La definición de locura incluye una locución bajo la cual se puede utilizar como sinónimo de extraordinario o fuera de lo común. Así es Nina Zamora, una joven salvadoreña cuya pasión desenfrenada por la gimnasia la ha llevado por un camino inusual, hasta el pole fitness.
Gimnasta hasta los 15 años, las lesiones de rodilla la obligaron al retiro. Pero, tiempo después, cuando estudiaba artes plásticas en Francia, volvió a su primer amor, al de toda la vida, al de ese deporte extremo que para muchos es una locura.
Es que la gimnasia, cuando se ama y se quiere ser el mejor, te obliga a dejar todo lo demás y a dedicarse al cien por ciento. Ahora, Nina ha hecho del pole su vida, su pasión.
“Es un estilo de vida, más que todo cuando lo tomás como profesión. Como cualquier atleta que se dedica a un deporte, la vida entera gira alrededor de ello y las metas que uno tiene. En mi vida, todo gira alrededor del pole, mis planes, cada cosa que como, la hora a la que duermo, hasta fines de semana; si me voy a tomar una copa de vino, tal vez no me la voy a tomar porque me va a afectar en el entreno”, cuenta.
La selección salvadoreña comienza su camino de clasificación de la Liga de Naciones, donde buscará ser de la liga A de la nueva competición, así como uno de los boletos a Copa Oro
Con 5 años, conoció la gimnasia, la que practicó con devoción. Paralelamente, en ese tiempo, le detectaron que padecía de TOC, o trastorno obsesivo compulsivo. Con el tiempo, fue encontrando las herramientas para encontrar los aspectos positivos de su enfermedad, y dejar de lado los negativos.
Cuando tenía 13 años, sufrió una lesión en una rodilla. Se rompió y tuvo que pasar más de un año en terapia, en una etapa durísima de su vida. Pero volvió. Sin embargo, cuando tenía 15, le ocurrió de nuevo, esta vez en la otra rodilla. Intentó volver, como siempre, porque un rasgo característico de ella es que su obsesión por lo que le apasiona le impide abandonar, cueste lo que cueste. Así que volvió a las terapias, a caminar poco a poco, a correr. Pero desde la Federación Salvadoreña de Gimnasia le dijeron que ya no podría volver, que estaba demasiado lesionada. No abandonó, siguió entrenando por su cuenta, pero, eventualmente, entendió que tendría que dar un paso al costado.
Pasaron los años y, en 2008, se fue a estudiar a Francia, y allá “encontré en el pole lo más similar a la gimnasia y reviví mis sueños de ir a Juegos Olímpicos”.