Despertar cada mañana con la difícil realidad que un nuevo ser crece en su vientre y en un entorno en que las críticas y los reproches se vuelven el pan de cada día, incluso, escuchar más de una vez “aborta o arruinaras tu vida”, es lo que vivieron tres adolescentes al quedar embarazadas cuando aún no comprendía ni su propia vida.
“De niña a madre, maduré de golpe” aseguró Josselyn L. que siendo menor tuvo dos embarazos.
Ahora sonríen, pero ellas tuvieron que dejar de comer, abandonar sus amigos, los estudios y hasta iniciar una nueva vida como madres y esposas, que esperados o no, sus hijos se convirtieron en su razón para vivir.
Josselyn, que se mantendrá en anonimato su edad; Alejandra Martínez, de 20 años; y Flor de María Díaz, de 30 años, fueron las madres que prefirieron decir sí, antes de tomar otras decisiones.
Cada mañana las tres jóvenes caminan apresuradas en las calles del centro de San Salvador, en ningún momento se detiene ni tampoco de distraen, en sus ojos se deslumbra una seguridad tal, como la de un niño que descansa en los brazos de sus madres.
Y es que ese recuerdo recurrente es lo que la hace levantarse cada día, una pequeña vida depende de ellas para salir adelante, por la cual deben trabajar.
A simple vista nadie imagina que son madres, pero su convicción es indescriptible, pues cargar grandes cajas y sacos con mercadería; además de llevar siempre en sus hombros un pequeño banco, donde los niños descansan.
Esta sólo es una pequeña parte de la rutina diaria, que día y noche recorren con los productos.

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Karen es solo una de las miles de adolescentes embarazadas que han sido atendidas en hospitales públicos.
Al momento del embarazo, las jóvenes perdieron su forma de vivir para comenzar con una nueva.
Miedos, inseguridad e inexperiencia, fue el diario vivir durante los primeros meses del embarazo, así lo afirmaron las jóvenes, que sin preparación alguna comenzaron a pensar como madres.
Josselyn es madre de dos niños, los concibió cuando era menor de edad, lo que hizo que sufriera complicaciones en el embarazo.
“Me diagnosticaron quistes en los ovarios, el médico me dijo que en un futuro no podría tener hijos”, comentó en referencia a que el embarazo fue una sorpresa.
Con su primer hijo, Josselyn paso siete meses de dolor e incertidumbre, en tres ocasiones.
Estuvo a punto de perder al bebé. Siete meses más tarde, el niño nació prematuro.
“A pesar de todo fue una experiencia hermosa”, expresó cuando bajaba un saco de comida para perro, de 55 libras.
Con los cuidados requeridos, el niño creció estable, ahora tiene cuatro años y juega en compañía de su hermano dos años.
“Al principio nada fue fácil y es que aún no lo es”, insiste Alejandra Martínez, otra joven madre que sostenía en sus piernas a su hijo de cuatro años.
Alejandra tuvo que afrontar tres difíciles momentos: el primero fue el rechazo de los padres, que de tres hermanas, siendo ella la menor, fue la primera en quedar embarazada.
Lo segundo fueron las constantes críticas de sus amigas que le recomendaban abortar y por último fue el abandonó de su pareja, que la dejó al conocer sobre su embarazo.
“Lloré de felicidad al verlo, sigue valiendo la pena”, dijo con alegría y nostalgia Alejandra.
Mientras que Flor de María Díaz enfrentó a los 17 años, con el apoyo de su madre, el embarazo, que fue descubierto por su madre después del primer mes de gestación.
Sacrificio, penas, dolor y sobre todo felicidad, es lo que experimentaron las jóvenes, que ahora desean un futuro prometedor para sus hijos y comprenden la situación por la que pasaron sus madres.
“Me venía a vender y junto a mi tenía el porta bebé”
Flor de María quedó embarazada a los 17 años cuando cursaba séptimo grado. La joven se aferró a sus metas e inició un negocio en el centro de San Salvador para brindarles un futuro mejor.
“Desde chica me hice madre”, manifestó Flor de María Díaz, al recordar su embarazo a los 17 años cuando ni ella sabía que esperaba un niño.
A diferencia de la típica historia en la que la hija no sabe cómo dar la noticia del embarazo a sus padres, a Flor de María le sucedió lo contrario, su madre la sorprendió al predecir su embarazo.
“Yo no lo aceptaba, pero me decían que se me notaba en la forma del estómago”, contó la joven madre.
En una de las esquinas, frente a la Plaza Libertad del centro de San Salvador, se encuentra un establecimiento hecho con laminas, en él los transeúntes pueden comprar desde dulces hasta artículos de cocina y de limpieza.
“La rebusqueda” es el diario vivir de Flor de María, que por hoy tiene cuatro hijos por los que luchar.
Ahora esta madre tiene 30 años y en su corazón lleva grabado el nombre de cada uno de ellos.
Bryan Pérez fue el primero de sus hijos, con él tuvo que olvidar su adolescencia para convertirse en mamá.
Flor de María es tímida, de pocas palabras, al preguntar sobre su primer embarazo hizo una larga pausa.
Con la mirada hacia abajo recordó momentos de angustia y felicidad, ya que significó el cambio de una vida, que ni ella imaginó, pero a la que le tocó aferrarse.
“Nadie nace preparando para ser madre y menos una chica de mi edad” reflexionó.
Rompiendo el hielo con su tiesa postura, reveló que en aquel entonces, con la inocencia que le caracterizaba por su adolescencia, el nombre de su primer hijo fue en honor al ex jugador estadounidense del baloncesto, Kobe Bryant, al que el padre del niño admiraba.

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Problema está enraizado en la cultura salvadoreña que acepta las uniones en menores. Código de Familia contradice ley de la mujer al permitir matrimonios y uniones de menores.
A los 17 años, Flor de María no esperaba quedar embarazada, su vida era cómoda entre las amistades y la relación que había iniciado. Además ayudaba a su madre, María Victoria Díaz, que siempre se dedicó a diversas ventas, en el negocio familiar.
Sin embargo, en su vientre ya crecía una vida y fue cuestión de días para que esos momentos sólo quedaron como parte del pasado.
De ser una estudiante de séptimo grado en un centro escolar de San Salvador, paso asumir su responsabilidad como madre y compañera de vida de Raúl Juárez.
Embarazada soportó largas caminatas bajo el sol, cargó pesadas cajas de mercadería y por horas pasó parada para vender. Este fue un sacrificio diario, que se le complicó al transcurrir los meses, cuando el estómago le creció.
La adolescente persistió, trabajó duro, pues ya no sólo estaba en juego su vida si no que la de un nuevo ser, al que debía alimentar, cuidar y proporcionar los recursos necesarios para su subsistencia.
Con María, su madre, lograron una complicidad que con paciencia vivieron la experiencia de la maternidad, le enseñó cómo ser una mejor mamá, aún cuando no había escuchado sus consejos en el pasado.
Según Flor de María, no todo fue angustia y preocupación, ya que a pesar de su edad no tuvo complicaciones y en su vientre crecía una vida que la llenaba de amor y felicidad. “Ese amor que sólo una madre lo puede experimentar”, explicó.
A la espera del nacimiento de Bryan, la pareja ubicó un establecimiento, armado con laminas y palos de madera, pensando en su futuro como negociantes para sufragar los gastos del niño.
Los meses pasaron y el esfuerzo de Flor de María era inagotable. Aún desconoce cuándo se pasó del dolor a la felicidad por las ansias de tener al niño en sus brazos.
El 18 de septiembre de 2004 nació Bryan, después de un largo parto de tres horas.
“Cuando lo vi, solo pensé: es una maravilla”, expresó Flor de María, que lloró cuando lo sostuvo por primera vez.
Tras un descanso de tres semana, la joven regresó a trabajar. Bryan también ha recorrido toda su vida (hoy tiene 14 años) en el puesto, pues siguen en el mismo lugar desde 2004.
“Me venía a vender y junto a mi, tenía el porta bebé” añadió.
Desvelos, cansancio, instantes de intranquilidad y demás, fue parte de la experiencia que afrontó, en gran parte, con la ayuda de su madre.
Ahora, Flor de María está viendo a Bryan en convertirse en un joven.
Durante esos catorce años también nacieron tres hermanos más de Bryan, los cuales tienen 7, 4 y la última seis meses de haber nacido.
“Uno se rebusca para sacarlos adelante, gracias a Dios no les falta el alimento ni la educación”, aseguró.
El carrito
En una de las calles del centro de la capital iba María Díaz, abuela de Bryan, empujando con esfuerzo una carretilla en la que transportó jabas llenas de tomates y plátanos. Al frente iba Alisson, la pequeña de 3 años, que con un mango en la mano disfrutaba del paseo, como que se tratara de un carrito.
“Que sean profesionales, exitosos y mejores que nosotros” es lo que más desea su madre, cuyo su sacrificio es para verlos triunfar.

Foto/ Francisco Campos