SANTA ANA. Cincuenta piezas de la vestimenta de Jesús Nazareno, colocadas en 27 bateas (bandejas de madera), fueron llevadas ayer en procesión al turicentro El Trapiche, en Chalchuapa, Santa Ana, donde doce mujeres se encargaron de lavarlas, en una tradición que tiene más de cien años de realizarse en el municipio.
La vestimenta es principalmente la que utiliza debajo de las túnicas durante la Semana Santa y el resto del año.
La actividad es encabezada por la Hermandad de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno, cuyos miembros llevan sobre sus cabezas las estructuras de madera, en un acto de fervor religioso.
Salen de la parroquia Santiago Apóstol, atraviesan parte de la ciudad, hasta llegar al afluente que está en la zona rural. Son más de tres kilómetros los que recorren.
Muchos feligreses católicos se unen en el trayecto e ingresan al turicentro para recoger agua que es usada para lavar la ropa de Jesús Nazareno porque tiene propiedades curativas, de acuerdo a su fe.
Algunas personas dan testimonio, por ejemplo, de que cuando tienen dolor de cabeza, toman con sus manos un poco del líquido, lo frotan en la parte que les aqueja y a los pocos minutos desaparece el padecimiento.
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Semana Santa es el tiempo perfecto para buscar la comunión espiritual y conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
Otras personas, como Iris Calderón, llegaron ayer por primera ocasión en busca de un milagro.
La fémina bañaba a su hijo de cinco años porque padece del corazón desde su nacimiento.
Ambos se habían colocado en la parte baja de donde lavaban la ropa de Jesús para recibir el agua fresca. “Mi fe es que el niño se alivie de todas sus enfermedades”, dijo.
El párroco de la iglesia, padre Gerónimo Rodríguez Morales, expresó que la tradición tiene un simbolismo especial, que se refiere a la preparación que deben de tener las personas a través de la purificación del cuerpo; pero sobretodo del alma.
Además “purificados de nuestros pecados para celebrar dignamente el misterio de la muerte y resurrección del Señor”, dijo.
María Cristina de Martínez tiene 73 años de edad y los últimos 30 ha sido una de las lavadoras.
Recordó que cuando inició su participación eran más personas las que acompañaban la procesión. Incluso, habían grupos de personas que iban rezando y cantando. Además, de las llamadas secadoras, que se encargaban de frotar la ropa con sus manos para facilitar su secado.
Antiguamente en el mismo balneario se planchaba y le colocaban almidón a la ropa, algo que ahora hacen hasta el siguiente día en la sede de la hermandad.
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Este año, incluso, la procesión ya no fue acompañada con música sacra, tal como ocurrió en el 2017.
“Hoy no es ni cerca de cómo era antes. Cuando empecé no era así; hoy se ha perdido mucho (la tradición)”, expresó de Martínez.
Por la tarde, en procesión, la ropa seca fue llevada en la sede de la hermandad.