Literalmente, el actual sitio de valor arqueológico conocido como Tacuscalco-Los cerritos —ubicado al suroeste del municipio de Nahulingo o Nahuilingo, en Sonsonate— es un lugar maldito.
Los casi tres siglos de historia que permanecen enterrados en esa región del occidente del país concluyeron en 1823, cuando el padre José Antonio Peña de la iglesia de San Francisco (Tacuzcalco) maldijo a la población, tras una sangrienta riña entre dos colonos de la Hacienda el Mico, dentro del templo religioso y durante los solemnes actos litúrgicos de la fiesta de los “Santos Reyes o Caballeros”.
El detalle de aquella fecha en la que repicaron frenéticamente las campanas fue documentado en el libro “Toponimia Autóctona de El Salvador Occidental” por el historiador, docente y periodista salvadoreño Jorge Lardé y Larín.
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Los cimientos de la iglesia colonial de Tacuscalco aún permanecen cerca del sitio arqueológico “Los cerritos”, como un recuerdo de ese 6 de enero.
Pero parece que la maldición sigue latente en 2018, a 195 años de ese suceso. En julio del año pasado, la población que reside en los alrededores del actual Nahulingo denunciaron ante las autoridades culturales del país la destrucción de parte del área de valor histórico, que desde 1997 es protegida por la Ley de Patrimonio Cultural de El Salvador.
Al acudir, el Ministerio de Cultura comprobó que la empresa responsable de dicho proyecto, se abstuvo de solicitar peritajes y permisos previos que le permitieran delimitar el área de terreno en el cual poder lotificar.
Las voces de condena entre los distintos sectores del país se dejaron escuchar desde entonces, pero muchos en la actualidad, luego que la jueza ambiental de Santa Ana diera la orden de suspender de forma temporal los trabajos de lotificación en abril pasado, se preguntan qué es Tacuscalco y por qué hay que protegerlo.
El director de Arqueología y el coordinador de Investigación Arqueológica del Ministerio de Cultura, Hugo Díaz y Julio César Alvarado, respectivamente, coinciden al informar que esta zona protegida resguarda casi 3000 años de historia salvadoreña, y creen que parte de las estructuras que yacen enterradas ya fueron destruidas.
Se han logrado identificar entre 40 a 42 montículos, que corresponderían a diferentes estructuras, incluyendo pirámides. Por los restos de la cerámica que se ha rescatado en las excavaciones, se cree que los primeros pobladores fueron mayas y que el primer asentamiento data del período preclásico y clásico (1000 a. C. al 900 d. C.).
Luego, con las migraciones nahuat que llegaron del centro de México y lo que hoy es Guatemala, se asentó en la región un pueblo pipil.