La bruja mulata y la afrodescendencia en El Salvador

María de la O fue una mujer acusada de brujería por la Inquisición, en Centroamérica. Ella es una de las protagonistas de la nueva edición de la revista Identidades sobre la afrodescendencia.

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En la imagen, una de las pinturas sobre "las castas" del pintor Miguel Cabrera, considerado uno de los máximos exponentes de la pintura barroca del virreinato, en la Nueva España.

Por Rosemarié Mixco

2018-09-02 5:17:38

María de la O hizo historia, en los anales centroamericanos ligados a los procesos legales impulsados por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Esta mulata esclava acusada de brujería es prueba de las raíces afrodescendientes de Mesoamérica. Según el artículo de Sandra Roxana Portillo Chicas, de la Universidad de El Salvador, incluido en la edición 11 de la revista Identidades, esta mujer fue acusada por la mulata libre Juana Bautista Castellanos, quien aseguró que María de la O ofreció polvos amatorios y bebidas no autorizadas al capitán don Pedro Hernández, para resolver problemas de celos.

Dicho número de la publicación de la Dirección General de Investigaciones, Acervos Documentales y Ediciones (Digiade) del Ministerio de Cultura ha sido dedicado por completo a las huellas de las raíces africanas en El Salvador y Centroamérica, y ofrece más detalles de esta historia registrada en la provincia de El Salvador de 1730.

Las huellas de África en el mestizaje salvadoreño ya no son un mito, ni deberían de serlo. Hay varias referencias históricas, estudios y documentos que lo confirman. Y si alguien quiere constatar esa huella de África en nuestro presente, basta enlistar algunos de los vocablos de nuestra jerga que tienen raíces africanas: cumbo, cumbia, guineo, bobo, maraca, cachimba, guaro o conga.

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Los rasgos físicos de muchos salvadoreños también lo evidencian, y no sólo por el tono de piel oscura, sino por la nariz ancha, los labios gruesos, el cabello rizado y alborotado, figuras femeninas con caderas pronunciadas y los hombres corpulentos, así lo explica Carlos Pérez Pineda, director de la Digiade.

No debemos olvidar que los nativos mesoamericanos eran más bien una raza de hombres pequeños. En cambio, los esclavos africanos eran altos y muy fuertes. Entonces, muchos de los salvadoreños de estatura elevada podrían contar en su ADN con genes africanos.

La afrodescendencia salvadoreña siempre ha estado ahí y es un deber de nación visibilizar su legado. En ese afán por dignificar a nuestros ancestros más olvidados, Digiade lanzó esta nueva edición de “Identidades”.

Edición número 11 de Identidades. De venta en la librería de la DPI, en el Museo David J. Guzmán. Foto EDH / Cortesía

Esta se suma a la compilación titulada “Relaciones interétnicas: afrodescendientes en Centroamérica”, lanzada por la Universidad Tecnológica de El Salvador, que reúne un conjunto de trabajos históricos y antropológicos enmarcados en el XII Congreso Centroamericano de Historia, realizado en San Salvador en julio de 2014 y en la Primera Jornada de Estudios Afroamericanos de 2015. Precisamente, en este número de “Identidades”, el historiador salvadoreño Pedro Escalante Arce ofrece un comentario sobre este aporte de la Universidad Tecnológica apoyado por la Academia Salvadoreña de la Historia.

Hay que destacar que el tema de la herencia africana en tierra cuscatleca ha retomado interés entre estudiosos e historiadores desde hace 10 años aproximadamente.

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Especialistas en el tema indican que la presencia de los esclavos africanos en Centroamérica se remonta a tiempos de la conquista española. Para el caso, existe una referencia de ello, en un documento de 1641, sobre el arribo del navío “Nuestra Señora de los Remedios y San Lorenzo”, en el Archivo General de Centroamérica, en la vecina Guatemala.

Además, los nativos mesoamericanos dejan entrever la presencia de africanos en el “Lienzo de Quauhquechollan”, trabajo náhuatl que data del siglo XVI, en la que los indígenas quauhquecholtecas plasmaron su visión de la conquista europea.

El antropólogo Wolfgang Effenberger López asegura que los asentamientos de estas etnias se dispersaron por todo el territorio salvadoreño, pero fueron más prominentes en los departamentos de Sonsonate, Ahuachapán, San Miguel y La Unión. “San Alejo es una región con una marcada afrodescendencia”, afirma Carlos Pérez Pineda, director de la Digiade, quien además incluye un texto de su autoría en la edición 11 de “Identidades”.

Público asistente al lanzamiento del número de Identidades dedicado a la afrodescendencia. Foto EDH / Cortesía

Pérez explica que especialistas afirman que puede hablarse de una repoblación del continente latinoamericano con la llegada de los esclavos africanos al nuevo continente. En este punto, recuerda que debido a las enfermedades que los españoles trajeron a América, la población nativa fue casi exterminada. Estos y otros temas son desarrollados en esta publicación completamente dedicada a las raíces africanas de Centroamérica.

El nuevo número de Identidades se puede adquirir en la librería de la DPI ubicada en el Museo David J. Guzmán. En la Digiade, se estudia actualmente la posibilidad de ofrecer la revista en formato digital.