FOTOS y VIDEO: Rosalidia perdió a su hija en Las Colinas. Ahora lucha por recuperar su hogar

Esta madre ha encontrado refugio en la comunidad de sobrevivientes de Las Colinas, un grupo de personas que desde el terremoto de enero de 2001 han trabajado en conjunto por los derechos de quienes lo perdieron todo

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Foto: Marvin Romero

Por Marvin Romero

2018-01-15 9:30:19

Rosalidia Orellana salió de su casa en la Colonia Las Colinas, de Santa Tecla, a eso de las 11 de la mañana del 13 de enero de 2001. Como cada fin de semana, visitaría a sus padres en el municipio de Nahulingo en el occidente del país. Carolina, su hija, de 22 años, solía acompañarla, pero esa mañana decidió no hacerlo pues el siguiente martes debía presentar un importante examen en la universidad y prefería dedicar su día a estudiar. Ella cursaba la carrera de Mercadeo en una universidad privada de Antiguo Cuscatlán.

El viaje hasta Nahulingo toma poco más de una hora. Rosalidia se durmió durante el trayecto y no supo nada hasta que se bajó del autobús en su destino. Fue entonces que comenzó a escuchar sobre el fuerte temblor que había ocurrido. Apresuró el paso hasta llegar a casa de sus padres, el pueblo estaba incomunicado. Pasó un tiempo con ellos, se aseguró que estuvieran bien y emprendió su viaje de regreso.

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Las calles estaban intransitables y le tocó recorrer a pie muchos tramos de carretera. Con ella llevaba una bolsa con cocos que su madre le enviaba a Carolina, pues eran sus favoritos. En el camino escuchó sobre un gran derrumbe en repetidas ocasiones pero nadie decía nada en concreto. Le tomó varias horas llegar hasta las afueras de Santa Tecla. El sol se había ocultado ya, cuando Rosalidia llegó a la entrada del municipio.

Foto: Marvin Romero

Al acercarse a la zona del derrumbe, pero sin verlo aún, Rosalidia recuerda haberse sentido angustiada. “Sentía una gran aflición y no sé porqué, pero me vine llorando por toda la calle”, relata. Se aproximó lo más que pudo a la entrada de la colonia, pero el paso estaba cerrado y tuvo que rodear la cuadra completa para ingresar por otro punto.

Fue ahí en donde la angustiada madre consiguió subirse a un punto alto para descubrir la magnitud del desastre. El derrumbe, del que tanto había escuchado en su camino de regreso, se trataba del desprendimiento de una enorme porción de tierra de la ladera de la Cordillera del Bálsamo que comenzaba a pocos metros del lugar en donde se encontraba su casa. Rosalidia recuerda que varios reflectores iluminaban las montañas de escombros que habían soterrado a más de 200 viviendas en un trayecto de al menos tres cuadras.

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Soltó la bolsa de cocos y entre gritos y llanto comenzó a correr hasta el punto en donde solía encontrarse su hogar. “Yo le gritaba a mi hija: Carolina, Carolina y nadie me decía nada”, recuerda entre lágrimas y con la voz cortada Rosalidia. Al llegar al punto exacto en donde su casa se encontraba soterrada, la mujer encontró a varios vecinos y amigos de su hija intentando escavar, con lo que fuese, para sacar a Carolina de entre la tierra y los pedazos de concreto.

Así pasaron varias horas, sin ninguna señal de dar con el paradero de la joven estudiante. Rosalidia perdía las esperanzas de encontrar con vida a su hija. Recuerda haber visto desfilar frente a ella a decenas de cuerpos: vecinos y conocidos. Después de largas horas de trabajo, la mujer decidió tomar un descaso en casa de una familiar. Ahí pasó la noche del domingo. Fue el lunes por la mañana, cuando viendo la televisión, Rosalidia vio algo que le pareció familiar.

Un noticiero local transmitía el rescate del cuerpo de una joven de entre los escombros. Rosalidia reconoció el cabello de Carolina, rizado y con un leve tono rojizo. “Le dije a mi hermana, ahí llevan a Carolia, vamos”, relata. La madre albergaba una leve esperanza, de que estuviera con vida; sin embargo, la realidad no tardó en hacerse presente. “Cuando llegamos, ella ya estaba ahí, en el suelo, con un número en el pecho, Me pidieron que la reconociera”, recuerda y no puede contener el llanto.

Foto: Marvin Romero

Regresar al lugar es doloroso

Para Rosalidia es difícil revivir el dolor de la tragedia cada año. Carolina era su única hija y desde entonces ha debido vivir prácticamente sola. Esta madre ha encontrado refugio en la comunidad de sobrevivientes de Las Colinas, un grupo de personas que desde el terremoto de enero de 2001 han trabajado en conjunto por los derechos de quienes lo perdieron todo en el derrumbe.

“Éramos muy unidos y seguimos siéndolo”, afirma Rosalidia mientras sostiene el retrato de su hija, que lleva a todas partes cuando se conmemora el aniversario de la tragedia. Esta mujer reconoce que es muy duro regresar al punto en donde solía encontrarse su hogar. Por una parte hay alegría, pues recientemente, ella y otros propietarios originales han conseguido recuperar los derechos de sus propiedades. “Desde el cielo, ella esta acompañándonos y yo sé que ella está contenta de eso”, afirma refiriéndose a Carolina.

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Sin embargo, por el otro lado se encuentra la tristeza del recuerdo de sus pérdidas personales y materiales. Si bien, Rosalidia considera un paso positivo el haber recuperado su propiedad, es consciente que poco o nada puede hacer sin otra clase de apoyo. Ella es una mujer jubilada que no cuenta con otro recurso más que su pensión, la cual no es suficiente como para emprender el camino de la reconstrucción de su hogar, que en aquel entonces recién terminaba de pagar. Desde que perdió su casa, ha debido alquilar una vivienda y eso también le ha implicado un gasto.

Ella solicita que se apoye a todas las personas que, como ella, se encuentran en condiciones desfavorables a pesar de los avances que se han conseguido tras la tragedia de Las Colinas. Lo pide en nombre de su hija y de la memoria de las decenas de personas que perdieron la vida en los derrumbes.