Los últimos años nuestro país ha mostrado avances significativos en materia electoral, gracias a resoluciones de la Sala de lo Constitucional, en la que se establecieron el voto por rostro a partir de las elecciones legislativas de 2012 y en los comicios de 2015 se añadió el voto cruzado.
Previo a estas resoluciones, las elecciones de los futuros diputados a la Asamblea Legislativa y al Parlacen se hacían por bandera. Era un voto a ciegas en el que cada partido político distribuía a conveniencia el caudal de votos a su candidato favorito y había una desigualdad considerable entre los aspirantes menos populares.
La Sala de lo Constitucional también ordenó al Tribunal Supremo Electoral (TSE), como máxima autoridad en la materia, “abstenerse de inscribir candidatos” a diputados de la Asamblea Legislativa, alcaldes y concejos, para las elecciones del 4 de marzo de 2018, “que hayan infringido dicha prohibición” de transfuguismo.
La Sala determinó que si un funcionario es electo como alcalde o diputado bajo una bandera política específica, no puede renunciar o cambiarse de partido mientras dura el cargo para el cual fue electo. A este acto se le llama transfuguismo. Los magistrados dejaron sin efecto parte de la reforma aprobada el 18 de julio de 2017 por la Asamblea Legislativa, concretamente la primera frase del inciso segundo del artículo 226-A del Código Electoral, que avalaba la categoría de independientes para los funcionarios que abandonaran a su partido político.
“Los diputados no podrán abandonar por voluntad propia el partido político que los postuló para el cargo en el periodo correspondiente ni declararse independientes”, reza una de las resoluciones. La Sala aclara que no se refiere a expulsiones.
Estas resoluciones son avances trascendentales que nos permiten hacer una elección más objetiva de los futuros legisladores. Gracias al voto por rostro podemos decidir si votar por aquel funcionario que no cumplió sus promesas de campaña o no mostró una conducta moral y ética en el desempeño de su cargo como funcionario público; no hay excusa para no acudir a las urnas.
Recientemente el alcalde Nayib Bukele pidió a sus seguidores que debido a que no estará la papeleta de Nuevas Ideas en las próximas elecciones legislativas anulen su voto o si no que no asistan a la cita de los comicios.
“En marzo no habrá papeleta de Nuevas Ideas, así que voto nulo o si no quiere quédese en su casa viendo televisión”, dijo Bukele, desde San Francisco Gotera en Morazán, desde que celebró el 26o. aniversario de los Acuerdos Paz por adelantado. El edil sostuvo que aunque su partido no tendrá diputados electos en las próximas elecciones de marzo, eso le permitirá mayor independencia y no lo ve como una desventaja frente a los demás partidos políticos.
Dijo que, aunque no tenga diputados electos, cuando necesiten votos, por ejemplo, para lograr aprobar el Presupuesto General de la Nación, la presión del pueblo será suficiente. “¿Cómo va a hacer esa Asamblea Legislativa con medio millón de salvadoreños afuera gritando: ¡No sale el que no vota! Imaginen medio millón de salvadoreños bloqueando la Asamblea, ya después de tres días sin bañarse, sin que les den comida, ni agua van a tener que votar por el presupuesto que merece este país?”, dijo el alcalde capitalino.
Escuchamos esto y nos quedamos estupefactos del caos que desea para el país este político salvadoreño, una anarquía donde el uso de la fuerza y el despotismo venza a la democracia de las instituciones políticas constitucionalmente establecidas. Anatemizar el voto en esta campaña electoral es una repugnante estrategia que denota enormemente lo desquiciadas y perniciosas que son estas nuevas ideas.
*Columnista de El Diario de Hoy.
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