Cristina se casaría en diciembre, pero fue asesinada en abril

La familia de Ana Cristina asegura que ninguna autoridad se les ha acercado para preguntarles algo sobre la privación de libertad.

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La madre de la joven dice que su hija no salía de casa a lugares lejos. / Foto Por EDH

Por Jorge Beltrán Luna

2018-05-13 10:23:33

Es cerca de la medianoche del 14 de abril. Primero se escucha el ruido de un motor. Para ser una calle en la que aún de día, el tránsito de vehículos es muy raro, los residentes no se imaginan lo que está por ocurrir. A los pocos segundos, los perros se desgañitan ladrando, luego un golpe seco en una puerta de lámina, seguido por los gritos de una mujer joven que pide que la suelten.

Eso es lo que escucharon los vecinos del caserío El Majagüe del cantón El Zapote, municipio de Jucuarán.

Mientras, adentro de una casa de lámina, una tragedia indescriptible se vive. Tras derribar la puerta de lámina, varios hombres encapuchados y vestidos con ropas camuflajeadas entran gritando un nombre: Ana María.

Un hombre mayor sale, le asestan un golpe y lo tiran al suelo. De una habitación salen dos jóvenes, una de 17 años y otra de 16. Los hombres le asestan un culatazo en las costillas a la de 17, la toman del cabello y la sacan de la casa.

El padre, a quien segundos antes han golpeado intenta reaccionar pero la joven, aún en la angustia, alcanza a decirle: “No, papi, tranquilizate”. Los hombres se embolsan tres teléfonos celulares que ven en una mesa. En ese instante, el padre de la joven cree que se trata de un robo. Pero luego escucha a su hija gritar que la suelten, mientras los hombres la arrastran del cabello unos 200 metros hasta salir a la calle. Un auto se aleja y cesan los gritos de Cristina.

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Desde ese momento, aquel padre camina y corre desesperado, de un lado a otro, de la calle a su casa y viceversa. Pero nada puede hacer. El carro en que se han llevado a su hija sale rumbo al cantón Guatera. En el trayecto deben pasar por donde hay una patrulla de policías. Esa patrulla de policías está a menos de 500 metros de la casa de donde sacaron a la fuerza a Ana Cristina.
Ya de madrugada, aquel carro regresa. Va con rumbo a la playa El Cuco.

A las 6:00 de la mañana, el padre de Cristina sale a buscarla. La halla muerta con dos balazos en la cabeza. Estaba a la orilla de la calle del cantón Guatera. Un grupo de policías llega a colocar cinta amarilla alrededor del cadáver.

Investigadores policiales afirmaron que a Cristina no se le ha descubierto que tuviera vínculos con pandillas.

Horas después de que hallaran su cadáver, algunos periódicos digitales escribieron que la joven solía ir de visita al penal de Ciudad Barrios. Pero la Policía ha descartado eso.

Primero, dicen, esa cárcel está bajo las medidas extraordinarias, por tanto, los reclusos no tienen visita. Segundo, ella era menor de edad y, para eliminar cualquier duda, han revisado los libros de visita de esa prisión, de años anteriores y el nombre de Cristina no aparece.

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Fue sacada de su casa donde dormía con sus padres y hermanos. A pocas cuadras la ejecutaron con un disparo en la frente.

El padre de la víctima asegura que su hija tenía planes de casarse en diciembre, cuando ya tuviera 18 años, con una persona residente en Canadá.

La madre dice que su hija no salía de casa a lugares lejos. Ana Cristina era trabajadora. Eso dice su madre, al recordar que siempre la acompañaba a vender pescado, producto de la pesca artesanal a la que se dedica la familia, a municipios cercanos como Chirilagua y El Tránsito.

La familia de Ana Cristina asegura que ninguna autoridad se les ha acercado para preguntarles algo sobre la privación de libertad.

Aunque ellos dicen que no pueden acusar a nadie porque los verdugos de su hija andaban todos con los rostros cubiertos con gorros navarone. “Dios que se encargue de ellos”, repiten ambos padres.