Alba Elizabeth Sánchez, pescadora. Foto EDH/ Huber Rosales
A la edad de siete años, cuando su padre la llevó con ella a pescar por primera vez, Alba Elizabeth Sánchez se dio cuenta de que esa profesión era la suya. Ahora, es una de las pescadoras del caserío Pueblo Viejo, de La Unión, con mayor experiencia en la pesca artesanal.
“Al inicio usamos un remo pequeño. Él (su padre) era quien se encargaba de tirar la boya”, recordó Alba. Cuando le ayudaba a su progenitor era cuando no había lancha de motor, como en estos tiempos. Luego de media hora dentro del agua, Alba y su padre iniciaban el retiro de la red, algunas veces lleno de pescado (ruco, wicha, pancha y, en ocasiones, hasta langostas y apretadores).
Hacer la escurridera o la completa son algunos de los términos que aún se usan por los pescadores, los cuales se refieren al momento exacto para tirar la red al agua y hacer una buena pesca.
Ya pasaron 42 años y Alba sigue como cuando niña, visitando las aguas del golfo de fonseca junto a su pareja, Melecio. “Hoy no fuimos porque estamos cosiendo la red, ya necesita de una buena costura para poder usarla más adelante”, manifestó Alba.
Esta pescadora artesanal tiene bien fresco el recuerdo de su padre, quien le preguntaba por qué iba a la escuela si su futuro estaba en la pesca. De esa forma, Alba y sus cuatro hermanos aprendieron el oficio. “Yo, al igual que mi padre, también les he enseñado a mis tres hijos. Estando embarazada me metía a pescar. Así fue con los tres (niños), porque todo el tiempo era de pescar”, recordó.
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El equipo que no debe faltar a todo pescador es una buena lancha con un buen motor, combustible, redes, canaletes, boyas, redes corraleras y, un requisito indispensable, saber nadar.
María del Rosario Molina
La elaboración de cohetes, un oficio de mucho riesgo
María del Rosario Molina. elaboración de cohetes. Foto EDH/ Huber Rosales
Para María del Rosario la vida pasa más a gusto cuando toma sus herramientas para hacer cohetes. Tiene 36 años de trabajar con pólvora, un oficio que poco a poco también ha ido pasando a manos de mujeres en el país.
Se comunica por medio de señas debido a que es sorda, pero eso no le impide contar su historia, gracias a María Fernanda, una de sus hijas que le sirve de intérprete.
María del Rosario aprendió el oficio con su papá, quien le enseñó a crear y manipular la mezcla para realizar productos pirotécnicos; sin embargo, ella dice que le llamó mucho la atención la combinación de colores, hasta manejar esa mezcla a la perfección.
Al inicio tuvo un poco de temor porque el espacio donde guardaba toda la pólvora estaba revuelto, pero ahora es muy diferente porque hay más espacio y todos los materiales están separados, lo que ahora le genera mayor confianza, explicó su hija.
A pesar de su sordera, ella siempre se desenvuelve como toda persona porque sabe leer y escribir, ya que asistió a la escuela especial en San Vicente y en ocasiones, cuando no hay nadie que le pueda ayudar en la traducción, ella le pide alguien que le escriba lo que necesita.
“Hay gente que admira a mi mamá por la capacidad que tiene para desarrollar este tipo de trabajo, el cual es muy peligroso”, expresó María Fernanda, al explicar que se debe manipular clorato y salitre, elementos que sirven de base para la elaboración de los cohetes de todo tipo, así como las mechas, carrizos y candelas que lleva cada producto.
Una de las técnicas que logró desarrollar para saber si la pólvora era apta para usar, fue probar un poquito con su paladar, eso le daba la pauta para decidir no usarla, dejarla para más adelante o, en su defecto, usarla en el instante.