La Ruta de Las Flores sin flores

La conciencia turística debe emerger a partir de la conservación y máximo aprovechamiento de la naturaleza, principalmente desde el anfitrión a quien pertenece el territorio.

descripción de la imagen
Todos los años se repite el fenómeno de la temporada de avistamiento de cetáceos en El Salvador, las cuales vienen en busca de descanso y apareamiento. Cola de dos ballenas hembras que nadan en la playa de Los Cóbanos. Foto por Cortesía David Alfaro

Por Susana Barrera*

2018-01-26 7:59:51

Hay experiencias únicas; caminar a la vera de una laguna, saborear un café mientras cae la lluvia, contemplar la fotografía al natural de una cadena de volcanes, en este escenario se suman los múltiples colores de mueblerías en la carretera principal, calles empedradas o aventuras en montañas, cascadas, tendidos mecánicos o en un laberinto, encantar el paladar con una gama de sabores ancestrales, dejarse despeinar por el viento o culturizar por la historia; rotundamente el turismo mueve sentidos pero no siempre mueve el desarrollo humano, da la sensación de libertad pero no significa que quienes habitan los territorio turísticos son realmente libres.

La Ruta de Las Flores es uno de los multidestinos más antiguos del país, en la Reserva de la Biosfera Apaneca-Ilamatepec (RBAI). Esta ruta se perfila desde mediados de los 90, surge en un contexto de crisis de café y en posguerra y en la zona menos afectada por el conflicto armado. Su génesis fue Las Cabañas de Apaneca, legendario restaurante y hotel de ese municipio.

Esta Ruta inicia con el entusiasmo del alcalde de esa ciudad, Osmín Guzmán, que apoyado por un comité de empresarios y líderes proyectaron el turismo como una opción económica, que para esa época se movía exclusivamente por el café. Ellos también la bautizan como Ruta de Las Flores.

Actualmente el turismo es un rubro muy importante en este territorio, cada municipio con sus encantos pero también con desafíos: en el nivel más doméstico el reto es compartir los beneficios del turismo en esos barrios, caseríos y cantones que no necesariamente calzan como turísticos.

Son municipios donde fluctúan diversas poblaciones: empresarios, turistas y oriundos; es una región de más de 100 mil habitantes, en 506 kilómetros cuadrados, quienes en su mayoría viven en pobreza, según el Mapa Nacional de la Pobreza de El Salvador. Esta es una región turística integrada inicialmente por: Nahuizalco, rico en cultura; Salcoatitán, reconocido por su yuca y quesadilla; Juayúa, por su exótica gastronomía y cascadas; Apaneca, por su clima; Ataco, por sus faroles y comercios. En general, el turismo les ha impactado en su paisaje, economía, lo social y ambiental.

Sin lugar a duda, el primer impacto es el económico. La generación de empleo se desprende de una planta empresarial, que para 2014 la constituían: 38 negocios de hostelería y 45 restaurantes que registraba (Mitur). Más cinco plazas gastronómicas que corresponden a cada municipio. Esta capacidad instalada también ha demandado de la formación académica en temas turísticos en el territorio.

En lo social se han generado nuevas vocaciones pero también el costo de la vida para los oriundos se ha elevado; inclusive en Ataco la población original ha emigrado, a suponer por el alto costo de la vida, su déficit habitacional supera el 68 %, en lo cultural, si bien se han proliferado las expresiones artísticas, este es un sector que debe diversificarse para sobrevivir.

En lo ambiental , pese que la Ruta de Las Flores está asentada en una de las tres reservas de biosferas del país, la mancha urbana está creciendo: nueve asentamientos populares se han construido en Apaneca como acciones municipales, más de una decena de proyectos residenciales ecoturísticos entre Ataco, Apaneca y Juayúa han trastocado la RBAI, viviendas de uso familiar ahora se combinan con negocios, lo que implica mayor generación de desechos, una tarea compleja para las municipalidades, de acuerdo al Mitur unas 15,000 personas se mueven por fin de semana, lo que equivale a un aproximado de la población de Apaneca y Salcoatitán.

Rotundamente, el turismo es más que un rubro económico, agudiza contrastes sociales, de ahí la importancia de su planificación con enfoque sostenible máxime en territorios abrazados por áreas naturales. En el deber ser, debería considerarse el enfoque de desarrollo territorial, donde las estrategias de turismo se concatenan con la identidad y la vocación.

La conciencia turística debe emerger a partir de la conservación y máximo aprovechamiento de la naturaleza, principalmente desde el anfitrión a quien pertenece el territorio. De acuerdo con el turismólogo Roberto Boullón, el cuido de los recursos naturales compete a los actores locales, quienes conviven en su mayor parte con ellos, y no al turista, quien debería acatar esas dinámicas.

El desarrollo local en los municipios que integran la Ruta de Las Flores, bajo esta mirada es una materia pendiente, ya que la mayor parte de sus habitantes vive con menos de $2 diarios, no suple necesidades básicas como: el acceso al agua, empleo, salud y otros, en contrastes con quienes llegan a visitarles.

Es un territorio donde conviven diversas realidades, una donde los beneficios económicos del turismo no alcanzan para las satisfacciones sociales y otra donde citadinos y extranjeros pueden escaparse a la libertad, a veces sin darse cuenta que no solo están en la Ruta de Las Flores sino también dentro de la RBAI.

En consecuencia, cada vez que decida hacer turismo en la Ruta de Las Flores medite que de lunes a viernes, y en el medio de cafetales no siempre la vida es de flores, y que podría estarse perdiendo la oportunidad de realizar el turismo con enfoque sostenible y con ello la oportunidad de verdaderas transformaciones y desarrollo local.

*Periodista especializada en turismo y desarrollo local. Colaboradora de El Diario de Hoy.