Presidencia de la República

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Foto Archivo EDH

Por Jorge Alejandro Castrillo*

2018-02-02 9:07:41

La Presidencia de la República, de cualquier república, suele ser el puesto más importante y más visible del gobierno de ese país. No todos los presidentes tienen las mismas funciones o poderes asignados en las constituciones, pero siempre que un presidente visita otra nación, el funcionario (o funcionaria) es recibido como si, en verdad, quien desempeña el cargo concentrara en sí todo el poder del país que representa. Y eso no es cierto. Ni son los más poderosos (esos suelen tratar de no aparecer mucho) ni son los más representativos de los ciudadanos de su país. De serlo, sencillamente no habrían sido tenido en cuenta para un puesto tan importante.

Este es un buen ejemplo para hacer entender a los alumnos la diferencia entre puesto (la posición dentro de un organigrama a la que se le asignan tareas y funciones, relaciones de subordinación y otros elementos) y colaborador/trabajador (la persona que ocupa un puesto, a quien se le exigen capacidades específicas y de quien se espera que desempeñe las tareas y funciones asignadas al puesto). Las personas imprimen su propio sello a la manera en que desempeñan las tareas y funciones asignadas al puesto, lo que se conoce como el “sello personal”. Lo mismo sucede para todos los puestos de todas las organizaciones: tienen asignadas funciones y tareas, pero se sabe que la persona que desempeñe el puesto (que llene la plaza) lo hará “a su manera”.

Desde que tengo uso de razón se ha dicho de nosotros que somos un país presidencialista, queriendo significar con ello dos cosas distintas: a) que los ciudadanos en general, pero los funcionarios en particular esperan que sea el presidente quien diga la última palabra en todo y b) que el presidente, desde el momento en que asume el cargo, se inviste inmediatamente de tantos poderes que se vuelve el hombre más poderoso del país.

Debo confesar que me incomoda cuando ciudadanos comunes y corrientes (como lo somos todos) hablan del presidente de una manera tan irrespetuosa que, a momentos, llega a ser insultante. Entiendo que los chascarrillos sobre quien ejerce tan alto cargo es algo que no se puede evitar (que lo digan desde sus tumbas los expresidentes Molina y Calderón), pero prefiero que las bromas sean, hasta donde se pueda, respetuosas. O muy ingeniosas como dicen que eran las que aparecían en “El Trompudo” y algún otro periódico estudiantil. Entiendo que la fina ironía del difunto Chema Méndez tuvo mucho que ver en ello. Pero esa versión de “Despacito” que circula en las redes sociales en la que Luis Fonsi hace dueto con nuestro actual presidente es una joya salida de la paciencia de quien haga esas cosas: muy buena chanza me pareció ésa y me divirtió largo rato.

Hay que felicitar también al actual ocupante de la silla presidencial porque creo que ostenta ya el primer lugar, de entre quienes se han sentado en esa silla, en cuanto al número y calidad de los chistes que se han hecho sobre ellos. Sobresale también en otro dato: es el presidente cuya gestión ha recibido de la población las más pobres calificaciones en las encuestas (¿se puede sobresalir para abajo? Creo que sí se puede decir tal cosa). Dos felicitaciones más para nuestro actual presidente. Creo que, sin duda, es quien más ha ayudado a combatir el presidencialismo del que hablé antes: nadie parece creer que es él quien manda, ni siquiera sus funcionarios, parece. Ayudó también a poner en tela de juicio esa supuesta superioridad de los docentes formados en las Escuelas Normales de antaño.

*Psicólogo y columnista
de El Diario de Hoy.