Nos hundimos mientras juegan el juego de tronos

La preferencia por un abordaje eminentemente mediático de la seguridad y los intereses políticos han hecho que los recursos se destinen para otras cosas como, por ejemplo, crear realidades ficticias para desinformar o para espiar y chantajear a periodistas.

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Foto/ @jccalleja

Por Carlos Ponce*

2018-01-16 8:43:04

La situación económica del país no es nada alentadora. Múltiples organismos internacionales han advertido sobre el progresivo deterioro de la economía. El desempleo es cada vez más evidente. La caída del poder adquisitivo es un tema que, de una u otra forma, siempre figura en las conversaciones casuales entre buenos amigos. Se ha vuelto común discutir cómo los gastos mensuales parecen elevarse sin cesar mientras los ingresos se mantienen igual. Los sacrificios y limitaciones que se autoimponen las familias salvadoreñas para salir adelante todos los meses son cada vez más grandes.

Hace unos días platicaba con un amigo que se dedica al comercio. Siempre le ha ido muy bien en su negocio. Es una persona justa, responsable, trabajadora y creativa, lo que le ha permitido cultivar y conservar con mucha facilidad largas y mutuamente beneficiosas relaciones con clientes y proveedores. Una de las cualidades más admirables de mi amigo es su característico optimismo. Cada vez que conversamos, sin excepción, su visión del futuro siempre es ambiciosa y llena de oportunidades y posibilidades. Ahora, sin embargo, nuestra plática fue distinta. Es la primera ocasión que lo escucho preocupado y noto incertidumbre y temor en su mirada.

Me comentó que ya no le va bien en su negocio. A pesar de todos sus esfuerzos por mantenerlo a flote, no puede. La gente simplemente no está comprando. El mercado, de acuerdo con mi amigo, está agonizando. Además, me confesó que hace ya casi un año que paga una cuota de extorsión a las pandillas. Aunque su negocio no se encuentra en un bastión pandillero, hace un año empezaron a extorsionarlo a él y a todos los comercios de su vecindario. Las exigencias suben y no tiene cómo pagar. Mi amigo no sabe cómo logrará salir adelante.

El domingo pasado este periódico publicó una nota sobre una encuesta del Consejo Nacional de la Pequeña Empresa de El Salvador (Conapes). Los resultados citados sugieren que la mayoría de pequeños comerciantes está pasando por la misma angustia que mi amigo. Según la encuesta, la cantidad de negocios extorsionados ha aumentado y, actualmente, 9 de cada 10 son víctimas. El estudio dibuja un panorama muy complicado. El nivel de sofisticación delictual en la comisión de extorsiones y la cobertura y control territorial alcanzados por las pandillas es impresionante.

Hace algún tiempo tuve la suerte de participar en una investigación sobre las extorsiones en El Salvador, coordinada por Fusades y financiada por USAID. El estudio reveló que las extorsiones realizadas de forma personal (en las que el victimario llega físicamente a exigir y recolectar el pago) son más frecuentes que las que involucran contactos anónimos por teléfono celular. Los datos también indicaron que los pequeños negocios han aprendido a truncar efectivamente las extorsiones anónimas, saben que, en la mayoría de los casos, basta con dejar de contestar el teléfono para que el tema no pase a más. El extorsionista, por diferentes razones, prefiere buscar otro número de teléfono y tratar de extorsionar a otro. Advertimos, por lo tanto, que la respuesta oficial no estaba enfocada en el tipo de extorsión que causa más daño a los pequeños negocios, la que está vinculada a la presencia física de las pandillas y su control territorial. Sobre esto es que se debe trabajar.

Lastimosamente, según indican las cifras de la encuesta de Conapes, las autoridades no tomaron en cuenta esta recomendación.

La preferencia por un abordaje eminentemente mediático de la seguridad y los intereses políticos han hecho que los recursos se destinen para otras cosas como, por ejemplo, crear realidades ficticias para desinformar o para espiar y chantajear a periodistas, personas que estorban al oficialismo y rivales políticos, como lo revela una reciente investigación de El Faro. Hasta que el Estado deje de estar al servicio de malos políticos, no lograremos que se resuelvan nuestros problemas.

*Criminólogo @_carlos_ponce