La revancha en la vida para Nina vino por el pole dance

Las lesiones sacaron a Nina de la gimnasia, pero en esta modalidad halló el camino de vuelta a su pasión

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Foto EDH: Jessica Orellana

Por César Najarro - @cjnajarro

2018-09-09 8:28:10

La definición de locura incluye una locución bajo la cual se puede utilizar como sinónimo de extraordinario o fuera de lo común. Así es Nina Zamora, una joven salvadoreña cuya pasión desenfrenada por la gimnasia la ha llevado por un camino inusual, hasta el pole fitness.

Gimnasta hasta los 15 años, las lesiones de rodilla la obligaron al retiro. Pero, tiempo después, cuando estudiaba artes plásticas en Francia, volvió a su primer amor, al de toda la vida, al de ese deporte extremo que para muchos es una locura.

Es que la gimnasia, cuando se ama y se quiere ser el mejor, te obliga a dejar todo lo demás y a dedicarse al cien por ciento. Ahora, Nina ha hecho del pole su vida, su pasión.

“Es un estilo de vida, más que todo cuando lo tomás como profesión. Como cualquier atleta que se dedica a un deporte, la vida entera gira alrededor de ello y las metas que uno tiene. En mi vida, todo gira alrededor del pole, mis planes, cada cosa que como, la hora a la que duermo, hasta fines de semana; si me voy a tomar una copa de vino, tal vez no me la voy a tomar porque me va a afectar en el entreno”, cuenta.

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Con 5 años, conoció la gimnasia, la que practicó con devoción. Paralelamente, en ese tiempo, le detectaron que padecía de TOC, o trastorno obsesivo compulsivo. Con el tiempo, fue encontrando las herramientas para encontrar los aspectos positivos de su enfermedad, y dejar de lado los negativos.

Cuando tenía 13 años, sufrió una lesión en una rodilla. Se rompió y tuvo que pasar más de un año en terapia, en una etapa durísima de su vida. Pero volvió. Sin embargo, cuando tenía 15, le ocurrió de nuevo, esta vez en la otra rodilla. Intentó volver, como siempre, porque un rasgo característico de ella es que su obsesión por lo que le apasiona le impide abandonar, cueste lo que cueste. Así que volvió a las terapias, a caminar poco a poco, a correr. Pero desde la Federación Salvadoreña de Gimnasia le dijeron que ya no podría volver, que estaba demasiado lesionada. No abandonó, siguió entrenando por su cuenta, pero, eventualmente, entendió que tendría que dar un paso al costado.

Pasaron los años y, en 2008, se fue a estudiar a Francia, y allá “encontré en el pole lo más similar a la gimnasia y reviví mis sueños de ir a Juegos Olímpicos”.

Foto EDH: Jessica Orellana

Ya para 2014, se fue becada a New York a la Academia de Danza Aérea, a una de las mejores academias de pole. Estudió dos años ahí, y trabajó, y fue certificada como instructora.

También completó un diplomado en danza contemporánea de dos años en la Peridance Capezio Center, en Manhattan. Luego viajó a Buenos Aires, a donde trabajó como instructora y también logró su segunda certificación a nivel máster, lo que la avala para formar instructores.

En todo ese trayecto, dejó de lado las artes plásticas y estuvo compitiendo desde 2014, en París, Buenos Aires, México, Chicago y Boston.

En 2016, ganó el primer lugar en el sudamericano, y también compitió en el Pole Expo de las Vegas, en la que fue tercera en un evento al que sólo entran 10 competidores del mundo. Y el año pasado, estuvo en el Arnold Sports Festival de Ohio, un evento enorme de físicoculturismo y fitness. Además, estuvo en el Pole Arte de Francia, a donde van sólo seleccionados a nivel mundial. Este año, participó en México y ayer viajó a las Vegas, a donde competirá este martes en un evento al que sólo se asiste por invitación, según resultados internacionales previos.

Foto EDH: Jessica Orellana

Desde 2017, reside en el país, a donde, junto con la ayuda de su madre, fundó la academia Peace and Pole by Nina, a donde da clases por las mañanas y las noches. Ella entrena sus rutinas en medio de esto, y los sábados practica danza contemporánea.

Su presentación

Cuando Nina habla del pole, asegura que “es la razón por la que me levanto las mañanas, soy alguien que si no tiene una meta específica, se deprime. Y cuando pasa una competencia, ya estoy pensando en la siguiente, o a dónde quisiera ir a un taller, qué voy a lograr, así es como me mantengo y le encuentro emoción a la vida; si no, me aburro”.

Al momento de una presentación, a ella le gusta imaginarse qué piensa el público. Antes se ponía nerviosa, pero ahora observa si se están sorprendiendo con lo que hace, cómo vuela y juega con el pole, y si la gente está disfrutando. “Eso me hace entrar más en el personaje y querer dar más todavía”, afirma.

Foto EDH: Jessica Orellana

Este martes, en Las Vegas, hará su presentación más íntima, más personal. “Esta coreografía está basada en el trastorno obsesivo compulsivo. Agarré esa temática porque siento que te permite explorar el movimiento repetitivo y marcado, y la música lleva como cuentas. Siento que va de la mano con el concepto de las personas obsesivas compulsivas, y es un poco personal, a mí me lo diagnosticaron cuando era niña. Y tuve momentos en los que sentí que era súper negativo y me hizo sufrir bastante”.

Con la edad, sin embargo, “llegué a asumirlo hasta cierto punto como algo positivo, porque el hecho que yo sea tan obsesiva con los temas no me permite soltar las cosas cuando las quiero. Si no fuera por eso, hubiera soltado muchas cosas en mi vida. Veo algo positivo y negativo a la vez, pero trato de enfocarme en lo positivo que me ha traído”, cuenta Nina, quien ha encontrado en el pole una segunda oportunidad, la de seguir en su pasión.

Foto EDH: Jessica Orellana