En el Día del Libro

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Por Mario Aguilar Joya

2018-04-21 9:43:20

En términos estrictos se conoce como bibliófobos a aquellas personas que tienen antipatía a los libros; sin embargo, actualmente se acepta que este término puede ser usado para aquellos que tienen cualquier tipo de aversión a los libros y a la acción que se genera de ellos: Leer.

Solo una pequeña proporción de aquellos que no leen son en realidad bibliófobos, la gran mayoría se abstiene de la lectura por otros motivos. Como ejemplo interesante al respecto: durante esta reciente vacación, una señora intentaba hacer que su esposo comprara un libro en una reconocida librería, la respuesta de este era: “Yo soy de los que aprendieron a leer, pero NO leen”. Este es un claro ejemplo de personas alfabetizadas pero que no han descubierto la literacidad.

Era una respuesta definitiva, pero llena de un mal visto orgullo, un verdadero dis-valor, un compromiso negativo para la lectura y los libros. Imagino, que así debe haber sido el momento que vivió Arquímedes de Siracusa momentos después de su famoso “Eureka” o el caso del recién fallecido Stephen Hawking después de haber completado su obra “La breve historia del tiempo”. Solamente que en ellos sí se sentiría el valor del descubrimiento, de lo novedoso, del conocimiento adquirido por años de lectura. Creo que, podría decirse de ellos y otros grandes: Aprendieron a leer y lo hacían con frecuencia, habían alcanzado la literacidad, que no es más que las competencias que una persona desarrolla por medio de la lectura y que le permiten transformarla en conocimiento útil en el futuro.

Y es que Latinoamérica ha mejorado los niveles de alfabetización, pero aún tiene una deuda pendiente con la literacidad de su población, pues se ha convertido en un subcontinente que lee cada vez menos. Se calcula que en promedio se leen menos de cuatro libros por año, y si se excluye a los escolares y estudiantes universitarios, este número baja a menos de 2.5 libros por año. En otras palabras, aquellas personas que más leen lo hacen inducidos por sus exigencias académicas por su estatus de estudiantes y los que lo hacen como ocio o diversión en promedio leen un poco más de dos libros en un año.

Son los habitantes de México y Uruguay los que más leen: seis y cinco libros por año, respectivamente. De los países centroamericanos, es Costa Rica con más de la mitad de su población que habitualmente leen por ocio, diversión o interés personal en la lectura, logrando así llegar a ser el mejor evaluado en la región, con respecto a los hábitos de lectura.

Hasta un tercio de la población en Latinoamérica se ufana de no haber leído un tan solo libro en su vida. De las excusas para no leer las más comunes son la falta de tiempo y el pobre interés inculcado por la familia en la lectura. Se estima que el avance de internet y el aparecimiento de audio libros harán que este número de personas que no leen, aumente desafortunadamente.

Por otra parte los bibliófilos, es decir aquellas que aman y se deleitan de los libros dedican al menos una hora por día para completar su hábito de lectura. A este grupo que no es necesario estimular ni recordar que el Día Internacional del Libro se celebra cada 23 de abril, sí se les debe recordar que al leer se disminuye el riesgo de deterioro mental, se disminuye el estrés de la vida cotidiana y se estimula al cerebro para lograr un aprendizaje continuo.

Para reafirmar los beneficios de la lectura, la UNESCO en su libro “Aportes para la enseñanza de la lectura” (2016) cita a la Catedrática en Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Barcelona y experta en proyectos de Lectura, Escritura y Adquisición del Conocimiento, Isabel Solé: “Siempre que leemos, pensamos y así afinamos nuestros criterios, contrastamos nuestras ideas, las cuestionamos, aun aprendemos sin proponérnoslo”.

Columnista de
El Diario de Hoy