El rótulo de letras amarillas

Situaciones como la del Bella Nápoles desenmascaran las mentiras esparcidas por la maquinaria mediática oficial y, además, ponen en justa perspectiva las difíciles condiciones que enfrentan los salvadoreños honestos que lo único que quieren es trabajar.

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El centrocampista del Sevilla Pablo Sarabia celebra tras marcar el tercer gol ante el Atlético de Madrid, durante el partido de vuelta de cuartos de final de la Copa del Rey ante el Sevilla disputado en el estadio Sánchez Pizjuán, en Sevilla. / Foto Por EFE/Raúl Caro

Por Carlos Ponce*

2018-01-23 6:35:09

Las conversaciones entre niños y sus padres, tíos o abuelos son mágicas. Ese momento, en que para ambos no existe nada más que la plática, no tienen sustituto alguno. Los niños lo esperan con ansias. Transportarse al mundo dibujado en estos relatos es adictivo para ellos. Los conecta con sus figuras paternas y maternas, creando un vínculo lleno de posibilidades y sentimientos, que los deja siempre queriendo más. Es común escuchar a niños y niñas, por ejemplo, pedir a sus padres o madres contar historias de sus infancias o a sus abuelos y abuelas. Los relatos siempre van cargados de detalles y emociones que cautivan y despiertan una curiosidad implacable en quienes les prestan atención.

Escuché por primera vez sobre el Café Bella Nápoles en una de esas conversaciones. Después de muchos años, ya cuando estaba por cumplir 30 y pasé enfrente del lugar, el icónico rótulo de letras amarillas que adorna la fachada de ese restaurante, que solo conocía de nombre por las historias que me contaron de pequeño, inmediatamente despertó el recuerdo de aquellos relatos. La curiosidad se apoderó de mí y entré con alegría, esperando revivir esa imagen dibujada en mi mente durante mi niñez por historias relatadas con cariño y esmero.

Entrar al Café Bella Nápoles era como abrir la puerta a otra dimensión. El restaurante está ubicado media cuadra al norte de la Plaza Libertad, en el corazón del centro histórico de San Salvador. Afuera del Bella Nápoles el ambiente era caótico, típico de un caluroso medio día en el centro. Al entrar al establecimiento ese sofoque desapareció. El estridente sonido de carros pitando y de coaster acelerando como que estuviesen compitiendo en El Jabalí, se sustituyó por agradables conversaciones entre amigos, risas discretas y el delicado rechinar de los cubiertos sobre platos y tasas.

Pronto el Bella Nápoles se convirtió en uno de mis lugares preferidos para almorzar. Las pizzas calzones y la repostería no tenían comparación. Con unos amigos que tenían su negocio cerca, nos reuníamos varias veces al mes en el Bella Nápoles durante nuestra hora de almuerzo. Entonces, el rótulo con letras amarillas todavía se miraba desde la acera de enfrente. Aún no se habían instalado las ventas callejeras que ahora han convertido el andén en un desordenado laberinto que tienen que navegar los peatones que pasan por allí camino a la Plaza Libertad.

Sin duda, el cierre del Bella Nápoles nos ha entristecido a muchos. Todos para los que esta joya del Centro Histórico despertaba nostalgia y apetito, ahora lamentamos que hubiesen llegado al punto de tener que dejar de operar. Sin embargo, no puedo decir que es algo que me extrañe. Competir en un desorden como el del centro de San Salvador y sobrevivir la complicada dinámica delincuencial de la zona es casi imposible para un negocio como el Bella Nápoles. Es cuestión de tiempo para que establecimientos formales sucumban ante las precarias condiciones del lugar. La informalidad y las estructuras criminales que las regulan quiebran cualquier negocio.

El oficialismo se ha concentrado en fabricar la percepción de seguridad de forma mediática, sin de verdad atacar el problema y escondiendo la realidad que enfrentan los salvadoreños a través de campañas de desinformación. Situaciones como la del Bella Nápoles, no obstante, desenmascaran las mentiras esparcidas por la maquinaria mediática oficial y, además, ponen en justa perspectiva las difíciles condiciones que enfrentan los salvadoreños honestos que lo único que quieren es trabajar. Esto es lo que está detrás de la hemorragia de talentos que salen a montones del país en buscan de un mejor futuro en otros lugares.

*Criminólogo
@_carlos_ponce