Paciente con cáncer: ???Nunca me imaginé que iba a tener esto, nunca, nunca???

Elisa (nombre ficticio). A sus 44 años, Elisa fue diagnosticada con cáncer de ovario y cáncer de colon. A Irma Flores le detectaron cáncer de mama. La vida de estas mujeres cambió después de recibir ese diagnóstico. Ambas comparten sus historias.

descripción de la imagen
Referencia / Archivo

Por Xenia González Oliva

2018-02-06 9:13:29

“Ay no, tiene cáncer”.

Así le anunciaron a Elisa su enfermedad. A sus 46 años, ha enfrentado dos devastadores diagnósticos: cáncer de ovario y de colon.

Los últimos dos años ha librado distintas batallas, algunas sola, desde una cama en el hospital Rosales, pero también en compañía de otras pacientes y de su familia.

Elisa, nombre ficticio a petición de la paciente, padecía desde hace años colitis nerviosa y estaba acostumbrada a automedicarse; pero el 5 de septiembre de 2015, un dolor incomparable a otros la hizo desfallecer. Su estado preocupó hasta a su doctora, quien la mandó a realizarse una ultra ginecológica y otra abdominal. Elisa fue a una clínica asistencial ubicada cerca del Jardín Botánico, en Antiguo Cuscatlán.

La encargada de tomar las ultras la pasó a un cuarto, primero le hizo la ultra ginecológica. Apenas había terminado cuando, viendo a la pantalla, suspiró como quien se queja del calor del día o del tráfico: “¡Ay no! ¡Tiene cáncer!”.

Elisa se estaba abotonando la blusa. Confundida le preguntó a la técnica si estaba segura. “Por favor, que esté equivocada”, pensó.

Pero la técnica solo la mandó a la oficina de la ginecóloga de la clínica. Ni siquiera vio a Elisa a la cara.

Desde ese momento, la principal preocupación de Elisa ha sido su madre, ¿quién la va a cuidar? Para Elisa es difícil hablar de su dolor y lo que ha sufrido por su enfermedad, pero también la hace llorar el pensar en lo que ha pasado su madre durante los últimos dos años. Dejarla sola ha sido su mayor temor, pero también la razón principal de luchar.

Elisa recuerda el shock del anuncio, pese a sus continuos malestares, la palabra cáncer jamás se había cruzado por su mente. La actitud de la ginecóloga fue distinta. La médico la remitió al Hospital de Maternidad, donde le dejaron la cita para el día siguiente.

El camino a casa fue duro.

“Solo pensaba en Dios. ???Dios mío, no puede ser. Y ahora ¿quién va a cuidar a mi mamá?’, pensaba. Llegué a la casa y la viejita me dice: ???¿Qué te dijeron?’”.

Esa noche llegaron todos sus hermanos a la casa. Elisa decidió que iba a ser fuerte frente a su mamá, que pondría todo en manos de Dios y se propuso salir adelante.

Pero las malas noticias continuaron. En Maternidad le hicieron distintos exámenes y descubrieron que además del cáncer de ovario tenía cáncer en el colon. Elisa pasó al hospital Rosales donde fue operada por Rodolfo Canizález, cirujano especialista en coloproctología, y por una especialista en ginecología, para remover los tumores simultáneamente.

El tiempo de recuperación en el hospital llegó a ser desesperante, pero Elisa encontró ángeles. Hizo un grupo muy unido con otras pacientes, con quienes hablaba y rezaba en los momentos más duros. Se ayudaban entre sí para ir al baño.

Después comenzaron las quimioterapias. Elisa recuerda sentirse como una paciente ya desahuciada al ver el estado del lugar donde reciben quimioterapias en el Rosales. Para mejorar su estado de ánimo durante el tratamiento, Elisa veía videos de una sobreviviente de cáncer que enseñaba cómo maquillarse.

“Ver a la gente que ya va superando ayuda bastante”.

Tras meses de haber terminado el tratamiento le detectaron otra masa en el área del intestino dañado y tuvo que ser operada de nuevo en octubre de 2017.

“He luchado estos días, no ha sido fácil”. Pero Elisa quería continuar.

Irma y la desolación de las quimioterapias

Hay momentos en los que Irma piensa que por su sangre corre veneno. Postrada en un baño, víctima de las náuseas y el vómito. En esa necesidad por sobrevivir que parece atada al masoquismo, cuando la alternativa a la muerte es lo que la tiene de rodillas, sumergida en un dolor que le durará varios días. Pero ha soportado la quimio cinco veces y la seguirá soportando cuantas veces sea necesario.

“Todo había iniciado en 2016. ¡No!”, recuerda Irma. Todo empezó en 2012, cuando los médicos encontraron un quiste en la misma área donde después se alojó ese tumor.

“Tumor” es una palabra que aún le recuerda el horror que sintió al oír la explicación de la naturaleza de esa nueva masa que tenía en el pecho. “Cáncer” es esa palabra en la que no quiere pensar porque le ha robado la forma en cómo vivía su vida.

Irma Soriano se veía como una saludable mujer de 51 años. Sí, tenía sobrepeso y ya le costaba pasar por la ruleta de hierro en algunos autobuses; pero se sentía saludable y tranquila, sin la inminente sombra de que un paso en falso podría llevarla a la muerte.

Ahora, con una decena de libras menos, se sube a los autobuses sin dificultad. Sus viajes de regreso del hospital en San Salvador hasta San Miguel los hace pensando en qué hará desde ese día hasta la próxima quimioterapia. No quiere pensar en lo que ocurrirá más noche o al día siguiente, cuando lo que le acaban de inyectar comience a comérsela por dentro.

“Esto lo hago sola”, dice con la voz desgastada, pero firme, mientras espera su ingreso al Hospital Nacional de la Mujer. Viste de verde y sandalias, una pequeña bolsa es lo único que la acompaña. Ha perdido el cabello en estos meses, pero ella prefiere no cubrirse la cabeza.

Para llegar hasta esas cinco quimioterapias, Irma pasó un año de pinchones, exámenes y saltos de un hospital al otro hasta acabar en el que se encuentra ahora. Cuando al fin recibió la noticia del diagnóstico y el tratamiento que debía enfrentar, pensó que no podría lograrlo. Pero hay amigos que le han ayudado a pagar los pasajes desde San Miguel y en el hospital le permiten quedarse para no tener que viajar en bus el mismo día que recibe la dosis.

Las quimioterapias se convirtieron en la prueba de lo mucho que Irma está dispuesta a superar con tal de seguir viviendo. El dolor se ha convertido en algo cotidiano. Todo comienza y se mezcla con las náuseas, el vómito y la diarrea, luego viene lo demás. El dolor se traslada a los huesos, sobre todo a las piernas.

“Eso es terrible. Es una tortura que me mata”.

Pero Irma quiere seguir y está a dispuesta a continuar su tratamiento hasta el final.

“Son tristes las quimioterapias, pero las he aguantado y aquí estoy”, dice.

Según datos del sistema de Morbimortalidad (SIMMOW) del Ministerio de Salud, entre enero de 2010 y septiembre de 2017, las atenciones hospitalarias por tumores malignos de mama fueron la segunda causa de atención relacionada con el cáncer. En ese lapso, los hospitales del sistema de salud público brindaron 5 mil 544 atenciones a pacientes con cáncer.

El diagnóstico que más acumuló carga hospitalaria en ese periodo fue el de tumor maligno del cuello del útero, sin otra especificación, con un total de 6 mil 392 registros.

En el caso del tumor de mama, la mayoría de pacientes tenía 50 años: hubo 250 casos atendidos. Pero el grupo de edad que más atenciones acumulaba iba de los 44 hasta los 60 años.

Entre 2010 y 2017, las atenciones por tumor de mama incrementaron. En 2013, de acuerdo a los datos de Salud, se reportaron 559 atenciones, el año siguiente hubo 915 y en 2016 sumaron 1,206 atenciones.

La jefa de Ginecología del Hospital Nacional de la Mujer, Emma González, constata este incremento durante el último quinquenio, sobretodo entre 2015 y 2017.

La médico se atreve a decir que, entre esos dos años, el uso de quimioterapia ha incrementado en un 200%.

Antes, era extraño aplicar ocho quimioterapias al día, para finales de 2017, González informa que aplicaban 20 diarias. Pero el refuerzo en el presupuesto ha sido escaso, si no nulo. Para evitar desabastecimientos de quimioterapia han contado con la ayuda de ONG, como Gente Ayudando Gente y Casaprecan.

El oncólogo y miembro de la unidad del cáncer del Minsal, Leandro Rodríguez, explica que una de las principales razones del alza es que se ha reforzado la búsqueda de casos y la población cuenta con más información. Por el momento, los casos que más se están detectando son los que están en estado avanzado, por lo que requieren tratamientos más agresivos.

González añade que los estilos de vida influyen en el desarrollo de la enfermedad, como el sedentarismo y el sobrepeso.

Rodríguez no se extraña del disparo del consumo de quimioterapia: “Los cálculos se hacen anualmente con un presupuesto que está previamente establecido y usted tenía presupuestado tratar 100 mujeres y me llegaron 200. Por eso están esos problemas”.

Señala que se seguirán identificando casos avanzados, ya que el sistema ha reforzado la búsqueda de casos; pero la meta es que, eventualmente, serán más los casos detectados en estadios tempranos.