Tomás Herrera García es una institución en el arbitraje salvadoreño. Él formó parte de la generación dorada del arbitraje nacional que le tocó dirigir, también, a la que considera “la última época de oro del fútbol salvadoreño”. Tomás Pineda, “Tigre” Zamora, Salvador Mariona, Pipo Rodríguez, “Pata Gorda” Morales. “Ruso” Quintanilla, “Cascarita” Tapia, “Pulpo” Fernández, “Búho” Ruano, “Pelé” Zapata, Jorge González, Ramón Fagoaga, entre otros, pueden dar fe del aplomo y la personalidad que cada fin de semana demostraba Herrera García vestido de negro.
Se metió a eso del arbitraje sin saber nada de él, lo confiesa con una sonrisa satisfactoria en su casa de habitación don Tomás. “Fue por un anuncio que salió en el Diario El Mundo de que necesitaban aspirantes a árbitros en la Federación. Como la situación económica no era muy buena y yo ya estaba estudiando en la Universidad, me fui a inscribir sin saber nada de arbitraje. Lo único que sabía era que me gustaba el fútbol y también lo jugaba”, dice.
Llegó al curso allá en la Embotelladora Tropical, por la Avenida Independencia, junto con 180 compañeros más a recibir el curso. Con él y sus aspiraciones llegaron también Wilfredo Leonel Torres, Mauricio Rolando Morazán (de grata recordación), Efrén Aguilar, José Leonidas Rogel, entre otros, que al correr de los años se convertirían en un colegio de árbitros de primer nivel.
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Así, como muchos réferis, sus inicios fueron en las polvosas canchas del Ricaldone. “Nos llevaban a los 8:00 de la mañana y salíamos a las 4:00 de la tarde con la pantorrilla y los pies hinchados, pero como la misión era practicar, practicar y practicar, no nos quejábamos. Al final nos daban un pedazo de pan y un guineo de pago”, recuerda.
De las canchas salesianas saltó, en cinco meses, a las canchas del fútbol Mayor. Tenía 22 años. En su carrera le tocó dirigir cinco finales cuando la Liga Mayor constaba de cuatro vueltas de clasificación, después de “fajarse” todo un año pitando.
Durante 17 años portó la escarapela FIFA, y si la perdió, fue porque ya la edad no le permitía llevarla, antes dirigió muchos encuentros de eliminatorias mundialistas, y continuó dirigiendo en el fútbol nacional, hasta los 48 años.
Hay muchas anécdotas. Como la vez que inconscientemente celebró un gol de Mon Martínez, o cuando expulsó a Ademir Barbosa y Paulo Damasco por agresión, o cuando no los dejaron salir del Quiteño porque FAS perdió. Una dilatada carrera que hace que estas líneas queden cortas.
¿Qué hace?
Llevó el arbitraje y su carrera de abogado y notario de la mano, don Tomás Herrera García. Eso, dice, le permitió tener sus ahorros, aunque “nunca viví directamente del arbitraje. Eso era mi pasión”, admite.
Después de su retiro, formó parte de dos Comisiones de Árbitros, que complementaba con su trabajo en el Centro Nacional de Registro (CNR), adonde actualmente se desempeña como registrador auxiliar. “Yo estoy en el Registro de la Propiedad e Hipoteca desde 1993, primero en Chalatenango y ahora acá en San Salvador, me encargo de revisar los documentos para inscribir, para las compraventas, las hipotecas, los embargos, las segregaciones por venta de los inmuebles”, dice.
Aunque acepta que tras su retiro se deshizo de todos sus implementos, aún le queda el “gusanito” de seguir colaborando con el arbitraje nacional, “si me llaman a colaborar yo voy”, manifiesta convencido. Así como confiesa que en su trabajo tiene muchos críticos con quienes analiza algunas jugadas de las fechas del fútbol nacional como internacional.
Seguidor, hoy, del Real Madrid, dice que en su época de árbitro no tuvo apego a ningún equipo.
Perfil
Nombre: Tomás Herrera García.
Data: Chalatenango, 5 de mayo de 1947.
Edad: 71 años
Estado Civil: Casado.
Cónyuge: Marta Sonia Pineda de Herrera
Deporte: Fútbol.
Experiencia: Tomás Herrera García arbitró durante 26 años en Liga Mayor, fue escarapela FIFA por más de 17 años. En su cuenta hay un gran número de encuentros internacionales y nacionales. Dirigió cinco finales del fútbol nacional, cuando los campeonatos eran a cuatro vueltas y el campeón se definía después de una cuadrangular final.