en la agonía, me dijo ‘le encargo a mi Cristo, niña Elenita, porque si lo doné, sé que usted lo va a cuidar. Este Cristo es para la cofradía, luego lo pasan a la iglesia y que ahí esté’”, relató la mayordoma.
No se sabe con exactitud la fecha de su origen, pero cuando los feligreses lo recibieron en donación, hace 19 años, se encontraba dañado y el padre Ayala lo mandó a restaurar a Concepción de Ataco.
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La mayordoma, de 74 años, es una fiel devota del Cristo Negro desde que tiene uso de razón. Incluso, su fe aumentó luego de que, a través de su intercesión, uno de sus seis hijos cambió su comportamiento tras llevar una vida desordenada.
El párroco de la iglesia, padre Guillermo Pérez Cortez, relató que a través de la cofradía se promueve el amor y entrega de Cristo pues, incluso, es más religiosa que otras de esta naturaleza, ya que hay espacios de oración, alabanza, predicación y rezo del Santo Rosario, sostuvo.
El religioso expresó que la patrona de Juayúa es Santa Lucía, que tiene su celebración el 13 de diciembre.
Fervor por el copatrono
El Cristo Negro es el copatrono de Juayúa, pero su veneración es tan grande que son cientos de feligreses los que llegan a Juayúa para pedir su intercesión para milagros.
La parroquia es conocida popularmente como iglesia del Cristo Negro y no como Santa Lucía, que es el nombre oficial.
El párroco señaló, sin precisar el año, que a la ciudad llegaron padres franciscanos que observaron que muchas personas peregrinaban a Esquipulas, Guatemala, por lo que llevaron dicha devoción a Juayúa.
La imagen del copatrono que está en el altar principal de la iglesia se cree que tiene cerca de 150 años, aproximadamente. Las fiestas patronales en su honor se celebran del 1 al 15 de enero.