Acoso sexual: 5 historias que no deben callarse

A finales de 2017, se habían duplicado las denuncias de acoso y agresiones sexuales, según cifras oficiales y de ONGs.

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El acoso sexual en el transporte público, paradas de buses o la vía pública que sufren las mujeres por parte de hombres es frecuente. Foto EDH / Menly Cortez

Por Menly Cortez

2018-04-12 9:59:16

El acoso callejero es un tipo de violencia que se expresa de manera directa o indirecta y que busca manifestar poder sobre una persona así como desigualdad y dominio en el espacio público.

Éste afecta a hombres y mujeres por igual; sin embargo, en la mayoría de casos se ven afectadas las mujeres, pues son las que constantemente son víctimas de acosos, como miradas incómodas y piropos que sobrepasan el respeto de su integridad, independientemente de la forma en que estén vestidas.

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El acoso callejero es un tipo de violencia que se expresa de manera directa o indirecta y que busca manifestar poder sobre una persona así como desigualdad y dominio en el espacio público. Éste afecta a hombres y mujeres por igual; sin embargo, en la mayoría de casos se ven afectadas las mujeres.

Debido a que esta acción es reiterativa a nivel latinoamericano, del 7 al 13 de abril se conmemora la Semana Internacional Contra el Acoso Callejero.

La iniciativa peruana “Paremos el acoso callejero” surgió en 2011 gracias a la socióloga Elizabeth Vallejo y a la organización estadounidense Stop Street Harassment. En los años posteriores ha sido conmemorada en en países como Argentina, Venezuela, Chile, Bolivia y Brasil, entre otros.

En El Salvador, aunque la legislación a favor de las mujeres castiga el acoso sexual, las víctimas no son completamente protegidas.

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Los hechos ocurrieron el 12 de diciembre de 2014 durante una reunión en avenida El Boquerón de la colonia Escalón

Sólo en los primeros meses de 2017 (el dato más actual que está disponible), las autoridades recibieron 189 denuncias por acoso sexual, mientras que por otras agresiones sexuales se acumularon 97 avisos en el mismo período, según el Observatorio de Violencia de Género contra la Mujer, de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (Ormusa).

En el mismo período, el delito más denunciado fue el de violación en menor incapaz, con 606 casos, que correspondieron al 38.97% del universo total de casos registrados.

La mayoría de denuncias provinieron de San Salvador, La Libertad y Santa Ana, donde están las mayores concentraciones de población en áreas urbanas.

La situación era más preocupante a finales de 2017, ya que las denuncias por agresiones y acoso se habían duplicado. Ante esto, la Jueza de Familia Carmen Elena Molina asegura que la única forma de romper con el ciclo de impunidad en estos casos es la denuncia a las distintas instituciones que protegen los derechos de las personas.

“Las denuncias por acoso en distintos casos han ido en aumento, ya que hace 10 años dicha transgresión no era muy común su denuncia, solo la violación en sí. La voz de la víctima es importante en estos casos, pero debe informarse de sus derechos y a dónde acudir”, expresó.

Para denuncias se puede llamar a las oficinas del Instituto de Desarrollo para la Mujer (ISDEMU) al número 2510-4100; Procuraduría Para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH) a 2520-4331; o al número 122 de la Policía Nacional Civil.

Gabriela Jordán Un día al mediodía subí al autobús y me dirigí al único asiento vacío al fondo a la par de la ventanilla.

En un momento escuché algunos sonidos, alguien me hablaba, me sentí intimidada, pero aun así volví la mirada y a la par mía en el otro asiento estaba sentado un hombre que se masturbaba mientras me decía obscenidades, no pude tener reacción alguna, me paralice sin poder hacer nada más, solo quería que alguien hiciera algo o me ayudara.

Minutos después en alguna parada adelante un señor mayor subió y se sentó cerca de mí. Al no tener mayor posibilidad el acosador se subió el pantalón y se bajó del bus aún sin quitarme la mirada.

Tatiana Carías

Foto/Menly Cortez

Uno de los profesores durante la clase siempre intentaba tocarme el hombro y el cabello durante las actividades, una que otra vez quiso invitarme a su cubículo para “pláticas o tomar un café”, un día que perdí un examen me dijo que llegará al cubículo, pero yo le dije que haría el proceso que el reglamento universitario exige realizar cuando se pierde una evaluación, él me dijo que no era necesario y que llegara de un solo a su oficina “para arreglar”.

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Las integrantes del movimiento #MeToo, quienes en los últimos meses han lanzado una intensa campaña contra los abusos sexuales, fueron elegidas como Personas del Año.

El profesor me confirmó que me haría el examen a las 7:00 am al día siguiente yo llegué, sabiendo que a esa hora no hay nadie en las oficinas fui a presentar mi examen pero el aprovechó la oportunidad para intentar tocarme y decirme obscenidades, mi mejor amigo llegó a tiempo antes de que pasara algo más, puse la queja ante la directora de la carrera y no ha tomado cartas en el asunto.

Lissania Zelaya

Foto/Menly Cortez

“A veces, cuando sé que tengo que salir de mi casa y pasar por el centro de San Salvador, especialmente por la Avenida Cuscatlán, donde siempre hay muchos hombres sin importar la hora del día, pienso dos veces qué ropa me voy a poner, porque durante el tramo que tengo que caminar muchos hombres suelen mirarme de forma incómoda y acosarme constantemente”.

M. P.

Foto/Menly Cortez

En mi anterior trabajo sufrí de discriminación y acoso, mi ex jefe siempre dudaba de mis capacidades, siempre cuestionaba mi opinión y mis sugerencias.

El intentaba saludar con excesiva confianza como intentando besarme, tocaba las piernas de mis compañeras en supuesta confianza, y también lo intentó conmigo.

En algunas ocasiones sentí temor porque sabía que eso no estaba bien, pero también sabía que si decía algo podía costarme mi trabajo.

Hablé con mi jefe inmediato, esperando ayuda, pero lo que tuve como resultado fue que él se enterara y comenzara a sacarme de todos los proyectos donde estaba incluida.

Poco después me despidieron.

* Se reservó la identidad completa, a pedido de la joven.

K.V

Foto/Menly Cortez

Mi caso ocurre en las zonas cerca de mi residencia cuando paseo a mis perros antes de ir a trabajar. Algunos hombres que solo conozco de vista, en más de alguna ocasión me han pedido mi número telefónico de forma insistente, otras veces han intentado darme cartas o “recados”, me han invitado a salir sin ni siquiera conocerme o yo conocerlos.

En un momento convirtieron el paseo de mis perritos en una tortura que me obligó a no salir sola para no encontrarlos.

Uno de esos hombres después de diferentes actitudes irrespetuosas hacia mí se atrevía a cuestionarme.

Hubo otro que me siguió en su carro y me insistía en que me subiera mientras no había nadie que lo viera.

No deberíamos tener miedo hasta por los hombres que nos podamos encontrar en la calle, como que si no fuera suficiente el miedo de toda la violencia que vivimos a diario y tampoco cuando contamos nuestras experiencias a otras personas, traten de minimizar lo que a uno le pasa diciéndome que a otras mujeres les ha pasado algo peor.