SAN SALVADOR. Los que conocen a David Vargas desde hace algunos años, saben que es uno de los jugadores más destacados del voleibol de playa nacional. Con su compañero de fórmula, Carlos Talavera, se convirtieron en los primeros cuscatlecos en participar en un Mundial Mayor de la especialidad, en 2015.
Vargas es un ‘veterano’ de 37 años, apasionado por este deporte y quien sueña con llegar a su cuarto evento de Juegos Panamericanos, lo que establecería una marca para un atleta de su deporte en el país.
Modelo eventual, entrenador con formación pedagógica en Educación Física, jugador, padre, pocos se imaginan a este tipo con un pasado bastante negro. Tuvo una pistola en la cara, consumía cocaína todos los días, vivió en la calle y, lo confiesa, hurtó en muchas ocasiones a sus familiares y amigos para mantener su vicio.
Esta es su historia, sincera, sin pelos en la lengua. Aceptó contárnosla para que, tal vez, sirva de ejemplo para jóvenes que están en los mismos pasos.
¿Cómo se da tu acercamiento a las drogas?
Tenía unos 14 años. Había un lugar frente al colegio Cristóbal Colón. Ahí tocaban bandas. Yo estudiaba en la San Alfonso y me gustaba escuchar Nirvana, Korn. Me gustaba salir a fregar. Con un amigo, nos fuimos un día a un concierto. Ya había probado la marihuana, pero no me gustaba mucho. Me echaba mis cigarros, no tomaba mucho. Nos fuimos a un ladito del bar y él sacó cocaína. Así fue la primera vez. No te digo que al día siguiente ya andaba buscando comprar pero con ese chero seguíamos saliendo, tomábamos; de repente, sacaba coca. Cuando vine a sentir, ya consumía unas dos o tres veces por semana. No me gusta echarle la culpa a la música ni a los lugares. Uno toma esas decisiones.
Pero es un vicio caro, ¿cómo lo mantenías a los 14 años?
En aquellos tiempos, comprábamos por ejemplo una choca (25 colones), lo hacíamos entre tres más o menos. Si podíamos juntar 100 o 125, ya nos salía una buena cantidad para darnos tres pases cada uno. En el acumulado, ya te ibas bien trabado.
¿Qué te gustó cuando la probaste?
Le dicen perico porque te agarra de hablar sin parar, y eso me gustó. Aunque, con el tiempo, a mí me agarraba una paranoia horrible, espantosa, que no quisiera volver a vivir nunca. Pero al principio te sentís bien, hablás montón. Pasados los meses, ya me quedaba callado, freakeado (asustado).
¿Por qué la probaste? ¿Qué te llevó a eso? ¿Curiosidad, la influencia de los amigos, tenías problemas familiares?
Sí había un poco de influencia de los amigos, pero yo nací en un lugar cristiano, mi mamá muy dedicada a las cosas de Dios. Mi madre tenía un problema psiquiátrico desde joven. Yo la recuerdo como héroe, una mujer trabajadora, una maestra excepcional con la mejor letra que he visto en mi vida. Justo en ese tiempo yo me di cuenta que tenía eso, antes no. Era amorosa, estricta cuando tenía que serlo, y se controlaba con medicamentos. No sé si los dejó de tomar o si subió el nivel del problema que tenía. Por otro lado, mi padre era alcohólico, pero yo tampoco lo sabía. Me di cuenta hasta como los 11 años que lo vi.
Justo a los 13 años, me encuentro en una situación en la que mis dos pilares estaban mal por sus problemas. Y yo, de alguna manera, quedé solo. Mi hermano mayor siempre me dice eso, que con él mis padres terminaron, lo “dejaron” a los 20 años. – “A vos no”, – me dice, – “te dejaron a la mitad. Yo ya estaba adulto y vos estabas empezando, entrando a la adolescencia. Vos ibas sólo al colegio. A traer tus notas, etc”. Eso creo que influyó mucho; pero, por otro lado, salía, me metí al mundo de la música, tocaba guitarra y bajo (se quedó con este). Tocaba Korn, Deftones, algo fuerte. En todo ese tiempo, una tía me pagaba 50 colones para ir a la iglesia. Y yo iba. Era plata hace, ¿qué?, 18 años. Mi mamá le decía que no me diera dinero. Ella le respondía – “no me importa que lo use para droga, un día le va a entrar lo que viene a escuchar” -.
Es decir que tu familia sabía perfectamente que te drogabas…
Sí, si yo me iba de la casa, y mi mamá me iba a buscar. Por el parque de la colonia Libertad, esa era mi cancha, ahí nos quedábamos a consumir droga. Me iba a dormir arriba, en un edificio. Ahí nos íbamos a dormir con mi novia y yo. Nos zafábamos de la casa, me fui varios meses. Mi papá me iba a buscar, a dejarme comida, dinero; mi mamá, igual. Sino, dormía donde un amigo, el “Peluca” y su mamá me daban dónde. Esa parte me da tristeza, y cuando me acuerdo, es desesperante estar en ese momento. Pero ahora entiendo por qué no volvía a mi casa. Yo quería seguir consumiendo drogas. Gracias a Dios nunca me pasó nada.
¿Nunca sufriste ningún percance, ninguna situación que te asustara por andar en la calle?
Sí, más de una vez me pusieron una pistola en la cabeza. Pero gracias a Dios, no me mataron. Recuerdo una cuando se había ido de la casa mi novia de entonces, y la novia de un amigo también. Andaban buscando a la chica del amigo, y los dos nos parecíamos, usábamos el pelo largo. De repente, me pusieron una pistola en la cara. Me dijeron – “ando buscando una muñequita como esta, se llama tal y tal”- , y yo sólo miraba la pistola. Era como guardaespaldas porque la otra chava era de pisto.
¿A qué edad te fuiste de casa?
Tenía 16 la primera vez.
Tus padres sabían, trataban de apoyarte, ¿qué sentías vos, por qué irte?
Por libertinaje. Yo me considero una persona honrada, pero en ese momento me robaba las cosas de valor de mi casa por la misma adicción. Soy honrado por principios, valores cristianos, pero en esa época yo no sabía de eso. Si iba a tu casa, miraba una cadena, un reloj, me los robaban. En la casa de mi mejor amigo, me robaba las cosas para revenderlas e ir a consumir drogas. O sea, la droga te roba o rompe dentro de vos principios, valores que has formado por años; la adicción, en cuestión de meses, un año, te quita todo.
¿Cómo funcionaba el tema del consumo?
Llegó a ser día a día. Todos los días a las 3 de la tarde nos hablábamos con un amigo que tocaba en la banda para ver cuánto dinero teníamos para ir a comprar. Yo le falsificaba cheques a mi mamá, él igual a la suya. Él se podía la contraseña de la tarjeta de débito de su madre y le sacábamos. A los padres de mi novia de entonces, que es la madre de mi primer hijo, les robamos sus anillos de boda. Nombre, eran unos anillos que puchica, y los vendimos por una tontera para ir a consumir. A mi hermano, que una vez iba para Miami a jugar, el “Tribi” (Rafael Vargas), tenía 200 dólares. Mi hermano, que con él era súper unido a pesar de todo, y que dije que nunca le haría nada, le robé 50. Y así. ¡A mi tía, que es como mi mamá, que me ha ayudado y apoyado mucho! Tengo la idea, no lo recuerdo bien, que una vez le robé un anillo. A mí lo único que me faltó fue robar en la calle, asaltar.
¿Seguías con tus estudios?
No, dejé de estudiar cuatro años, volví hasta que salí de ese proceso largo, más de cuatro años. Había temporadas (época en la que consumió) en la casa, temporadas afuera. Una vez mi padre me dijo, quien siempre quería que volviera, – “David, si vas a venir sólo a llevarte cosas, por favor no vengas” -. Y entendía, cosas que les han costado y que uno robaba para vender. Con uno del grupo con el que tocábamos y otros amigos nos fuimos a una casa que la mamá de un amigo alquilaba. Teníamos las llaves, fuimos, sacamos cocina, televisor, de todo, lo fuimos a vender y, si mal no recuerdo, hasta nos quedamos a dormir ahí. Le desbaratamos todo. Una pelazón, cómo no teníamos miedo, ¡la adicción! Una vez, un amigo del grupo donde tocábamos, quien no se drogaba, nos pidió que le entregáramos un dinero a unos familiares, le dijimos que lo habíamos hecho, pajas, nos lo robamos para comprar coca.
¿Ha sido tu época en la que te sentías más solo?
No, quizás no más sólo, sino inservible, desgraciado, que no valía nada. Nunca he tenido la idea de quitarme la vida, la amo, he pasado momentos duros, pero en ese momento sólo vivía para consumir drogas. Buscaba a mi tía para que me diera dinero; ya no querían darme, sabían que era para consumir, y a veces era porque tenía hambre, pero ya no confiaban en mí. Entonces, me dijo mi tía, si tenés hambre, vení, pero no mucho me querían dejar entrar a la casa de ellos. Y mi tía le seguía diciendo a mi mamá que llegara, que fuera a la iglesia.
¿Cómo comenzaste a dejarlo?
Dos veces sentí que me iba a morir. Habíamos comprado demasiado, como 240 y pico de colones, ahora no sé cuánto vale, pero en esa época, era plata. Llegué a la casa, y, como te quedan como residuos en la nariz, intentaba inhalar, y no podía, no podía ni respirar bien, y una sensación en el pecho. Me arrodillé y le dije a Dios que me sacara de eso. Eso fue en 1998 porque ese año nació mi hijo Christian, le dije que quería verlo. Y yo estaba topado de cocaína.
¿El nacimiento de tu hijo te ayudó a salir adelante?
Intenté. Después volví a caer. Cuando Christian nació, yo tenía 17 años. Andaba el pelo con rastas; antes que naciera, me lo rapé, me dije que tenía que ponerme más serio, trabajar, y mis padres también lo pensaron. Sí y no. Sí porque me metí en algunas cosas a trabajar Fue bien feo en un carwash, no porque lo vea de menos, sino porque entrás bien tempranito, salís bien tarde y te pagan una tontera, y yo prácticamente vivía en la calle. De ahí, contando cajas para una distribuidora. De ahí, seguíamos tocando, a veces nos pagaban, ya estaba más estable el grupo, pero siempre consumía en el 98. Traté de calmarme, pero algo pasa, un poco más tranquilo pero siempre en la adicción. Era chivo porque íbamos a tocar Rock en la Calle, a lugares donde ahorita no podés entrar. Íbamos varios grupos, Adrenalina, Ayutush, La Sexta Virgada, otros grupos, tocábamos todos. Era como ir a decirle a los jóvenes, podés hacer algo diferente, no a la violencia, hacíamos música, pero drogadictos éramos, en mi caso, y otros dos más de la banda.
¿Cómo logras salir?
Desde 1993, yo ya peloteaba, y mi hermano me llevó a la selección, pero me dijeron que si quería jugar, que me tenía que cortar el pelo. El “Tribi” le dijo al entrenador, -”dejalo, yo lo traigo para que no ande vagando y vos le dices que se corte el pelo, igual va a poder jugar”-. Total, el tiempo pasó, pero el 99, empecé a jugar más. Mi hermano se tomó la tarea de levantarme todos los días a las 5 de la mañana. Yo ya estaba más tranquilo, aunque seguía consumiendo. Y ya había regresado a casa porque había nacido mi hijo, había que cuidarlo, estaba con mi novia, había que trabajar. Pero a a veces había llegado a las 11 de la noche bien loco, y así a regañadientes iba, me levantaba el “Tribi”. Por otra parte, había un predicador invitado que yo oía en la radio, David Ormaechea, y antes había visto al hermano Pablo. Crecí escuchándolos porque mi mamá los ponía todas las mañanitas, y mi tía iba al Tabernáculo y me invitó. Fui y sentí que me tocó, que era para mí lo que hablaba el predicador. Un buen día, no sé si fue el 26 o 29 de enero, pero creo que fue 26 del año 2000, consumí por última vez. No te puedo dar una explicación de cómo lo dejé, no la sé a ciencia cierta. Ya estaba jugando, y eso como que me distraía. Me decían, hey hay ensayo con el grupo de música, y yo llegaba tarde, me quedaba jugando otro rato, o no iba al ensayo. Me estaba gustando el voleibol, gané un torneo de novatos de playa. Recibí dinero de eso y me lo fui a tomar y a consumir droga, pero seguía en entrenos. Ese día de enero consumo cocaína por última vez. Me voy desde el punto de la 30, arriba de la San Luis, hasta mi casa en Ayutuxtepeque, con un gran poco de cocaína en la bolsa todavía, y bien loco, pelado, 2 de la mañana, con una gran paranoia. Me levanté al día siguiente, y ahí te digo, un milagro, agarré el poco de coca, que en ningún momento antes iba a desperdiciar, y la tiré al inodoro así como en las películas, así en la bolsita. Y me dije -”ya no quiero más”. Normalmente hubiera desayunado y hubiera consumido. Hasta me dijeron mis cheros que estaba loco. Yo les respondí “ya no quiero saber más de eso, no quiero”. No volví a sentir ganas. Algo pasó en mí. Quisiera decirte que fue otra cosa, que fui a un programa de rehabilitación, te mentiría. El voleibol es mi droga, Dios me regaló eso para salir de las drogas. He tenido amigos que me han dicho – “sos demasiado loco entrenando”-, pero que viva esa locura, no quiero envejecer porque quiero seguir jugando. Amo el deporte que hago, amo la vida, he cometido errores, pero nunca he vuelto a consumir drogas, es algo que te roba identidad, quien era yo me lo robó. Y sí, hay influencia de amigos, del entorno, pero el principal culpable he sido yo.
¿Qué pasó desde entonces?
Comencé a jugar cada vez más. Deportivamente siento que he vivido, yo estaba en Cuba meses después en mi primera competencia internacional, primera vez que salía del país, ni a Guate había ido. Tenía 19 años y en agosto de 2000 viajé ya. Más o menos por ahí, un año antes, fue cuando le fuimos a sacar las cosas a la casa, me remonté ahí, a ese momento, y me dije – “ahorita estoy aquí representando a mi país”-. Me paré en el logo de la Liga Mundial de voleibol en La Habana y me puse a llorar. Era un orgullo para mí en estar ahí, primer jugador, primera pareja que fue a un Mundial (Holanda, 2015), cuando iba entrando ahí, dije gracias Dios porque aunque no me lo merezco, y aunque sé que hay jugadores quizás más habilidosos, decidí esforzarme para estar aquí y gracias por tener misericordia de mí. Y porque un día dije no a las drogas. Me apasioné mucho por el deporte, me siento con vitalidad para seguirlo haciendo. He conformado equipos buenos, he ganado, he perdido, he participado en tres Juegos Panamericanos, un Mundial. En 2001, fui por primera vez capitán de la selección. Luego llegaron tres subcampeonatos mayores de voleibol de playa C.A., tres bronces, tengo medallas de sala, bronces y platas, y he ganado torneos invitacionales C.A. Lo mejor fue haber ido al Mundial. Me faltaría Juegos Olímpicos, pero se necesitaría mucha plata, mucho apoyo para eso. Mi deseo es clasificar a un cuarto panamericano porque nadie lo ha hecho en el voleibol si no estoy equivocado. Tengo 10 años, desde el 2007 al 2017, en el primer lugar del ránking. Ahorita estamos en segundo tras una fecha. Tengo 37 años y me siento bien.
¿Durante esa época dura, alguien cercano murió?
No en esa época, pero lastimosamente tengo la mala experiencia que mataron a mi hermano menor. Alcohólico, un hombre muy noble, pero tenía problemas con el alcoholismo. Es duro llegar afuera de la cantina y ver a tu hermano con un disparo en la cabeza. Fue en 2014. A los días, me iba para Canadá a jugar. Lo matan, ver a toda mi familia, mis hijos llorando, es duro. Podés decir la delincuencia, sí, pero ese día entre 4 a 5 a.m. andaba por la cantina. ¿Qué tal si no hubiese andado ahí? Le doy gracias a Dios por haberme dado esta chance en la vida, con toda la cantidad de errores que he cometido, porque sé que no soy ejemplar en muchas cosas, pero puedo dar este ejemplo y decir que Dios hizo un milagro en mí en apartarme de las drogas, en pasar de ser una nada, una basura de la sociedad. Perdón, no quiero ofender a nadie, pero yo eso era, eso me consideraba, tal vez no considero eso a otras personas, pero yo era un parásito que no ayudaba en nada, a mi casa llegaba a robar. Ahora poder ser alguien tal vez para que vean el ejemplo porque yo puedo decir, hay otras cosas más divertidas que consumir drogas. He fallado mucho a mi esposa, pero gracias a Dios no he vuelto a recaer en las drogas y he sido muy disciplinado en mi deporte.
¿Nunca has estado tentado a volver a probarla?
No. He estado en ambientes en que te ofrecen, no me afecta. No. Yo me siento totalmente libre y limpio de eso, y ahí estoy, agradecido con el deporte, con mi hermano, mi tía, mis padres, ellos ya murieron pero lograron ver a un hombre diferente, ya trabajando, y eso me alegra. Volví a estudiar, saqué el bachillerato y estudié en la Pedagógica Educación Física. Ahora me desenvuelvo como entrenador, hago eventos de modelaje, comerciales, cosas así, y vamos a ver qué otra cosa emprendemos para salir adelante, y gracias a Dios, a mis hijos también les gusta el deporte. Hace poco, me cambié de la iglesia que servía, me pasé a Vida Nueva, y estuve en un drama y me hizo sentir bien. Voy a cumplir 14 años de casado, la conocí por el voleibol, tenía dos de estar jugando cuando la vi, y ha visto mi carrera, siempre me ha apoyado en mi deporte. Sólo espero que mis hijos, más que grandes deportistas, grandes músicos o profesionales, que sean hombres de bien, que respeten a Dios, que sigan los valores cristianos, y espero en algún punto poder ser ejemplo para ellos.
Me dices que el voleibol es tu droga. Si no hubieras encontrado ese apoyo de tu hermano levantándote para ir a entrenar, ¿estarías vivo?
Es probable que no. Siento que tenía a Rafa, estaba ahí, a pesar de ese problema, siempre andaba buscándome, siempre. Él tomó el papel de papá. Yo le decía, – “no sos mi tata”- . Y me respondía, – “no , pero alguien te tiene que guiar”. He visto la bondad y misericordia de Dios, Rafael fue un instrumento que Dios ocupó; mi tía sin lugar a dudas, también; yo la veo, un nivel de mujer, una señora ocupadísima, pero ahí andaba viendo por mí. Cuando mataron a Hugo (su hermano menor), ahí estuvo. Estuvo hasta el último momento con mi mamá. Una mujer entregada. No recuerdo que me haya dicho te amo, pero me lo demostró, me lo sigue demostrando. Y lo que ella escucha en la iglesia el domingo, no lo fanfarronea, lo hace, y no le salen corazoncitos. Ella y el “Tribi” fueron de gran apoyo, esa levantadita en la mañana, puchica, nombre, él no sabía que estaba levantando a su enemigo para que fuera a jugar en la cancha, a su enemigo porque después yo le ganaba, jaja. Y el profesor Omelio, cubano, él me vio cuando me drogaba aún. Un día, jugando contra Cuba, dijo: “la mejor medalla que me he colgado es ver jugando a este muchacho, no que gane, porque yo lo ví drogadicto”.