Una lesión terminó con su carrera en territorio salvadoreño. Sin embargo, ello no le privó de adaptarse a la idiosincrasia cuscatleca. Uruguayo de sangre y salvadoreño de corazón.
Daniel Güelmo debutó a los 14 años en Cerro contra River Plate de Uruguay, su primer gol lo anotó en el Estadio Charrúa y se lo dedicó a su madre, quien sufría de cáncer. Considera que su gran mentor fue Beethoven Javier, quien lo llevó a Defensor Sporting, donde jugó entre 1983 y 1987. Uno de sus “ídolos” charrúas es Pedro Custodio, otrora jugador de Peñarol de Montevideo.
Daniel Güelmo se caracterizó por ser un futbolista que se destacaba por la marca y por darle salida al equipo, como un “ocho”, y también como un clásico enganche, eso que en el calor del fútbol le llaman un “diez”.
¡El Salvador nomá!
Su hermano, Luis, quien jugaba en ese entonces para Águila, se lo “trajo” para el equipo rival de la ciudad de San Miguel: el Dragón. En ese tiempo el equipo mitológico era dirigido por el entrenador chileno Rolando Torino Flores.
Cuando en Uruguay se enteraron que venía a El Salvador lo empezaron a molestar diciéndole que de regalo le iban a dar chalecos antibalas, bombas y todo lo relacionado con el conflicto civil, que ya se encontraba en su ocaso.
Le prometió a su pareja que si El Vencedor llegaba a la final se casaban. Suspendió su luna de miel para ir a ver el partido.
“Fue algo hermoso cuando vine acá, los noticieros no hablaban de fútbol en El Salvador, veía a mi hermano por VHS, hablé con mi mamá y le dije que me iba. Nos explicaron que Dragón acababa de ascender y que necesitaba mantener la categoría. Mi hermano si vivió más crudo lo de la guerra, yo no. Gracias a Dios fue poquito”, dijo Güelmo.