¿Cuál es el partido político que más se beneficia del sistema electoral salvadoreño?

Analistas políticos señalan que nuestro actual sistema electoral beneficia en gran medida al tercer partido más votado, así como el pluralismo, la diversidad de pensamiento y el diálogo para alcanzar acuerdos.

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Foto EDH Archivo

Por Carlos Palomo

2018-09-02 9:56:26

El pasado 4 de marzo El Salvador vivió un proceso electoral para elegir a los diputados de la legislatura 2018-2021. Los resultados de esas elecciones se resumen en la pérdida de 8 diputados por parte del FMLN, el aumento de curules de los partidos minoritarios como el PCN y el PDC y la llegada del primer diputado no partidario a la Asamblea Legislativa.

La Constitución salvadoreña dice en su artículo 79 que para la elección de diputados, se adoptará el sistema de representación proporcional. Esto implica que cada partido debió obtener un número de curules acordes a la cantidad de votos a su favor. Esto significa que si un partido logra el 30 % de los votos válidos en un departamento, debería agenciarse el 30 % de los diputados de esa circunscripción.

Cuando un partido o coalición obtiene un porcentaje mayor de diputaciones que de votos, se dice que está “sobrerrepresentado”. También se puede afirmar que la proporcionalidad ordenada por la Constitución no se cumple a cabalidad. De este fenómeno se han beneficiado todos los partidos sin excepción.

¿Por qué ocurre la sobrerrepresentación?
Esto se debe al uso de la fórmula electoral llamada “Hare” que hace uso del sistema de cocientes y residuos. ¿Cómo funciona esto de los cocientes y residuos? Para entenderlo mejor, se propone un ejercicio numérico, a modo de ejemplo, en un departamento ficticio donde se reparten cinco escaños. Lo primero que debemos hacer es sumar la cantidad de votos válidos obtenidos por cada uno de los competidores, siendo en nuestro caso un total de 20 mil 500 votos. Luego, debe dividirse esa cantidad entre las diputaciones en juego que, como ya se dijo, serán cinco.

La operación anterior da por resultado un valor de 4,100; lo que implica que lograr un diputado cuesta esa cantidad de votos. A este último valor se le asigna el nombre de cociente electoral. De acuerdo al Código Electoral, los votos obtenidos por cada partido se dividen entre el cociente electoral previamente calculado, determinando así la cantidad de escaños por cociente. A manera de ejemplo, al dividir los 7,000 sufragios del partido “A” entre 4,100 se tiene un valor de 1.7, lo que se traduce en que obtiene un diputado por cociente y le sobran 2,900 votos.

Cuando no se alcanzan a repartir todos los puestos por la vía del cociente, se prosigue con la repartición por residuo. Los curules que faltan por repartir se otorgan uno a uno a cada partido, comenzando por el que tiene mayor valor residual y continuando en orden descendente hasta llenar todos los cargos.

Así, para nuestro ejercicio, la primera diputación se le otorga al Partido “C”, luego al “D” y la última al “A”. Por la aplicación del método del residuo se produce una distorsión en la proporcionalidad de la representatividad y el Partido “A” con un 34 % consigue un 40 % de los curules. Algo similar pasa con el partido “D”, el cual con 15 % de los votos tiene el 20 % de diputados.

¿Se puede evitar esta distorsión?

Álvaro Artiga, politólogo de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, sostiene que todos los sistemas electorales tienden a distorsionar la relación entre votos y escaños, siendo raro el sistema que logra un resultado que respete por completo la proporcionalidad.

Artiga utiliza una medición conocida como el índice de Rose, una medida cuantitativa que denota qué tan proporcionales son los resultados de un sistema electoral determinado. Un valor de 100 indica proporcionalidad perfecta y uno de cero la ausencia de proporcionalidad. Según los cálculos de este politólogo, entre los años 1994 y 2012 este indicador ha promediado cerca de 94 puntos, lo que denota un valor cercano a la proporcionalidad perfecta.

Artiga además señala que, al comparar la proporcionalidad del sistema electoral salvadoreño a nivel centroamericano, esta es alta. Por otra parte, producto de un análisis matemático, Artiga sostiene que quien más se beneficia del fenómeno de la sobrerrepresentación es el tercer partido más votado, siendo casi siempre el PCN o GANA, es decir, partidos relativamente pequeños. Este mismo politólogo dice que esto lleva a pensar que nuestro sistema está diseñado para evitar un formato bipartidista en la Asamblea Legislativa.

¿Qué implica un sistema que busca evitar el bipartidismo?

Eduardo Escobar, coordinador del Centro de Monitoreo de Transparencia y Democracia de Acción Ciudadana coincide con Artiga en que el actual sistema evita la conformación de un formato bipartidista, pero señala que hay un predominio de dos partidos mayoritarios dentro de un formato multipartidista. Escobar sostiene que la Constitución de la República dispone que nuestro país debe contar con una democracia representativa y pluralista, señala además que este pluralismo es vital para la democracia.

También recuerda que en la sociedad conviven diferentes visiones del mundo y que es necesario darles la posibilidad de resolver los problemas sociales a partir de su visión, en beneficio de ellos y del país. Por último, Escobar asegura que el sistema multipartidista actual fracciona el poder y esto deriva en que las discrepancias deben resolverse a través de la negociación; el Ejecutivo se ve obligado a buscar apoyos legislativos y el consenso político.

De forma similar, Martha Orellana, politóloga de Keiser University, asegura que nuestro actual sistema electoral es beneficioso porque fortalece la capacidad de dialogar, construyendo así las bases para el bien común.

Igualmente, comenta que el tener múltiples partidos dentro de la Asamblea abre la puerta a que la población en general tenga la oportunidad de un mayor acercamiento al espectro político del cual típicamente huye. Esto abriría la puerta a que se incremente la participación de sectores que no comparten los ideales de los partidos grandes o que simplemente poseen otras ideologías políticas. Finalmente, sobre el sistema multipartidista, la politóloga considera: “Impulsa a considerar muchos otros puntos de vista, enfoques, objetivos y circunstancias para las cuales se debería medir cuán grande sería el riesgo y/o beneficio para la población”.